16 Marzo 2014
“Enróllenlas, porque las banderas no se bajan”, suele arengar la Presidenta a quienes la vivan en los actos en las primeras filas, para que desde atrás puedan verla. Sin embargo, el gobierno nacional y popular, el mismo que llegó para instaurar un “modelo de acumulación de matriz productiva diversificada e inclusión social”, hoy está dando otra imagen, ya se verá si simulada o no. Por lo pronto, muchos militantes han abandonado la defensa irrestricta del kirchnerismo, porque de aquello ha quedado poco y nada, mientras que otros se apelotonan para buscar un nuevo relato que entregue las explicaciones que el anterior ya no puede dar.
Perdidos hace rato los fundamentos económicos que sustentaron la recuperación en tiempos de Néstor Kirchner y fulminados por la inflación los sostenes sociales que se derivaron hacia las clases más postergadas, proceso que fabrica más pobres todos los días, tras las medidas económicas de enero que sustentaron el viraje final hacia la ortodoxia, el último gran sapo que se han tragado los más acérrimos defensores del modelo es el abandono de la pomposa “matriz productiva”, a la que se ha reemplazado por la tan odiada “matriz financiera”. Es que, con su accionar, el Gobierno acaba de entregar su brújula más emblemática y le vuelve a dar aire a la patria financiera que, ahora, bajo la nueva receta que le impuso su propia impericia en el manejo de variables, recrea un clásico: la carrera dólar-tasas. ¿Qué rendirá más, un depósito en pesos que gana 25% anual o quedarse en dólares? es la nueva-vieja pregunta que se hacen quienes tienen divisas en el colchón, mientras que, sin pensar en ninguna inversión productiva, hacen cuentas de precios de salida, tasas de equilibrio o compra de coberturas.
Para los sectores más ultras dentro del kirchnerismo, sobre todo los que están más hacia la izquierda, lo más terrible de bancar es que no fue ni José Alfredo Martínez de Hoz, ni Domingo Cavallo, por citar dos íconos del arbitraje, el responsable de tamaña blasfemia, sino el neokeynesiano y marxista Axel Kicillof, con el aval presidencial, desde ya. Esta realidad de timba inversora obliga al Gobierno a un fino equilibrio. Del otro lado, está el costado crediticio para las empresas que, con un control de precios que también inhibe la producción, buscaría ser contrarrestado con una política de ingresos que compense a los empresarios, aunque la mayor parte de ellos hayan ya levantado el pie del acelerador para este año. Y como de productividad no se habla, el correlato bien podría ser pérdida de puestos de trabajo y expectativas negativas para el consumo, otra base emblemática del modelo.
En la confusión en la que ha entrado el kirchnerismo que busca justificaciones para posicionarse mejor bajo el nuevo sol, se ha llegado a describir el proceso de estos últimos tiempos como una “alvearización”, para no hablar de “derechización”. Más “glasnostizado”, el titular de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, convoca a los jóvenes a un proceso de “primavera política”, en nombre de la lealtad. Y es más que probable que el ex presidente Juan Perón hubiese dicho que con los cambios que ha hecho Cristina Fernández se le ha visto “la pata a la sota” al kirchnerismo, mientras que, con menos pelos en la lengua, Raúl Alfonsín hubiera calificado la situación como algo propio del más rancio “conservadurismo”.
Los más duros del mundo K, sobre todo aquellos que siguen pensando pragmáticamente que es mejor que sucedan estas cosas aunque sea por un rato, para evitar deterioros institucionales y para que el modelo vuelva luego por sus fueros, se ponen un gancho en la boca para no hablar de “derechización” y se quedan en el rótulo confundiendo la realidad radical de 1920, que apuntaba a terminar con el “personalismo” de Hipólito Yrigoyen. En todo caso, no se puede “alvearizar” del todo un proceso que, como el kirchnerismo, es también ultrapersonalista.
Habría primero que determinar si todo lo que viene sucediendo es un viraje táctico, como ellos pretenden sugerir a la hora de decir que las utopías no se abandonan o si es algo que, desde ya que con secuelas inevitables, irremediablemente se mantendrá en el tiempo.
