Por Nicolás Iriarte
22 Junio 2014
EL MOMENTO JUSTO. Lionel Messi acaba de convertir el gol y la platea estalla de alegría frente al televisor, menos Pablo Décima (el anfitrión) de brazos cruzados.
Como en las películas, la historia de como un grupo de amigos vivió el partido entre Argentina e Irán, comienza con una imagen satelital de la tierra, tomada en un plano cenital. A la velocidad de la luz y en dirección a nuestra provincia, la cámara comienza a descender y los colores verde y azul de nuestro planeta, a transformarse en paisajes más naturales. Todo se detiene en una pintoresca casa detrás de Las Yungas, casi al pie del cerro San Javier.
Adentro, se ve un remolino de manos, humo y diferentes ingredientes generado por Pablo Décima. Son la 1 de la mañana y el dueño de casa prepara la picada más completa del universo, digna de un Mundial: quesos, paté, pizza, empanadas, berenjenas al escabeche, tortilla de papas, varias verduras en aceite, pochoclos caseros y los tradicionales snacks.
Y eso que todavía faltan 12 horas para el comienzo del partido. La previa de “Porota”, el anfitrión de la jornada, es la que viven miles de tucumanos que aprovecharon el mayor centro que el destino podía tirarles: un partido de la Selección ante un rival débil, un sábado al mediodía y con un clima favorable pese a que es invierno. No quedaba otra: había que cabecearlo con un asado al ángulo.
Pasada la media mañana, uno a uno, los compañeros de la Promoción ‘96 del Colegio Tulio García Fernández fueron llegando hasta conformar un simbólico número: 11. Sebastián “Esponja” Rodríguez, Rodolfo “Colorado” Medina, Hugo “Perro” Ovejero, Roque “Negro” Gallardo, Augusto “Indio” Ávila, Matías “Cabezón” Campos, Gustavo “Gordo” Abdelnur, Augusto “Oreja” Usandivaras, Cristian “La Chancha” Molina Aguirre y Santiago “Mago” Arias.
Rodrigo “Petaca” Sánchez Torrens, el jugador número 12 llegaría con el partido comenzado y tendría las cargadas pertinentes.
La interacción entre una docena de personas tan o mucho más cercanas que un equipo, es conocida pero no deja de ser graciosa, aún para alguien ajeno. Y si es una fórmula conocida y efectiva, nunca va a faltar el clásico “contra”.
El “Colorado”, desde que ha llegado, no parece a gusto con Lionel Messi. “El Diego (Maradona) es el Diego”, repite una y otra vez dejando en claro que “Leo” no le cae bien. “El Diego jugó con el tobillo inflamado”, aclara ante abucheos.
El “Colorado” tampoco parece estar cómodo con la calidad de definición del televisor. “En tu auto vas a terminar viendo el partido”, le advierten para evitar que continúe. “¡Pero si en el estéreo del auto voy a ver mejor que acá!”, reniega, ya dejando sin más respuesta que carcajadas al resto.
Y mientras se juega el torneo más importante del mundo, con los mejores jugadores del mundo y en uno de los países más futboleros del mundo, el “Mago” y la “Chancha” discuten la estrategia para el torneo de profesionales que juegan para ingenieros F en el predio de Adput, cerca de San Andrés. Ignorando sin culpas tamaño evento y motivándose por el escenario al mismo tiempo.
Después de todo, eso es más o menos lo que hace el resto de los mortales: jugar al fútbol para intentar imitar en algo a los verdaderos entendidos, los profesionales. Ya sea en una poceada cancha de 11 o en una carpeta gastada bajo techo, cinco contra cinco.
“Oreja” y “Petaca” también lo hacen, pero con una particularidad: son signados por sus amigos como los “Messi” del grupo. El ‘Messi’ del fútbol es ‘Petaca’, sin dudas. Pero el de la vida es ‘Oreja’”, afirma el “Gordo” Abdelnur al igual que la mayoría de sus compañeros. “’Oreja’ gambeteó hasta el matrimonio”, sentencia.
Usandivaras no asume el mote, pero Sánchez Torrens lo agarra como el de Barcelona a la cinta de capitán: “hasta tuve el mismo problema de crecimiento de Messi pero no me alcanzó la plata como para terminarlo”.
Los chistes comienzan a escasear: ninguno de los presentes iba a pensar que el asado iba a estar listo antes que el trámite del partido, pero así son las cosas. “¿Querés que ponga más carne en la bandeja?”, pregunta el anfitrión. “Quiero que pongas HD en el televisor”, responde rápido el “Colorado” que sigue ácido con el dueño de casa y Messi.
