02 Julio 2014
EN MISIÓN. Orlando Bravo y Darío Albornoz, en el relevamiento. foto de dario albornoz
Desde que se conoció que La Ciudacita fue declarada patrimonio universal por la Unesco, esa declaratoria sigue generando debate. Desconocida para la mayoría de los tucumanos por su inaccesibilidad - las ruinas están ubicadas a 4.300 metros de altura, al suroeste de Tucumán, en los Nevados del Aconquija- el “Machu Picchu tucumano” divide opiniones entre quienes sugieren preservarla inaccesible y entre aquellos que valoran su potencial turístico y de mercado.
Entre los que miran la declaratoria con cautela está Carlos Darío Albornoz. Fotógrafo, daguerrotipista y conservador de fotografías, integró en 1986 una expedición arqueológica de relevamiento a La Ciudacita con otros miembros del entonces naciente Instituto de Arqueología de la UNT.
Ahora, la declaratoria de la Unesco impulsó a Albornoz a desempolvar no sólo ese archivo fotográfico sino también la memoria de esa expedición. “En 1986, el ya fallecido doctor Orlando Bravo (profesor de Física y montañista apasionado) solicitó la colaboración del Instituto y de otros arqueólogos con conocimientos del tema incaico para realizar una expedición a las Ruinas de La Ciudacita”, recuerda el especialista.
Ese sitio precolombino ya había sido relevado por otros expertos, entre ellos el geógrafo Enrique Würschmidt y el arqueólogo Osvaldo Paulotti, que en 1965 había publicado fotografías del sitio. Una de las misiones del grupo que integró Albornoz consistía en comparar el sitio, dos décadas después. “Lo único que me animo a decir es que en comparación con las imágenes de Paulotti, el sitio no había sido depredado y tampoco había sufrido derrumbes por causas naturales o de tránsito de ganado desde y hacia Catamarca en los 30 años entre una y otra fotografía”, le cuenta ahora Albornoz a LA GACETA. “Sin embargo -continúa- , es posible que el proceso de destrucción comience con la apertura directa al turismo en el sitio”.
Y advierte: “se debe procurar la protección por parte de quienes detentan el poder de policía en relación al patrimonio de la región y un estricto seguimiento del estado de conservación del sitio por parte de especialistas en arqueología”.
En una sintonía parecida se pronunció la semana pasada la comunidad originaria Solco- Yampa, perteneciente al pueblo diaguita. Rolando Fregenal, cacique de los Solco-Yampa, aseguró que su comunidad “nunca fue consultada de ese proyecto”.
Precisamente, la intervención de las comunidades locales es la clave para que La Ciudacita no sea un fracaso, afirma, desde Jujuy, la líder kolla Rosario Quispe .
“Humahuaca y Tilcara están depredadas porque las ha hecho la gente de afuera. Si uno es el que manda, el que organiza, el que hace las cosas, no tiene por qué arruinarse La Ciudacita. Si el Estado les da a los pobladores la posibilidad de que hagan sus hoteles, sus empresas, no la van a arruinar. Le aseguro que no necesariamente tiene que terminar así”.
Entre los que miran la declaratoria con cautela está Carlos Darío Albornoz. Fotógrafo, daguerrotipista y conservador de fotografías, integró en 1986 una expedición arqueológica de relevamiento a La Ciudacita con otros miembros del entonces naciente Instituto de Arqueología de la UNT.
Ahora, la declaratoria de la Unesco impulsó a Albornoz a desempolvar no sólo ese archivo fotográfico sino también la memoria de esa expedición. “En 1986, el ya fallecido doctor Orlando Bravo (profesor de Física y montañista apasionado) solicitó la colaboración del Instituto y de otros arqueólogos con conocimientos del tema incaico para realizar una expedición a las Ruinas de La Ciudacita”, recuerda el especialista.
Ese sitio precolombino ya había sido relevado por otros expertos, entre ellos el geógrafo Enrique Würschmidt y el arqueólogo Osvaldo Paulotti, que en 1965 había publicado fotografías del sitio. Una de las misiones del grupo que integró Albornoz consistía en comparar el sitio, dos décadas después. “Lo único que me animo a decir es que en comparación con las imágenes de Paulotti, el sitio no había sido depredado y tampoco había sufrido derrumbes por causas naturales o de tránsito de ganado desde y hacia Catamarca en los 30 años entre una y otra fotografía”, le cuenta ahora Albornoz a LA GACETA. “Sin embargo -continúa- , es posible que el proceso de destrucción comience con la apertura directa al turismo en el sitio”.
Y advierte: “se debe procurar la protección por parte de quienes detentan el poder de policía en relación al patrimonio de la región y un estricto seguimiento del estado de conservación del sitio por parte de especialistas en arqueología”.
En una sintonía parecida se pronunció la semana pasada la comunidad originaria Solco- Yampa, perteneciente al pueblo diaguita. Rolando Fregenal, cacique de los Solco-Yampa, aseguró que su comunidad “nunca fue consultada de ese proyecto”.
Precisamente, la intervención de las comunidades locales es la clave para que La Ciudacita no sea un fracaso, afirma, desde Jujuy, la líder kolla Rosario Quispe .
“Humahuaca y Tilcara están depredadas porque las ha hecho la gente de afuera. Si uno es el que manda, el que organiza, el que hace las cosas, no tiene por qué arruinarse La Ciudacita. Si el Estado les da a los pobladores la posibilidad de que hagan sus hoteles, sus empresas, no la van a arruinar. Le aseguro que no necesariamente tiene que terminar así”.