Por Gustavo Rodríguez
23 Febrero 2014
RECUERDOS. Roque Martínez y Jacinto Roldán observan las imágenes de Pablo Escobar y tratan de reconocer a los futbolistas que aparecen a su lado. LA GACETA / FOTO DE DIEGO ARÁOZ
“El narcotráfico es un pulpo que tiene unos enormes tentáculos que tocan todo. Y el fútbol no fue una isla”, dice Francisco Maturana, el técnico que revolucionó al fútbol colombiano en “Los dos Escobar”, un brillante documental donde queda claro cómo se relacionó el dinero sucio de la droga con el fútbol en ese país.
Ese gran trabajo cinematográfico exhibe con asombrosa crudeza lo que la exitosa telenovela “Escobar, el patrón del mal” repasa de refilón. A Jacinto Eusebio Roldán y a Roque Martínez, dos monstruos que lucieron la camiseta de San Martín, no les contaron esa historia. La vivieron en carne propia cuando estuvieron en ese país durante los años 1983/88, período en el que los zares de la droga manejaban a su antojo los destinos de una nación que estaba sumida en el caos.
“Jugamos en Deportes Tolima, no en los otros clubes de Cali y de Medellín, que eran los más poderosos del país”, aclara Martínez. Roldán agrega rápidamente: “siempre tuvimos contactos con los directivos, no teníamos relación con esos señores, pero por nuestros compañeros sabíamos que colaboraban con los clubes, aunque desde afuera, porque eran buscados por la Ley”.
Los rumores que habían llegado a los ex “santos”, con el correr de los años se transformaron en una realidad. Escobar ayudaba a Nacional e Independiente, de Medellín. Su socio, Gonzalo Rodríguez Gacha (el “Mariachi” en la serie colombiana que se emite por Canal 9) se cansó de poner dólares en Millonarios; y los hermanos Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela, líderes del Cártel de Cali, se hicieron cargo del poderoso América. “Se hablaba mucho, pero nunca sufrimos ningún tipo de amenaza ni sentimos presión de nadie. Salíamos a jugar”, explican los ídolos.
Martínez y Roldán cuentan que su estadía en Colombia fue como vivir en el paraíso. “Tolima era un club chico y a todos los extranjeros nos ubicaban en barrios exclusivos que estaban a 50 metros de la playa. Hacíamos la nuestra y por eso estábamos alejados de lo que ocurría en las calles. Estábamos informados por nuestros compañeros”, explica Roldán.
Diferencias
Con el correr de la charla, los ídolos pierden el pudor y de a poco cuentan detalles de lo que vivieron. Esas anécdotas, sirven para desnudar lo que ocurrió en ese tiempo. “Había muchas cosas que nos llamaban la atención. Por ejemplo, la ropa de entrenamiento la teníamos que lavar en nuestras casas y éramos los jugadores los que nos comprábamos los botines. Era muy amateur, pero eso cambiaba totalmente en las concentraciones y en los viajes. Nos trasladábamos en avión y nos concentraban en los mejores hoteles, que hasta tenían playas privadas. Una vez estuvimos alojados 10 días en Perú porque teníamos que jugar unos partidos por la Libertadores”, relata Roldán. “Fueron unas vacaciones maravillosas”, agrega Martínez riéndose.
El fútbol colombiano vivía de los dólares sucios que llegaban de los millones que tenían los narcos. Escobar, por ejemplo, fue considerado como uno de los 10 hombres más ricos del mundo por la revista Forbes, y su fortuna fue estimada en 25.000 millones de dólares.
Por pedido de los narcos, los directivos de los clubes inflaban los números asegurando que habían recaudado U$S 3 millones, cuando no habían vendido más de U$S 1 millón en entradas. La lavandería de billetes también funcionó muy bien con la compra de futbolistas del extranjero. Las operaciones se concretaban en el país de origen del futbolista, pero en Colombia se declaraba tres veces su valor.
“Lo que generaba las mafias era todo ilegal y había que legalizarlo. Y el fútbol mueve millones”, explica en el documental Jaime Gaviría, primo hermano de Escobar “Sería necio negar que el ascenso del fútbol colombiano se debió a los dineros calientes. Fuimos tolerantes con todo eso”, resume Juan José Bellini, ex presidente de la Federación Colombiana de Fútbol, condenado a seis años de prisión por lavado de dinero.