“Leo” sintió la mojada de oreja y respondió con ese golazo que desahogó a todas las casas del pie del cerro, de Marcos Paz, de la capital, de Tucumán y de todo el país. En el festejo, Ángel Di María y compañía se tiraron encima de Messi. En esta casa, todos fueron arriba del “Colorado”, que gritó el gol de Lionel como si lo hubiese hecho el Diego.
Adentro, se ve un remolino de manos, humo y diferentes ingredientes generado por Pablo Décima. Son la 1 de la mañana y el dueño de casa prepara la picada más completa del universo, digna de un Mundial: quesos, paté, pizza, empanadas, berenjenas al escabeche, tortilla de papas, varias verduras en aceite, pochoclos caseros y los tradicionales snacks.
Y eso que todavía faltan 12 horas para el comienzo del partido. La previa de “Porota”, el anfitrión de la jornada, es la que viven miles de tucumanos que aprovecharon el mayor centro que el destino podía tirarles: un partido de la Selección ante un rival débil, un sábado al mediodía y con un clima favorable pese a que es invierno. No quedaba otra: había que cabecearlo con un asado al ángulo.
Pasada la media mañana, uno a uno, los compañeros de la Promoción ‘96 del Colegio Tulio García Fernández fueron llegando hasta conformar un simbólico número: 11. Sebastián “Esponja” Rodríguez, Rodolfo “Colorado” Medina, Hugo “Perro” Ovejero, Roque “Negro” Gallardo, Augusto “Indio” Ávila, Matías “Cabezón” Campos, Gustavo “Gordo” Abdelnur, Augusto “Oreja” Usandivaras, Cristian “La Chancha” Molina Aguirre y Santiago “Mago” Arias.
Rodrigo “Petaca” Sánchez Torrens, el jugador número 12 llegaría con el partido comenzado y tendría las cargadas pertinentes.
La interacción entre una docena de personas tan o mucho más cercanas que un equipo, es conocida pero no deja de ser graciosa, aún para alguien ajeno. Y si es una fórmula conocida y efectiva, nunca va a faltar el clásico “contra”.
El “Colorado”, desde que ha llegado, no parece a gusto con Lionel Messi. “El Diego (Maradona) es el Diego”, repite una y otra vez dejando en claro que “Leo” no le cae bien. “El Diego jugó con el tobillo inflamado”, aclara ante abucheos.
El “Colorado” tampoco parece estar cómodo con la calidad de definición del televisor. “En tu auto vas a terminar viendo el partido”, le advierten para evitar que continúe. “¡Pero si en el estéreo del auto voy a ver mejor que acá!”, reniega, ya dejando sin más respuesta que carcajadas al resto.
Y mientras se juega el torneo más importante del mundo, con los mejores jugadores del mundo y en uno de los países más futboleros del mundo, el “Mago” y la “Chancha” discuten la estrategia para el torneo de profesionales que juegan para ingenieros F en el predio de Adput, cerca de San Andrés. Ignorando sin culpas tamaño evento y motivándose por el escenario al mismo tiempo.
Después de todo, eso es más o menos lo que hace el resto de los mortales: jugar al fútbol para intentar imitar en algo a los verdaderos entendidos, los profesionales. Ya sea en una poceada cancha de 11 o en una carpeta gastada bajo techo, cinco contra cinco.
“Oreja” y “Petaca” también lo hacen, pero con una particularidad: son signados por sus amigos como los “Messi” del grupo. El ‘Messi’ del fútbol es ‘Petaca’, sin dudas. Pero el de la vida es ‘Oreja’”, afirma el “Gordo” Abdelnur al igual que la mayoría de sus compañeros. “’Oreja’ gambeteó hasta el matrimonio”, sentencia.
Usandivaras no asume el mote, pero Sánchez Torrens lo agarra como el de Barcelona a la cinta de capitán: “hasta tuve el mismo problema de crecimiento de Messi pero no me alcanzó la plata como para terminarlo”.
Los chistes comienzan a escasear: ninguno de los presentes iba a pensar que el asado iba a estar listo antes que el trámite del partido, pero así son las cosas. “¿Querés que ponga más carne en la bandeja?”, pregunta el anfitrión. “Quiero que pongas HD en el televisor”, responde rápido el “Colorado” que sigue ácido con el dueño de casa y Messi.
“Leo” sintió la mojada de oreja y respondió con ese golazo que desahogó a todas las casas del pie del cerro, de Marcos Paz, de la capital, de Tucumán y de todo el país. En el festejo, Ángel Di María y compañía se tiraron encima de Messi. En esta casa, todos fueron arriba del “Colorado”, que gritó el gol de Lionel como si lo hubiese hecho el Diego.