Por Nicolás Iriarte
14 Julio 2014
UNA CONSTANTE. Garay le gana por arriba a Müller durante el primer tiempo del partido jugado en el Maracaná. Demichelis también se destacó a su lado.
El de Mario Götze fue el primer gol que recibió la Selección desde aquel partido con Nigeria. Parece que fue hace un año pero fueron solo 20 días. Ahmed Musa sacó fácilmente tuercas de un motor defensivo que a partir de allí, permanecerían ajustadas con firmeza y permitirían un funcionamiento casi perfecto.
Durante los partidos de octavos, cuartos y semifinales, el área argentina fue una bóveda prácticamente sin una clave generada para su ingreso. Incluso Alemania estuvo 113 minutos para descifrarla.
En total fueron 630 minutos (desde octavos hasta la final incluida) con un solo gol recibido (contemplando además los tiempos suplementarios). Gran parte de esa gesta fue gracias a la dupla de centrales. Ezequiel Garay y Federico Fernández disputaron el partido contra Suiza y en los restantes, Martín Demichelis reemplazó al jugador de Napoli.
Ayer, como contra Holanda, el trabajo de ambos tuvo picos altísimos: despejando, anticipando y saliendo del área por el piso. Las fallas son identificables: el cabezazo de Benedikt Höwedes al palo y una pequeña desconcentración en ese fatal minuto 113. Götze recibió solo, entre ambos centrales, cuando Demichelis intentaba ayudar con una cobertura sobre André Schürrle, el autor del centro más incisivo en los últimos 26 años que recibió la Selección Argentina.
El último gol del Mundial fue apenas el cuarto que recibiría el equipo en todo el torneo: cuatro en siete partidos. Mención especial para Pablo Zabaleta y Marcos Rojo, los laterales de una defensa confiable. Parece mentira que el sector argentino que más desconfianza generaba, más haya respondido y viceversa. El ataque, donde se vaticinaban tres goles por partido, terminó fallando en momentos clave.
En esos 630 minutos de los partidos de play off (Suiza, Bélgica, Holanda y Alemania) el seleccionado sólo anotó dos goles. Gonzalo Higuaín y Ángel Di María, los autores.
Habrá que ver si la semilla de una dupla de centrales -algo por lo que el futbolero viene rogando hace años- puede seguir dando frutos en los próximos años.
Durante los partidos de octavos, cuartos y semifinales, el área argentina fue una bóveda prácticamente sin una clave generada para su ingreso. Incluso Alemania estuvo 113 minutos para descifrarla.
En total fueron 630 minutos (desde octavos hasta la final incluida) con un solo gol recibido (contemplando además los tiempos suplementarios). Gran parte de esa gesta fue gracias a la dupla de centrales. Ezequiel Garay y Federico Fernández disputaron el partido contra Suiza y en los restantes, Martín Demichelis reemplazó al jugador de Napoli.
Ayer, como contra Holanda, el trabajo de ambos tuvo picos altísimos: despejando, anticipando y saliendo del área por el piso. Las fallas son identificables: el cabezazo de Benedikt Höwedes al palo y una pequeña desconcentración en ese fatal minuto 113. Götze recibió solo, entre ambos centrales, cuando Demichelis intentaba ayudar con una cobertura sobre André Schürrle, el autor del centro más incisivo en los últimos 26 años que recibió la Selección Argentina.
El último gol del Mundial fue apenas el cuarto que recibiría el equipo en todo el torneo: cuatro en siete partidos. Mención especial para Pablo Zabaleta y Marcos Rojo, los laterales de una defensa confiable. Parece mentira que el sector argentino que más desconfianza generaba, más haya respondido y viceversa. El ataque, donde se vaticinaban tres goles por partido, terminó fallando en momentos clave.
En esos 630 minutos de los partidos de play off (Suiza, Bélgica, Holanda y Alemania) el seleccionado sólo anotó dos goles. Gonzalo Higuaín y Ángel Di María, los autores.
Habrá que ver si la semilla de una dupla de centrales -algo por lo que el futbolero viene rogando hace años- puede seguir dando frutos en los próximos años.