Por Ezequiel Fernández Moores
22 Diciembre 2013
Treinta y tres, como dijo exultante Matías Lammens, presidente de San Lorenzo, podría ser un número histórico porque, según recordó el dirigente, fue la edad en la que, supuestamente, murió Cristo. Hay estudios, se sabe, que indican que Cristo podría haber muerto con 36 o 39 años. Quedó 33. Y San Lorenzo, lo confirmamos esta semana, con la nueva visita de Marcelo Tinelli al Vaticano, es el equipo del papa Francisco. Pero los 33 de San Lorenzo no tienen nada que ver con la supuesta edad de la muerte de Cristo.
La religión, en realidad, ayudó a tapar la mediocridad. Porque 33 son los puntos que sacó el San Lorenzo campeón. Y es el registro más bajo desde que se juegan torneos cortos con el actual sistema de puntos que otorga tres unidades al vencedor. Una cosecha magra, acorde con un campeonato cuya última jornada fue un símbolo. Doble empate. Eso sí, al menos todos sumaron. Y sumar, aunque sea con empates, equivale a ganar. Así lo piensa hoy el fútbol argentino. “Lo importante -dicen siempre todos sus protagonistas- es que sumamos”. “Lo importante -agregan- es no perder”. Antes, en los ‘80, Carlos Bilardo nos decía que “ganar no es lo más importante. Es lo único”. Jugamos, entonces, a ganar. Y de tanto jugar a ganar acaso nos olvidamos de jugar. Y nos creímos que ganar es empatar (sumar). Pero la verdad fue que dejamos de ganar y de también de jugar. Y el que perdió fue el fútbol argentino.
Si se repasa la campaña entera, hay que convenir en que San Lorenzo insistió en atacar inclusive después de perder por una grave lesión a su goleador principal, Martín Cauteruccio. Pero el domingo, en la fecha decisiva, San Lorenzo se coronó campeón sin crear casi una sola ocasión de gol en 90’. Con tres empates en las tres últimas fechas le alcanzó para ser tuerto en el país de los ciegos, en una liga que tiene apenas un poco más de dos goles por partido de media, una de las más bajas del planeta fútbol.
Colegas extranjeros -los pocos que siguen interesados en el campeonato argentino- que vieron por la web el empate sin goles contra Vélez me cuentan que se hacía la medianoche y que terminaron abandonando tamaño sacrificio. Algunos de esos amigos son de España, el país cuya Liga tiene dos punteros dirigidos ambos por técnicos argentinos, Gerardo Martino, en Barcelona, y Diego Simeone, en Atlético Madrid. Y a quienes se sumará ahora el propio Juan Antonio Pizzi, fichado por Valencia.
Les cuesta creer también a estos colegas españoles que en el país de tan buenos hombres de ataque, Messi, el “Kun”, Higuaín, Tevez, etc, se juegue a no perder. Los equipos de Martino y Simeone, con tres partidos menos que los 19 de San Lorenzo, llevan 43 puntos, 10 más de los que logró el campeón argentino. Es cierto, el campeonato español suele decidirse entre dos equipos y, a veces, con muchas fechas de anticipación. Aquí, en cambio, tuvimos a cuatro equipos con chances de campeonato hasta el último minuto. Cualquiera puede salir campeón.
En los últimos años hemos tenido campeones inéditos. Equipos grandes y equipos chicos. Tenemos campeones sí. Pero nos faltan equipos. Y nuestras definiciones de campeonato, parejas, son pura emoción. Eso, pura emoción. No hay mucho más.
Hay que admitir que Newell’s, Lanús y San Lorenzo, campeones en 2013, además del siempre prolijo Arsenal, fueron acaso los equipos que más arriesgaron. Puede sonar como una esperanza. Pero la definición del título el domingo pasado, hay que decirlo, ofreció un panorama desolador. Y no sólo por el juego.
Se jugó con prohibición de hinchas visitantes en un estadio que también estaba prohibido hasta pocas horas antes. La inspección previa ordenada por la justicia dejó mal parado a un club históricamente más ordenado como Vélez, pero que, en materia de barras, no parece estar exento de las generales de la ley.
En sus primeros 83 años de historia, Vélez ganó un título, el Nacional de 1968. En los veinte siguientes, entre 1993 y 2012, sumó 13 vueltas olímpicas (ocho campeonatos locales y cinco internacionales), primero con Carlos Bianchi y luego la consolidación con Ricardo Gareca. Grande o no, la irrupción de Vélez, con una política coherente para sostener a un DT y fichar refuerzos, también es una esperanza para otros poderosos que no dan pie con bola.
Vélez perdió por un pelo (por la gran atajada de Torrico al final, mejor dicho) la posibilidad de un nuevo campeonato. Pero el fin de semana pasado, sumado a las declaraciones de un ex empleado que dio detalles sobre las entradas a las barras, Vélez perdió también algo de su buena reputación, aunque nadie la tiene en el fútbol argentino si de barras se trata. La justicia, que en algunos casos ha comenzado a actuar con mayor rigor, reunió en estos últimos meses numerosas pruebas de complicidad dirigencial. Y no se salva casi ningún club. Dirigentes oficialistas u opositores, del signo político que fuere. Incluidos de aquellos partidos políticos habituados a moralizar y lanzar promesas sobre temas de seguridad después de cada drama.
A falta de cracks, la figura es el hincha. El hincha suspende ahora los partidos celebrándose a sí mismo. Hasta celebra El Día del Hincha. Ya no importan los 11. Importa La 12. Y en la tribuna, igual que dentro del campo, lo que sirve también es sumar. Sumar boletos, zonas liberadas o muertos. Demostrar poder para obligar a negociar, más ahora que se viene un año de Mundial. Un documental que prepara la TV alemana indaga en estos días sobre si Buenos Aires es acaso la ciudad donde hay más pasión por el fútbol. Pero esa pasión que fascina a muchos extranjeros acá ya nos harta. Preferimos que el espectáculo esté donde corresponde, dentro de la cancha. No en las tribunas. ¿O acaso hace falta enumerar a cada uno de los 16 hinchas muertos en 2013, nuevo récord para una década que suma un total de 75?
San Lorenzo está ahora en el trono. Tinelli es su cara más pública tras el masivo triunfo electoral, tan contundente que pocos se enteraron que a dirigentes opositores les quemaron el auto el mismo día de las elecciones. Lo dicho, no hay clubes que se salven, por mucho buen marketing y Vaticano que aparezca en escena. “Huevos”, “sacrificio”… decía el video que motivó a los jugadores antes del partido contra Vélez. Tinelli, que sabe del tema, aporta espectáculo. Garra, “folklore”, marketing, política (las últimas elecciones de River lo confirman), espectáculo… El fútbol es todo eso, es cierto. Pero también es juego.