Casi una resurrección para Bruno Rainone

El jujeño estuvo 14 meses fuera de la cancha debido a la rotura de ligamentos cruzados anteriores.

UN SUEÑO. “Me encantaría formar parte del primer Lince campeón”, dice Bruno. UN SUEÑO. “Me encantaría formar parte del primer Lince campeón”, dice Bruno.
16 Julio 2014
Contra la desgracia no hay gambeta que valga. Espera en cualquier esquina y ataca, tarde o temprano, sin importar las precauciones. Desde aquel día negro contra Tiro Federal, Bruno Rainone lo entiende muy bien. No hizo nada que un jugador de rugby no haga decenas de veces por partido, pero fue él quien apareció tirado en el suelo con la pierna doblada cuando se disipó la polvareda. En una acción confusa, intentó tacklear a un rival y un botín se le trabó en el piso. Inmediatamente, sintió el crack espeluznante que ningún deportista quiere oír.

En términos académicos, la lesión se conoce como rotura de ligamentos cruzados anteriores. Pero Bruno la define con términos más simples: “me rompí todo. Todo. Por eso estuve un año y dos meses sin jugar. En ese momento no sabía qué pasaba, lo único que quería era que me acomodaran el hueso para seguir jugando. Por suerte Bruno Fernández, el traumatólogo de mi club, me pidió que me calmara y me acomodó la gamba. Era justo lo que necesitaba, porque si en 24 horas no me hacían una buena reducción, tenía riesgo de perder la pierna”.

Ese día comenzó una larga y difícil procesión para el jugador de Lince. Una que, por cierto, pudo haber sido mucho peor.

Empezar de nuevo
“Fueron como ocho médicos los que me dijeron que no iba a poder jugar más. Era durísimo escuchar eso, porque el rugby es el deporte de mi vida y no podía ni pensar en no volver”, cuenta el wing, que conoció la ovalada en Suri RC, en su Jujuy natal. “Por eso seguí buscando opiniones, hasta que me dijeron que sí iba a poder, pero que me tendrían que operar en Buenos Aires. Gabriel Mecozzi, que es traumatólogo y fue capitán de Lince, me hizo el contacto para que me operaran en el Hospital Italiano. El día que lo hicieron fue el más feliz de mi vida”, asegura.

En casos tan extremos, la diferencia entre los que vuelven y los que no, está en la disciplina. “Me siento orgulloso, porque cumplí con el protocolo de recuperación al pie de la letra, día por día”, subraya. Sin embargo, aún no se inventó la fisioterapia para el espíritu, y el de Bruno se vino abajo, como el de todo rugbista que debe pasar tanto tiempo sin tocar la rugosidad de la guinda.

“A los videos de motivación que hay en Youtube me los conozco a todos. Además, me enfoqué mucho en la facultad -estudia Arquitectura-, y tuve un año espectacular. Pero por sobre todo me aferré a la familia. Tengo un ahijado que es un ángel; cada vez que miro su foto me da fuerzas, porque él también tiene un problema de movilidad, pero es de nacimiento”, comparte.

Hubo además una forma especial de hacer catarsis: escribir. “A medida que evolucionaba, fui compartiendo lo que sentía en notas de Facebook. Mucha gente me mandó mensajes de apoyo. Ojalá en algún momento pueda servirle a otros chicos que pasen por lo mismo”, anhela Bruno.

El tan esperado regreso se produjo en junio, aunque no fue el que esperaba. “Jugué en preintermedia, y no lo disfruté para nada, porque si antes pensaba en llegar al ingoal, ese día sólo pensaba en la pierna. Tenía miedo de sentir un tirón o algo. Se me cayeron varias pelotas de las manos, tenía la cabeza en cualquier parte, je”, recuerda Rainone.

Sin embargo, el paso más importante ya estaba dado: “extrañaba jugar, pero por lo que más quería volver era para demostrarles a mis compañeros que si hay fe y paciencia, se puede”.

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