Ingenio contra la escasez para comer en Venezuela

La política monetaria y de control de precios del gobierno bolivariano trastorna la actividad gastronómica. Pero la distorsión no se observa sólo en el menú de los restaurantes: también aparece en el comercio clandestino de productos, por encima de los precios oficiales. En el otro extremo del mundo y de la carestía, el exceso en el consumo de vodka causa estragos en Rusia.

LA CREATIVIDAD CARAQUEÑA. Castañeda, chef y propietario del restaurante La Guayaba Verde, hace un mes que no consigue harina de trigo ni de maíz. reuters LA CREATIVIDAD CARAQUEÑA. Castañeda, chef y propietario del restaurante La Guayaba Verde, hace un mes que no consigue harina de trigo ni de maíz. reuters
02 Febrero 2014

Brian Ellsworth - agencia Reuters

CARACAS.- Un restaurante de sushi en Caracas hace tempura (fritura rápida japonesa, en especial a los mariscos y verduras) con avena molida y fécula de maíz, tratando de reemplazar la cada vez más escasa harina de trigo.

Un restaurante de comida española, en un intento por mantener sus precios asequibles, ha reformado su receta de paella y a removido los costosos camarones.

Los establecimientos de venta de arepas (las tortillas de maíz tostadas básicas en la dieta de toda Venezuela) han empezado a disminuir un poco el tamaño, para lograr que rindan sus inestables suministros de harina de maíz.

Los venezolanos continúan comiendo bien a pesar de la rampante inflación y la acuciante escasez de alimentos, en gran parte gracias a los esfuerzos hercúleos de los chefs por obtener los preciados alimentos, y otro tanto por el malabarismo que hacen con el menú, en un intento por contener los precios.

Consecuencias del control
Tanto en los comedores humildes como en los restaurantes de lujo, los trabajadores dicen que conseguir ingredientes básicos como harina, leche o pollo (todos escasos en gran parte como consecuencia los estrictos controles de cambio y de precios) requiere hacer repetidos viajes a los mercados y acosar a proveedores.

“Hace más de un mes que no puedo comprar harina de trigo ni harina de maíz. Trabajo con lo que tenía del año pasado”, relata Eduardo Castañeda, de 45 años, propietario en Caracas de La Guayaba Verde, que ofrece comida tradicional venezolana con un toque contemporáneo.

El control de precios en Venezuela implica que los productos de primera necesidad sean vendidos a tasas fijadas por el Gobierno, a veces por debajo de los costos de producción, lo que conduce a la escasez, dados los pocos incentivos para producir o importar.

Incluso, los restaurantes más “éticos” están incursionando en el mercado negro para eludir las estrictas regulaciones creadas por el fallecido Hugo Chávez, y extendidas por su sucesor, el presidente Nicolás Maduro.

No obstante, la escasez de alimentos no está cercana a la situación pintada por los críticos de oposición, quienes aseguran que la incompetencia gubernamental ha creado un desabastecimiento al estilo soviético en el país con las mayores reservas de petróleo del mundo.

Los restaurantes permanecen llenos a pesar de que en el 2013 se registró un aumento cercano al 70% en el costo de comer fuera de casa, según el Banco Central; y a pesar del mantra de los mesoneros: “disculpe, no tenemos eso”.

Oficialmente, el promedio de los venezolanos come más y mejor que antes de que Chávez tomara el poder en 1999.

Uno de los logros más aplaudidos durante los 14 años de gobierno del líder bolivariano fue hacer de la comida un bien asequible a través de los controles de precio y una red de supermercados subsidiados, según lo reconoció en 2013 la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

De acuerdo con la ONU, desde 1990, Venezuela logró una reducción del 50% en el número de ciudadanos que sufren hambre, dos años antes de la fecha límite global para alcanzar esa meta.

Pero, sin las reformas que permitan aliviar el control estatal sobre la economía, y aumentar el flujo de dólares para la importación, la escasez de alimentos podría empeorar y con ello, comer fuera podría volverse más complicado.

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