“Nunca me voy a olvidar de una experiencia que viví en el vestuario. Jugando una Copa Libertadores, logramos empatar de visitante con América, 1 a 1. Como había anotado el tanto, vino el presidente del club y me regaló U$S 3.000. Le agradecí y le dije ‘¿y para mi compadre que me dio el pase gol no hay nada? El hombre sacó otros U$S 3.000 y se los entregó. En esos tiempos cobrábamos entres U$S 5.000 y U$S 6.000, por lo que era una suma importante”, cuenta Martínez.
Roldán, más serio, dice que el hombre que le entregó el dinero no era un narco, sino un directivo común y corriente. “Nos dábamos cuenta de que ellos recibían dinero de otro lado porque era imposible que gastaran tanto. El presidente era dueño de una cadena de locales que vendía pollo y en nuestra camiseta teníamos un pollo como sponsor. Era muy divertido”, comenta.
Los ex jugadores “santos” sabían a la perfección que detrás del blanco mundo del tráfico de la cocaína había otro gran negocio: el de las apuestas clandestinas. “Conocíamos que se movía muchísima plata. Para colmo, Tolima era un equipo chico y cuando se enfrentaba a los grandes siempre pagaba 15 a 1. Pero a pesar de ese panorama, nunca se metieron con nosotros. Jamás recibimos una insinuación para ganar o perder”, aclara Roque.
Jacinto, sonriendo, cuenta una anécdota que podría haber sido incluida en la telenovela colombiana. Él, jugando para Tolima, convirtió sobre el final del encuentro el tanto con el que su equipo venció a Nacional por 3 a 2 en la mismísima Medellín, la tierra del “Patrón”. Y aunque usted no lo crea, no le metieron plomo, sino que recibió un sobre con U$S 5.000 de regalo.
“Cenábamos en el hotel y vino un señor con tres o cuatro acompañantes. Pidió hablar con el muchacho Roldán. Los directivos me lo presentaron y me autorizaron a que fuera a un bar a charlar. Nos sentamos en una mesa y este señor me dijo: ‘Jacinto, gracias al gol que usted hizo gané muchísima plata, por eso le entrego este regalo’. Luego me dio una tarjeta y se fue. Cuando hablé con mis compañeros, ellos me dijeron que el tipo era un conocido narco. Quedé helado y me dijeron, ‘tranquilo, si le hiciste ganar plata está todo bien”, recuerda.
¿Pero si en vez de hacer un gol de tiro libre, errabas un penal y ese señor perdía todo?, se le preguntó. “No sé, la verdad es que nunca lo pensé porque realmente no quise hacerlo”, responde con seriedad.
El final
El principio del fin de la época dorada de los tucumanos en tierras cafeteras comenzó cuando hombres del Cártel de Medellín asesinaron al ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla en 1984, episodio que desató la guerra entre los zares de la droga y el Gobierno colombiano. “Con ese crimen los tipos desaparecieron porque eran buscados por la Ley. Recién ahí comenzamos a entender un montón de cosas. Nunca los conocimos y mi compadre tampoco, pero para la gente Escobar era un buen tipo porque ayudaba mucho a los pobres. Les hizo barrios, los hacía estudiar y entregaba dinero a los más necesitados. Después nos enteramos de quién era esa persona”, apunta Martínez.
La carrera de los ídolos “santos” en Colombia terminó con otro trágico crimen: el asesinato del árbitro asistente Álvaro Ortega, ultimado con seis balazos por los hombres de Escobar en noviembre de 1989. “El Cártel de Medellín era una manada de borregos conducidos por Pablo, que era un león. Nos mandó a matar al juez porque había entregado a Nacional en un duelo contra América y así lo hicimos”, confiesa desde la cárcel John Jairo “Popeye” Velásquez Vásquez, el sicario preferido de Escobar que en la serie televisiva es llamado “Marino”. “El campeonato se paró por seis meses. Volví al país y no regresé más”, recuerda Roldán.
En la charla con LA GACETA, los ídolos del “santo” dicen que descubrieron varios talentos que después brillarían en el fútbol internacional. Ellos los llaman los hombres de los “pases cortos”, como Carlos Valderrama, Lionel Álvarez y René Higuita, entre muchos más.
“El otro día conversaba con mi mujer y coincidimos en que esos tiempos los estamos viviendo de nuevo -advierte Roldán-. La inseguridad, que te maten por nada, la droga en las calles y los jóvenes consumiendo alcohol todos los días lo descubrimos hace 30 años en Colombia”.
