Por Roberto Espinosa
12 Julio 2014
Son viejos conocidos. Cada uno tiene su tradición futbolística. Alemania llega envalentonada a la final tras el remolino de goles con el que arrasó las ilusiones de Brasil. Un triunfo que no reflejó con exactitud el potencial de cada equipo. Los dos goles tempraneros de Müller y Klose no solo dejaron “groggy” a los “cariocas”, sino también disminuidos psicológicamente, situación que les permitió a los alemanes hacer leña del árbol caído. Ese “você abusou” del 7 a 1 contrasta con el 2 a 2 ante el “modesto” Ghana. Argentina pasó del agónico triunfo ante el enclenque Irán a la solidez ante el ponderado Bélgica. El heroísmo de Messi en los tres primeros partidos, le cedió lugar al equipo sólido frente el sobrevaluado Holanda. Los teutones nos ningunean, dan por sentado que beberán la cerveza de la felicidad. “Le vamo a hacé dó, tré”, “Ganamo 3 a 1”, “le vamo a llená de gole la cara”, decimos los criollos tucumanensis, haciéndonos eco del deseo de millones de cumpas en el país. ¿Podrán hacer el Krol con nuestra defensa? ¿Podremos hacer “Lío” en la red germana? ¿Doña Ángela los merkelizará hasta el podio? ¿“Fideo” hará un desaguisado en el área rival? ¿Les habrá quedado un golcito en los barriles del Rin para ser campeones? ¿Nos convenceremos de que el Barbudo saborea, de vez en cuando, un bienbec colaleño? Las estadísticas, los pronósticos, los “pasamo por encima”, serán un chisporroteo cuando la redonda comience a rodar, como la luna hacia el arcoíris. La verdad de la milanesa es el resultado. Dicen que la confianza es una llave del éxito, pero su exceso es amigo del fracaso. ¿Dicha o desdicha? Por si acaso, no hay que vender la piel antes de matar al oso, ¿que no?