22 Diciembre 2013
MÁS RODAJE. Contreras sueña con más minutos en 2014.
El sentido de pertenencia es completo en Rodrigo Contreras. El joven delantero tucumano jugó apenas dos partidos en la campaña del San Lorenzo campeón, pero el club y todo el entorno lo obligaron a pensar que fue una pieza clave, casi tanto como la apuesta a las inferiores que hizo la institución en estos años. En su visita a LA GACETA, el futbolista trajo un bolso que muestra parte de lo que vivió en la cancha de Vélez. El resto, saldrá de su boca.
Vino acompañado por su familia: Andrea González, su madre, Marianela y Nahuel, sus hermanos, y sus sobrinos Bianca Rearte y Mateo Contreras.
Lo primero en salir tras abrirse el cierre del botinero es una pesada medalla de plata que no todos pudieron colgarse. “Además de los titulares, a los únicos que nos la dieron sin estar en el banco de suplentes fueron a mí, al arquero suplente (Cristian Álvarez) y a Gustavo Campagnuolo, entrenador de arqueros”, cuenta el atacante, que superó junto a ellos un estricto cacheo policial tras el 0-0 en Liniers.
Contreras, mucho antes de colgarse esa medalla de campeón, fue criado en el barrio Murga y de chico jugó con la “Mocha” Adela, en el CADI y en Experimental. A los 12 partió a Buenos Aires, directo a la pensión del “ciclón” junto a Ángel Correa, por ejemplo, a cumplir su sueño y el de muchos. “Siempre decía de chiquito que quería jugar en un equipo profesional y salir campeón”, admitió.
Con 18 años, seis vividos en la pensión (ahora vive en un departamento en Caballito), y muchos goles en las divisiones inferiores, el domingo pasado Contreras estaba a las puertas de cumplir ese deseo, pese a que le tocó entrar en solo dos partidos (debutó frente a River). Faltaban minutos para que sus compañeros salieran a la cancha y Juan Antonio Pizzi, ahora ex técnico del “ciclón”, decidió ponerles un video para motivarlos. Las imágenes surgieron tanto efecto que Walter Kannemann, lateral izquierdo le pegó una piña al vidrio de uno de los vestuarios, cortándose la mano.
Contreras se puso al lado del defensor mientras lo curaban para atestiguar otra de las claves del San Lorenzo campeón. “Le estaban haciendo cinco puntos de sutura. Yo trataba de calmarlo, pero él no sentía nada, sólo quería salir a jugar. Verlo como reaccionó y esas ganas nos emocionó a todos. Esa mentalidad fue una parte clave del campeonato”, contó el tucumano.
Pasados 88 minutos de partido, el empate en cancha de Vélez y el de Newell’s-Lanús depositaba a San Lorenzo en la gloria. Contreras y el resto de los que miraron el partido desde afuera, decidieron dar por cerrada la historia y empezar a bajar para sumarse a los festejos en el campo y el vestuario. En el trayecto, tuvieron que pasar por la cantina local, repleta de hinchas locales y cuando quisieron acelerar el paso, se fijaron en la TV que el peligro acechaba el área azulgrana. “Cuando (Sebastián) Torrico atajó esa pelota a (Agustín) Allione empezamos a saltar y gritar. Nos dijimos ‘esta es la atajada del campeonato, no se nos puede escapar”, aseguró.
Y esa predicción se cumpliría. San Lorenzo levantaría la Copa con el tucumano en sus filas. Los hinchas, como sucede siempre en cualquier título, se agolparon en la intersección de las avenidas San Juan y Boedo, esquina emblemática del barrio original del club. “La gente nos apoyó siempre, no tiene comparación. La cantidad que había en la caravana no se compara con nada y no la voy a olvidar nunca”, explicó.
Y así como vio desbocado por jugar y ganar el título a Kannemann, el compromiso florecía por todos lados. Vio llorar a Leandro Romagnoli, alguien a quien admira e idolatra desde que jugaba en las divisiones inferiores y que ahora tenía a un costado. “Me acuerdo que me sacaba fotos con ellos y después los tenía al lado. Intento copiar cosas de ellos que jugaron muchos años y estuvieron en el exterior. Juan Mercier y Mauro Cetto también nos aconsejan mucho”, reveló.