Conmovido por la realidad y golpeado políticamente por los casos de corrupción, tampoco el kirchnerismo ha encontrado un discurso que ayude a los militantes a recomponer la mística. Sólo balbucea que todo lo que se expone es fruto de una campaña de oscuras fuerzas que lo quieren derribar, que usan a los medios de comunicación para promover por repetición el caos institucional. A estas excusas, a las que ya muy pocos le prestan atención, se le opone la realidad de sus propias torpezas, cada día más plagada de exabruptos y fallidos. Pese a los intentos de retomar el control de la agenda, la semana mostró signos del desbande. Fue notorio en la seguidilla de traspiés de varios funcionarios, adherentes y otros vinculados de modo indirecto al Gobierno, quienes con su accionar o con su lengua expusieron a la luz la omnipotencia, la impericia, el descontrol o las contradicciones del kirchnerismo.
El caso del vicepresidente, Amado Boudou, que con el juego del Sudoku mientras el Jefe de Gabinete, Jorge Capitanich peleaba con senadores de la oposición, resultó ser todo un símbolo que combina el desinterés, la subestimación a su cargo institucional y el sentimiento de supremacía que debe sentir porque sigue zafando de acusaciones terribles, sólo porque si cae en la hoguera se puede llevar a algunos con él. Si bien el Jefe de Gabinete guardó las formas, tiene que haber sentido gran disgusto por el ninguneo, sobre todo porque él mismo jugó fuerte en las réplicas y hasta adoptó formas descalificatorias en algunos tramos de su disputa verbal, sobre todo con la senadora mendocina, la radical Laura Montero. “¿Sabe lo que es usted? ¡La perfecta representante del neoliberalismo que ha destruido los cimientos de la economía argentina!”, le enrostró. Luego, le pidió disculpas, pero los nervios que le producen al kirchnerismo defender cosas complicadas, algo que la oposición deja en evidencia cada vez que puede, habían quedado expuestos. Otro tanto pasó Axel Kicillof, también en el Senado, cuando tildó de “burradas” las criticas de quienes descalificaron el acuerdo con Repsol.
Burros, neoliberales, aberraciones, aumentos injustificados y mensajes cuasimafiosos todos salidos del mundo K, más paros de maestros que dejan a los chicos sin educación, violencia de piqueteros que tiraron de un puente a un discapacitado, narcotráfico en auge e inseguridad creciente que se cobra vidas todos los días se contrapusieron en la semana con la vigencia del papa Francisco, a quien ha ido a ver la Presidenta para ver si su imagen la ayuda a salir de la varadura.
Perdidos hace rato los fundamentos económicos que sustentaron la recuperación en tiempos de Néstor Kirchner y fulminados por la inflación los sostenes sociales que se derivaron hacia las clases más postergadas, proceso que fabrica más pobres todos los días, tras las medidas económicas de enero que sustentaron el viraje final hacia la ortodoxia, el último gran sapo que se han tragado los más acérrimos defensores del modelo es el abandono de la pomposa “matriz productiva”, a la que se ha reemplazado por la tan odiada “matriz financiera”. Es que, con su accionar, el Gobierno acaba de entregar su brújula más emblemática y le vuelve a dar aire a la patria financiera que, ahora, bajo la nueva receta que le impuso su propia impericia en el manejo de variables, recrea un clásico: la carrera dólar-tasas. ¿Qué rendirá más, un depósito en pesos que gana 25% anual o quedarse en dólares? es la nueva-vieja pregunta que se hacen quienes tienen divisas en el colchón, mientras que, sin pensar en ninguna inversión productiva, hacen cuentas de precios de salida, tasas de equilibrio o compra de coberturas.
Para los sectores más ultras dentro del kirchnerismo, sobre todo los que están más hacia la izquierda, lo más terrible de bancar es que no fue ni José Alfredo Martínez de Hoz, ni Domingo Cavallo, por citar dos íconos del arbitraje, el responsable de tamaña blasfemia, sino el neokeynesiano y marxista Axel Kicillof, con el aval presidencial, desde ya. Esta realidad de timba inversora obliga al Gobierno a un fino equilibrio. Del otro lado, está el costado crediticio para las empresas que, con un control de precios que también inhibe la producción, buscaría ser contrarrestado con una política de ingresos que compense a los empresarios, aunque la mayor parte de ellos hayan ya levantado el pie del acelerador para este año. Y como de productividad no se habla, el correlato bien podría ser pérdida de puestos de trabajo y expectativas negativas para el consumo, otra base emblemática del modelo.