Para ver
Una joya de 40 minutos
“Los dos Escobar” es una de las 30 historias que produjo la cadena ESPN para celebrar sus 30 años de vida. Jeff y Michael Zimbalist dirigieron este proyecto que logra contar de una manera muy particular la relación que existió entre el narcotráfico y el fútbol. Para lograr con su cometido, combinaron la vida de Andrés Escobar, el defensor que fue asesinado después del Mundial de Estados Unidos y de Pablo Escobar, el líder del Cártel de Medellín que fue ultimado en 1993 por las fuerzas de seguridad. En Youtube hay varios links donde se lo puede ver sin problemas.
Ese gran trabajo cinematográfico exhibe con asombrosa crudeza lo que la exitosa telenovela “Escobar, el patrón del mal” repasa de refilón. A Jacinto Eusebio Roldán y a Roque Martínez, dos monstruos que lucieron la camiseta de San Martín, no les contaron esa historia. La vivieron en carne propia cuando estuvieron en ese país durante los años 1983/88, período en el que los zares de la droga manejaban a su antojo los destinos de una nación que estaba sumida en el caos.
“Jugamos en Deportes Tolima, no en los otros clubes de Cali y de Medellín, que eran los más poderosos del país”, aclara Martínez. Roldán agrega rápidamente: “siempre tuvimos contactos con los directivos, no teníamos relación con esos señores, pero por nuestros compañeros sabíamos que colaboraban con los clubes, aunque desde afuera, porque eran buscados por la Ley”.
Los rumores que habían llegado a los ex “santos”, con el correr de los años se transformaron en una realidad. Escobar ayudaba a Nacional e Independiente, de Medellín. Su socio, Gonzalo Rodríguez Gacha (el “Mariachi” en la serie colombiana que se emite por Canal 9) se cansó de poner dólares en Millonarios; y los hermanos Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela, líderes del Cártel de Cali, se hicieron cargo del poderoso América. “Se hablaba mucho, pero nunca sufrimos ningún tipo de amenaza ni sentimos presión de nadie. Salíamos a jugar”, explican los ídolos.
Martínez y Roldán cuentan que su estadía en Colombia fue como vivir en el paraíso. “Tolima era un club chico y a todos los extranjeros nos ubicaban en barrios exclusivos que estaban a 50 metros de la playa. Hacíamos la nuestra y por eso estábamos alejados de lo que ocurría en las calles. Estábamos informados por nuestros compañeros”, explica Roldán.
Diferencias
Con el correr de la charla, los ídolos pierden el pudor y de a poco cuentan detalles de lo que vivieron. Esas anécdotas, sirven para desnudar lo que ocurrió en ese tiempo. “Había muchas cosas que nos llamaban la atención. Por ejemplo, la ropa de entrenamiento la teníamos que lavar en nuestras casas y éramos los jugadores los que nos comprábamos los botines. Era muy amateur, pero eso cambiaba totalmente en las concentraciones y en los viajes. Nos trasladábamos en avión y nos concentraban en los mejores hoteles, que hasta tenían playas privadas. Una vez estuvimos alojados 10 días en Perú porque teníamos que jugar unos partidos por la Libertadores”, relata Roldán. “Fueron unas vacaciones maravillosas”, agrega Martínez riéndose.
El fútbol colombiano vivía de los dólares sucios que llegaban de los millones que tenían los narcos. Escobar, por ejemplo, fue considerado como uno de los 10 hombres más ricos del mundo por la revista Forbes, y su fortuna fue estimada en 25.000 millones de dólares.
Por pedido de los narcos, los directivos de los clubes inflaban los números asegurando que habían recaudado U$S 3 millones, cuando no habían vendido más de U$S 1 millón en entradas. La lavandería de billetes también funcionó muy bien con la compra de futbolistas del extranjero. Las operaciones se concretaban en el país de origen del futbolista, pero en Colombia se declaraba tres veces su valor.
“Lo que generaba las mafias era todo ilegal y había que legalizarlo. Y el fútbol mueve millones”, explica en el documental Jaime Gaviría, primo hermano de Escobar “Sería necio negar que el ascenso del fútbol colombiano se debió a los dineros calientes. Fuimos tolerantes con todo eso”, resume Juan José Bellini, ex presidente de la Federación Colombiana de Fútbol, condenado a seis años de prisión por lavado de dinero.
“Nunca me voy a olvidar de una experiencia que viví en el vestuario. Jugando una Copa Libertadores, logramos empatar de visitante con América, 1 a 1. Como había anotado el tanto, vino el presidente del club y me regaló U$S 3.000. Le agradecí y le dije ‘¿y para mi compadre que me dio el pase gol no hay nada? El hombre sacó otros U$S 3.000 y se los entregó. En esos tiempos cobrábamos entres U$S 5.000 y U$S 6.000, por lo que era una suma importante”, cuenta Martínez.