Contreras se metió en las entrañas del campeón y va por más. “Ahora quiero jugar la Libertadores”, sueña como lo hacen todos en San Lorenzo.
Vino acompañado por su familia: Andrea González, su madre, Marianela y Nahuel, sus hermanos, y sus sobrinos Bianca Rearte y Mateo Contreras.
Lo primero en salir tras abrirse el cierre del botinero es una pesada medalla de plata que no todos pudieron colgarse. “Además de los titulares, a los únicos que nos la dieron sin estar en el banco de suplentes fueron a mí, al arquero suplente (Cristian Álvarez) y a Gustavo Campagnuolo, entrenador de arqueros”, cuenta el atacante, que superó junto a ellos un estricto cacheo policial tras el 0-0 en Liniers.
Contreras, mucho antes de colgarse esa medalla de campeón, fue criado en el barrio Murga y de chico jugó con la “Mocha” Adela, en el CADI y en Experimental. A los 12 partió a Buenos Aires, directo a la pensión del “ciclón” junto a Ángel Correa, por ejemplo, a cumplir su sueño y el de muchos. “Siempre decía de chiquito que quería jugar en un equipo profesional y salir campeón”, admitió.
Con 18 años, seis vividos en la pensión (ahora vive en un departamento en Caballito), y muchos goles en las divisiones inferiores, el domingo pasado Contreras estaba a las puertas de cumplir ese deseo, pese a que le tocó entrar en solo dos partidos (debutó frente a River). Faltaban minutos para que sus compañeros salieran a la cancha y Juan Antonio Pizzi, ahora ex técnico del “ciclón”, decidió ponerles un video para motivarlos. Las imágenes surgieron tanto efecto que Walter Kannemann, lateral izquierdo le pegó una piña al vidrio de uno de los vestuarios, cortándose la mano.
Contreras se puso al lado del defensor mientras lo curaban para atestiguar otra de las claves del San Lorenzo campeón. “Le estaban haciendo cinco puntos de sutura. Yo trataba de calmarlo, pero él no sentía nada, sólo quería salir a jugar. Verlo como reaccionó y esas ganas nos emocionó a todos. Esa mentalidad fue una parte clave del campeonato”, contó el tucumano.
Pasados 88 minutos de partido, el empate en cancha de Vélez y el de Newell’s-Lanús depositaba a San Lorenzo en la gloria. Contreras y el resto de los que miraron el partido desde afuera, decidieron dar por cerrada la historia y empezar a bajar para sumarse a los festejos en el campo y el vestuario. En el trayecto, tuvieron que pasar por la cantina local, repleta de hinchas locales y cuando quisieron acelerar el paso, se fijaron en la TV que el peligro acechaba el área azulgrana. “Cuando (Sebastián) Torrico atajó esa pelota a (Agustín) Allione empezamos a saltar y gritar. Nos dijimos ‘esta es la atajada del campeonato, no se nos puede escapar”, aseguró.
Y esa predicción se cumpliría. San Lorenzo levantaría la Copa con el tucumano en sus filas. Los hinchas, como sucede siempre en cualquier título, se agolparon en la intersección de las avenidas San Juan y Boedo, esquina emblemática del barrio original del club. “La gente nos apoyó siempre, no tiene comparación. La cantidad que había en la caravana no se compara con nada y no la voy a olvidar nunca”, explicó.
Y así como vio desbocado por jugar y ganar el título a Kannemann, el compromiso florecía por todos lados. Vio llorar a Leandro Romagnoli, alguien a quien admira e idolatra desde que jugaba en las divisiones inferiores y que ahora tenía a un costado. “Me acuerdo que me sacaba fotos con ellos y después los tenía al lado. Intento copiar cosas de ellos que jugaron muchos años y estuvieron en el exterior. Juan Mercier y Mauro Cetto también nos aconsejan mucho”, reveló.
Contreras se metió en las entrañas del campeón y va por más. “Ahora quiero jugar la Libertadores”, sueña como lo hacen todos en San Lorenzo.