Por Bruno Farano
22 Junio 2014
EL MEJOR. Romero fue el mejor del equipo; tuvo varias atajas determinantes que impidieron que Argentina perdiera con Irán. reuters
¿Este es el nivel con el que Argentina pretende recuperar la gloria perdida? Así será difícil...
La Selección es un equipo timorato, híbrido que depende en demasía de lo que pueda hacer su máxima estrella Lionel Messi, que para colmo aparece a cuenta gotas.
En Brasil 2014 viene dulce la “Pulga”: se encendió dos veces y valieron seis puntos. Pero, sacando eso, no hay que darle muchas vueltas al asunto: Argentina no juega bien; su nivel roza lo mediocre.
Poco importa el sistema táctico que utilice Alejandro Sabella. Ya sea con el 5-3-2 del debut, o con el 4-3-3 de ayer contra Irán, el equipo carece de sorpresa, no tiene juego asociado y así todo se complica.
Ayer, Sabella pobló de delanteros la zona de fuego. Pero tampoco fue solución. Da la sensación de que Argentina no es un equipo; no tiene trabajo y que sólo es un gran cúmulo de individualidades. Con un Irán tan limitado como voluntarioso enfrente, Argentina erró los caminos para llegar al gol: trasladó demasiado la pelota, abusó del toqueteo intrascendente y los centros, y sólo pudo quebrar a su rival con un tiro desde afuera; algo que prácticamente no había hecho en los 90’. Ah, otra cosa, la figura de la cancha fue su arquero. Sí, Sergio Romero esta vez fue gigante.
Para colmo de males, Sabella pecó de temeroso. Nunca desarmó la línea de cuatro defensores, a pesar de que Irán atacaba sólo con un hombre.
Argentina demostró que aún está en pañales en este torneo. Para pensar en grande, todavía le falta mucho.
La Selección es un equipo timorato, híbrido que depende en demasía de lo que pueda hacer su máxima estrella Lionel Messi, que para colmo aparece a cuenta gotas.
En Brasil 2014 viene dulce la “Pulga”: se encendió dos veces y valieron seis puntos. Pero, sacando eso, no hay que darle muchas vueltas al asunto: Argentina no juega bien; su nivel roza lo mediocre.
Poco importa el sistema táctico que utilice Alejandro Sabella. Ya sea con el 5-3-2 del debut, o con el 4-3-3 de ayer contra Irán, el equipo carece de sorpresa, no tiene juego asociado y así todo se complica.
Ayer, Sabella pobló de delanteros la zona de fuego. Pero tampoco fue solución. Da la sensación de que Argentina no es un equipo; no tiene trabajo y que sólo es un gran cúmulo de individualidades. Con un Irán tan limitado como voluntarioso enfrente, Argentina erró los caminos para llegar al gol: trasladó demasiado la pelota, abusó del toqueteo intrascendente y los centros, y sólo pudo quebrar a su rival con un tiro desde afuera; algo que prácticamente no había hecho en los 90’. Ah, otra cosa, la figura de la cancha fue su arquero. Sí, Sergio Romero esta vez fue gigante.
Para colmo de males, Sabella pecó de temeroso. Nunca desarmó la línea de cuatro defensores, a pesar de que Irán atacaba sólo con un hombre.
Argentina demostró que aún está en pañales en este torneo. Para pensar en grande, todavía le falta mucho.
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