Por Gustavo Rodríguez
22 Diciembre 2013
DURO RECUERDO. La Batalla de Bajo Flores, donde se enfrentaron hinchas de Boca, fue uno de los hechos más violentos.
El 13, para los cabuleros, es la yeta. La muerte para los más extremistas. Pero para el hincha, ese que sufre para llegar a los estadios y aún se espanta por lo que ocurre en esa jungla de escalones y cemento, 2013 es mucho más que una cuestión de superstición. El año que se acaba quedará en la historia porque el terror se instaló definitivamente en los estadios. Son 16 personas las que fallecieron en casos vinculados a la violencia en el fútbol a lo largo de estos 12 meses que aún no se terminan.
Este espiral de locura pareciera no tener fin. También está muy en claro que la palabra muerte ya es una más en este deporte. Los fríos números de las estadísticas dejan en claro que éste es el año más violento desde 1968, cuando se produjo la Tragedia de la Puerta 12, donde murieron 71 personas.
Desde 1988 que los violentos se cobran alguna víctima todos los años. Pero lo que ocurrió en 2013 es único: superó con creces las 13 muertes que se produjeron en 1992 y es un 25 % más de lo que sucedió en 2012, donde perdieron la vida 12 personas.
De esa cantidad de víctimas, nueve fueron productos de las internas de las mismas barras, es decir, grupos de hinchas que no tienen problemas en resolver sus diferencias a tiros limpios, como ocurrió en la llamada Batalla del Bajo Flores, donde las facciones de La 12 pelearon por el poder de la barra. Resultado: dos muertos.
Y los directivos de los clubes siguen mirando a otro lado, pese a que Nicolás Pacheco, periodista partidario, lo mataron en una sede social de Racing; pese a que Diego Bogado fue asesinado a golpes en un taller que Vélez tiene debajo de una de sus tribunas; y pese a que los salvajes de los “xeneizes” llegaron hasta el estadio de San Lorenzo porque empleados de ese club les habían vendido las entradas por izquierda.
En la violenta Rosario murieron tres personas por solo ser hinchas de Newell’s o de Central. En ambos casos el modus operandi fue más o menos el mismo. Dos hinchas “canallas” subidos en una moto descubrieron la presencia de simpatizantes “leprosos” y dispararon sin piedad. Uno recibió un disparo en la espalda y los otros dos murieron porque le acribillaron a balazos el vehículo en el que se trasladaban.
La Policía Bonaerense, que supuestamente está para proteger al hincha, estuvo involucrada en dos casos: la muerte de Martín Gerez simpatizante de Lanús, previo al duelo contra Estudiantes en el estadio Único, y la de un comerciante que quedó atrapado en un enfrentamiento entre uniformados y los muchachos de Ituzaingó. Por la muerte del primero, se decidió cerrarles las puertas a las hinchadas visitantes, medida que, con el paso del tiempo quedó demostrada que no sirvió para nada.
Córdoba se llevó los laureles en materia de espanto. Caso uno: Cristian Emiliano Monti, de 16 años, murió el 16 de noviembre después de haber estado en coma más de cuatro meses. El 7 de julio, en un partido oficial de inferiores, el adolescente fue masacrado a patadas por dos rivales durante una trifulca que le provocaron serias heridas. Con el tiempo se descubrió que la víctima tenía problemas congénitos cardíacos que complicaron se estado clínico. Ese será un atenuante para los acusados -menores de edad-, pero nada ni nadie podrá borrar de la historia que este chico murió por salvajes que, en este caso, no estaban en la tribuna, sino dentro del campo.
Caso dos: la cúpula de La Fiel, la barrabrava de Talleres, la misma que fue distinguida por la Legislatura de esa provincia, está procesada y siendo investigada por el homicidio de Jonathan Villegas, ocurrido hace menos de un mes.
El año que finaliza también marcará un quiebre porque las mujeres fueron protagonistas. Lorena Morini, de 39 años, perdió la vida el 7 de octubre al recibir un balazo en el abdomen en un enfrentamiento entre las bandas de César “Loquillo” Rodríguez y Héctor “Bebote” Álvarez por el poder de la barra de Independiente. En un primer momento se pensó que la víctima había quedado atrapada en medio del enfrentamiento, pero con el correr del tiempo, los investigadores fueron descubriendo el vínculo de la víctima con el actual mandamás de las tribunas “rojas”, Rodríguez.
Y en Córdoba, tres mujeres fueron detenidas por el crimen de Villegas. Una de ellas, inclusive, está acusada de haber arengado a los integrantes de La Fiel para que atacaran a la víctima. ¿Motivos? Una pelea durante una fiesta de bautismo.
Y Tucumán no está ajena a esta locura. Por primera vez en la historia, murieron tres jóvenes en peleas que para la Policía son originadas por las diferencias que existen entre ambas hinchadas.
El año pasado fue Pablo Juárez en un enfrentamiento entre simpatizantes de Atlético Concepción. Y este año, en menos de dos meses, murieron Ronaldo Delgado y Víctor Hugo Sarmiento en una guerra declarada entre dos grupos antagónicos de Deportivo Aguilares.
