Saltos en el tiempo en dos décadas de historia argentina

Elenco internacional para el debut del ganador de un Oscar, Eugenio Zanetti.

26 Junio 2014
El preciosismo visual del cordobés Eugenio Zanetti sostiene “Amapola”. Esta película es su debut como director tras una larga carrera que en sus inicios se remonta a la argentina “La tregua”, de 1974. Fundamentalmente dedicado al diseño y a la dirección artística de los filmes, áreas que lo llevaron a ganar un Oscar en 1995 por la norteamericana “Restauración” y a arañar otro en 1998, por el despliegue de texturas y colores que alcanzó en “Más allá de los sueños”.

En su primer producto como máximo responsable, encaró tres décadas de la historia argentina (quizás las más complejas y difíciles de explicar): las que van desde el fallecimiento de Eva Perón en 1952 al final de la guerra de Malvinas y el comienzo del derrumbe de la dictadura militar. Narrar este período encierra un desafío de alta peligrosidad, ya que requiere contundencia en el relato; síntesis y capacidad de selección para no detenerse en cada episodio, y capacidad actoral y adecuada dirección de los protagonistas.

Zanetti se apropió de la historia para evitar el discurso lineal, con recursos de saltos en el tiempo. De este modo, lo que le pasó al país y a sus habitantes se transforma en un relato con elementos de fantasía y con numerosos pasos de baile y canto. Y lo ubica geográficamente en el delta del Tigre, donde está instalado el Gran Hotel Amapola (¿será posible abstraerse de la recientemente estrenada “Gran Hotel Budapest”?).

Allí vive Amapola Guerrero (personaje a cargo de la norteamericana Camilla Belle), quien recibe la capacidad de ir y venir en el tiempo, lo que la impulsa a intentar cambiar el curso de los acontecimientos para evitar la disolución familiar y tratar de hacer que el amor venza.

El elenco multinacional se completa el canadiense François Arnaud (personifica a un soldado que desertó de la guerra de Vietnam y recaló en la Argentina hiperviolenta de esos años); la española Paz Vega; y los argentinos Luciano Cáceres, Elena Roger, Leonor Benedetto y Lito Cruz, entre muchos otros. Y, fundamentalmente, Geraldine Chaplin, a quien atarla a una nacionalidad parece una herejía.

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