El fútbol, los violentos y la estadística de la muerte

26 Diciembre 2013
Violencia, dolor, muerte, impunidad, mafia se repiten con mayor frecuencia en el fútbol. Las cifras de las víctimas mortales van en ascenso, aunque no al extremo de totalizar 71 personas fallecidas, hecho ocurrido en 1968 cuando se produjo la Tragedia de la Puerta 12 en El Monumental durante un partido entre River y Boca. En este año que aún no concluyó se registraron 16 decesos, el mayor número en esta última década. Tucumán aportó dos víctimas a esta macabra estadística.

Las barras bravas tienen cada vez más poder y espacio, al punto de haberse adueñado del destino de las canchas de fútbol. La historia de la muerte se repite todos los años desde 1988. Este 2013 ha superado los 13 decesos que se produjeron en 1992 y los 12 registrados en 2012. En la década, suman más de 70 los muertos.

Lo concreto es que la espiral de la violencia avanza a paso redoblado, en particular en nuestra provincia, donde este año hubo graves incidentes en partidos de la Liga. En Aguilares, por ejemplo, los enfrentamientos de dos bandas de hinchas de un mismo club dejaron como saldo dos muertos en menos de dos meses.

Según un conocido hincha de la barra de San Martín, si antes había códigos, estos ya se rompieron. “En las tribunas se imponía el que pensaba por el bien de todos y no para beneficio propio únicamente o de un determinado grupo. Antes, si había una diferencia, la resolvíamos a los golpes. Ahora, por cualquier cosa te sacan un fierro y chau. Cualquiera es guapo con fierros”, afirmó, mientras que un par de Atlético señaló: “Los changos están muy drogados y muchas veces ni nosotros los podemos parar”. Ambos consideran que ellos son unos “perejiles”, en relación con las barras bravas de Buenos Aires. “Son como empresarios. El negocio es muy grande y reciben mucho dinero. Por eso se van de vacaciones a Punta del Este o hacen cruceros. Yo, en cambio, apenas puedo ir a El Mollar y no salgo con páginas completas en Caras”, dijo uno de ellos.

Mucho tiene que ver en la existencia de las violentas barras bravas, el poder político que las subvenciona. Varios clubes cuentan con el apoyo económico de intendentes y legisladores. Parte de la dirigencia deportiva también las apaña y las alimenta. En los últimos tiempos, las autoridades de la Liga decidieron castigar a los clubes con hinchas conflictivos, clausurándoles las canchas, obligándolos a jugar en estadios neutrales o quitándoles los puntos, pero no lograron frenar la violencia. El jefe de Seguridad Deportiva de la Policía dijo que algunos clubes siguen sin aplicar el derecho de admisión.

En Buenos Aires, el poder económico es mayor; las barras bravas forman parte de un gran negocio, en el que el que el único que pierde es el simpatizante. La violencia en las canchas no se produce casualmente. Ni los dirigentes ni la Policía desconocen el rostro de los violentos y si varios de estos con causas penales pudieron salir del país para presenciar el Mundial de Sudáfrica, significa que la Justicia también es cómplice. ¿Por qué nunca se conocen los nombres integrantes de esta mafia que alimentan a estos delincuentes?

Mientras no haya una política de Estado eficaz que combata la violencia, a sus mentores y promotores, cada vez más el verdadero hincha dejará de concurrir a las canchas, consciente de que hacerlo es poner en peligro la vida propia y la de los familiares que lo acompañan.

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