En la confusión en la que ha entrado el kirchnerismo que busca justificaciones para posicionarse mejor bajo el nuevo sol, se ha llegado a describir el proceso de estos últimos tiempos como una “alvearización”, para no hablar de “derechización”. Más “glasnostizado”, el titular de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, convoca a los jóvenes a un proceso de “primavera política”, en nombre de la lealtad. Y es más que probable que el ex presidente Juan Perón hubiese dicho que con los cambios que ha hecho Cristina Fernández se le ha visto “la pata a la sota” al kirchnerismo, mientras que, con menos pelos en la lengua, Raúl Alfonsín hubiera calificado la situación como algo propio del más rancio “conservadurismo”.
Los más duros del mundo K, sobre todo aquellos que siguen pensando pragmáticamente que es mejor que sucedan estas cosas aunque sea por un rato, para evitar deterioros institucionales y para que el modelo vuelva luego por sus fueros, se ponen un gancho en la boca para no hablar de “derechización” y se quedan en el rótulo confundiendo la realidad radical de 1920, que apuntaba a terminar con el “personalismo” de Hipólito Yrigoyen. En todo caso, no se puede “alvearizar” del todo un proceso que, como el kirchnerismo, es también ultrapersonalista.
Habría primero que determinar si todo lo que viene sucediendo es un viraje táctico, como ellos pretenden sugerir a la hora de decir que las utopías no se abandonan o si es algo que, desde ya que con secuelas inevitables, irremediablemente se mantendrá en el tiempo.
Conmovido por la realidad y golpeado políticamente por los casos de corrupción, tampoco el kirchnerismo ha encontrado un discurso que ayude a los militantes a recomponer la mística. Sólo balbucea que todo lo que se expone es fruto de una campaña de oscuras fuerzas que lo quieren derribar, que usan a los medios de comunicación para promover por repetición el caos institucional. A estas excusas, a las que ya muy pocos le prestan atención, se le opone la realidad de sus propias torpezas, cada día más plagada de exabruptos y fallidos. Pese a los intentos de retomar el control de la agenda, la semana mostró signos del desbande. Fue notorio en la seguidilla de traspiés de varios funcionarios, adherentes y otros vinculados de modo indirecto al Gobierno, quienes con su accionar o con su lengua expusieron a la luz la omnipotencia, la impericia, el descontrol o las contradicciones del kirchnerismo.
El caso del vicepresidente, Amado Boudou, que con el juego del Sudoku mientras el Jefe de Gabinete, Jorge Capitanich peleaba con senadores de la oposición, resultó ser todo un símbolo que combina el desinterés, la subestimación a su cargo institucional y el sentimiento de supremacía que debe sentir porque sigue zafando de acusaciones terribles, sólo porque si cae en la hoguera se puede llevar a algunos con él. Si bien el Jefe de Gabinete guardó las formas, tiene que haber sentido gran disgusto por el ninguneo, sobre todo porque él mismo jugó fuerte en las réplicas y hasta adoptó formas descalificatorias en algunos tramos de su disputa verbal, sobre todo con la senadora mendocina, la radical Laura Montero. “¿Sabe lo que es usted? ¡La perfecta representante del neoliberalismo que ha destruido los cimientos de la economía argentina!”, le enrostró. Luego, le pidió disculpas, pero los nervios que le producen al kirchnerismo defender cosas complicadas, algo que la oposición deja en evidencia cada vez que puede, habían quedado expuestos. Otro tanto pasó Axel Kicillof, también en el Senado, cuando tildó de “burradas” las criticas de quienes descalificaron el acuerdo con Repsol.
Burros, neoliberales, aberraciones, aumentos injustificados y mensajes cuasimafiosos todos salidos del mundo K, más paros de maestros que dejan a los chicos sin educación, violencia de piqueteros que tiraron de un puente a un discapacitado, narcotráfico en auge e inseguridad creciente que se cobra vidas todos los días se contrapusieron en la semana con la vigencia del papa Francisco, a quien ha ido a ver la Presidenta para ver si su imagen la ayuda a salir de la varadura.
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