Roldán, más serio, dice que el hombre que le entregó el dinero no era un narco, sino un directivo común y corriente. “Nos dábamos cuenta de que ellos recibían dinero de otro lado porque era imposible que gastaran tanto. El presidente era dueño de una cadena de locales que vendía pollo y en nuestra camiseta teníamos un pollo como sponsor. Era muy divertido”, comenta.
Los ex jugadores “santos” sabían a la perfección que detrás del blanco mundo del tráfico de la cocaína había otro gran negocio: el de las apuestas clandestinas. “Conocíamos que se movía muchísima plata. Para colmo, Tolima era un equipo chico y cuando se enfrentaba a los grandes siempre pagaba 15 a 1. Pero a pesar de ese panorama, nunca se metieron con nosotros. Jamás recibimos una insinuación para ganar o perder”, aclara Roque.
Jacinto, sonriendo, cuenta una anécdota que podría haber sido incluida en la telenovela colombiana. Él, jugando para Tolima, convirtió sobre el final del encuentro el tanto con el que su equipo venció a Nacional por 3 a 2 en la mismísima Medellín, la tierra del “Patrón”. Y aunque usted no lo crea, no le metieron plomo, sino que recibió un sobre con U$S 5.000 de regalo.
“Cenábamos en el hotel y vino un señor con tres o cuatro acompañantes. Pidió hablar con el muchacho Roldán. Los directivos me lo presentaron y me autorizaron a que fuera a un bar a charlar. Nos sentamos en una mesa y este señor me dijo: ‘Jacinto, gracias al gol que usted hizo gané muchísima plata, por eso le entrego este regalo’. Luego me dio una tarjeta y se fue. Cuando hablé con mis compañeros, ellos me dijeron que el tipo era un conocido narco. Quedé helado y me dijeron, ‘tranquilo, si le hiciste ganar plata está todo bien”, recuerda.
¿Pero si en vez de hacer un gol de tiro libre, errabas un penal y ese señor perdía todo?, se le preguntó. “No sé, la verdad es que nunca lo pensé porque realmente no quise hacerlo”, responde con seriedad.
El final
El principio del fin de la época dorada de los tucumanos en tierras cafeteras comenzó cuando hombres del Cártel de Medellín asesinaron al ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla en 1984, episodio que desató la guerra entre los zares de la droga y el Gobierno colombiano. “Con ese crimen los tipos desaparecieron porque eran buscados por la Ley. Recién ahí comenzamos a entender un montón de cosas. Nunca los conocimos y mi compadre tampoco, pero para la gente Escobar era un buen tipo porque ayudaba mucho a los pobres. Les hizo barrios, los hacía estudiar y entregaba dinero a los más necesitados. Después nos enteramos de quién era esa persona”, apunta Martínez.
La carrera de los ídolos “santos” en Colombia terminó con otro trágico crimen: el asesinato del árbitro asistente Álvaro Ortega, ultimado con seis balazos por los hombres de Escobar en noviembre de 1989. “El Cártel de Medellín era una manada de borregos conducidos por Pablo, que era un león. Nos mandó a matar al juez porque había entregado a Nacional en un duelo contra América y así lo hicimos”, confiesa desde la cárcel John Jairo “Popeye” Velásquez Vásquez, el sicario preferido de Escobar que en la serie televisiva es llamado “Marino”. “El campeonato se paró por seis meses. Volví al país y no regresé más”, recuerda Roldán.
En la charla con LA GACETA, los ídolos del “santo” dicen que descubrieron varios talentos que después brillarían en el fútbol internacional. Ellos los llaman los hombres de los “pases cortos”, como Carlos Valderrama, Lionel Álvarez y René Higuita, entre muchos más.
“El otro día conversaba con mi mujer y coincidimos en que esos tiempos los estamos viviendo de nuevo -advierte Roldán-. La inseguridad, que te maten por nada, la droga en las calles y los jóvenes consumiendo alcohol todos los días lo descubrimos hace 30 años en Colombia”.
Para ver
Una joya de 40 minutos
“Los dos Escobar” es una de las 30 historias que produjo la cadena ESPN para celebrar sus 30 años de vida. Jeff y Michael Zimbalist dirigieron este proyecto que logra contar de una manera muy particular la relación que existió entre el narcotráfico y el fútbol. Para lograr con su cometido, combinaron la vida de Andrés Escobar, el defensor que fue asesinado después del Mundial de Estados Unidos y de Pablo Escobar, el líder del Cártel de Medellín que fue ultimado en 1993 por las fuerzas de seguridad. En Youtube hay varios links donde se lo puede ver sin problemas.
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