Dirigentes de ambos clubes negaron rotundamente que esos casos estén vinculados con la violencia en el fútbol y que se tratan únicamente de cuestiones sociales. Los intendentes Zacarías Koder y Agustín Fernández, que apoyan económicamente a “leones” y “celestes”, tampoco dijeron una palabra, pese a que sus edificios municipales fueron atacados por los familiares y allegados de las víctimas que se quejan porque el poder político protege a los violentos.
Este espiral de locura pareciera no tener fin. También está muy en claro que la palabra muerte ya es una más en este deporte. Los fríos números de las estadísticas dejan en claro que éste es el año más violento desde 1968, cuando se produjo la Tragedia de la Puerta 12, donde murieron 71 personas.
Desde 1988 que los violentos se cobran alguna víctima todos los años. Pero lo que ocurrió en 2013 es único: superó con creces las 13 muertes que se produjeron en 1992 y es un 25 % más de lo que sucedió en 2012, donde perdieron la vida 12 personas.
De esa cantidad de víctimas, nueve fueron productos de las internas de las mismas barras, es decir, grupos de hinchas que no tienen problemas en resolver sus diferencias a tiros limpios, como ocurrió en la llamada Batalla del Bajo Flores, donde las facciones de La 12 pelearon por el poder de la barra. Resultado: dos muertos.
Y los directivos de los clubes siguen mirando a otro lado, pese a que Nicolás Pacheco, periodista partidario, lo mataron en una sede social de Racing; pese a que Diego Bogado fue asesinado a golpes en un taller que Vélez tiene debajo de una de sus tribunas; y pese a que los salvajes de los “xeneizes” llegaron hasta el estadio de San Lorenzo porque empleados de ese club les habían vendido las entradas por izquierda.
En la violenta Rosario murieron tres personas por solo ser hinchas de Newell’s o de Central. En ambos casos el modus operandi fue más o menos el mismo. Dos hinchas “canallas” subidos en una moto descubrieron la presencia de simpatizantes “leprosos” y dispararon sin piedad. Uno recibió un disparo en la espalda y los otros dos murieron porque le acribillaron a balazos el vehículo en el que se trasladaban.
La Policía Bonaerense, que supuestamente está para proteger al hincha, estuvo involucrada en dos casos: la muerte de Martín Gerez simpatizante de Lanús, previo al duelo contra Estudiantes en el estadio Único, y la de un comerciante que quedó atrapado en un enfrentamiento entre uniformados y los muchachos de Ituzaingó. Por la muerte del primero, se decidió cerrarles las puertas a las hinchadas visitantes, medida que, con el paso del tiempo quedó demostrada que no sirvió para nada.
Córdoba se llevó los laureles en materia de espanto. Caso uno: Cristian Emiliano Monti, de 16 años, murió el 16 de noviembre después de haber estado en coma más de cuatro meses. El 7 de julio, en un partido oficial de inferiores, el adolescente fue masacrado a patadas por dos rivales durante una trifulca que le provocaron serias heridas. Con el tiempo se descubrió que la víctima tenía problemas congénitos cardíacos que complicaron se estado clínico. Ese será un atenuante para los acusados -menores de edad-, pero nada ni nadie podrá borrar de la historia que este chico murió por salvajes que, en este caso, no estaban en la tribuna, sino dentro del campo.
Caso dos: la cúpula de La Fiel, la barrabrava de Talleres, la misma que fue distinguida por la Legislatura de esa provincia, está procesada y siendo investigada por el homicidio de Jonathan Villegas, ocurrido hace menos de un mes.
El año que finaliza también marcará un quiebre porque las mujeres fueron protagonistas. Lorena Morini, de 39 años, perdió la vida el 7 de octubre al recibir un balazo en el abdomen en un enfrentamiento entre las bandas de César “Loquillo” Rodríguez y Héctor “Bebote” Álvarez por el poder de la barra de Independiente. En un primer momento se pensó que la víctima había quedado atrapada en medio del enfrentamiento, pero con el correr del tiempo, los investigadores fueron descubriendo el vínculo de la víctima con el actual mandamás de las tribunas “rojas”, Rodríguez.
Y en Córdoba, tres mujeres fueron detenidas por el crimen de Villegas. Una de ellas, inclusive, está acusada de haber arengado a los integrantes de La Fiel para que atacaran a la víctima. ¿Motivos? Una pelea durante una fiesta de bautismo.
Y Tucumán no está ajena a esta locura. Por primera vez en la historia, murieron tres jóvenes en peleas que para la Policía son originadas por las diferencias que existen entre ambas hinchadas.
El año pasado fue Pablo Juárez en un enfrentamiento entre simpatizantes de Atlético Concepción. Y este año, en menos de dos meses, murieron Ronaldo Delgado y Víctor Hugo Sarmiento en una guerra declarada entre dos grupos antagónicos de Deportivo Aguilares.
Dirigentes de ambos clubes negaron rotundamente que esos casos estén vinculados con la violencia en el fútbol y que se tratan únicamente de cuestiones sociales. Los intendentes Zacarías Koder y Agustín Fernández, que apoyan económicamente a “leones” y “celestes”, tampoco dijeron una palabra, pese a que sus edificios municipales fueron atacados por los familiares y allegados de las víctimas que se quejan porque el poder político protege a los violentos.