Por Jose Ariel Ibañez
31 Julio 2014
La nota había sido acordada unas horas después del tercer ascenso de San Martín a Primera. Estaba previsto editar un suplemento especial con detalles del éxito futbolístico y no podía faltar la opinión del máximo dirigente argentino. Su secretario privado fijó el día y la hora de la entrevista. Llegado el momento, se produjo la llamada. Grande fue mi sorpresa cuando desde el otro lado de la línea no estaba su secretario, que oficiaba de filtro. Atendió el mismo Julio Grondona. Con voz pausada y ronca, respondió amablemente. “Soy periodista de LA GACETA de Tucumán. Había acordado una nota con usted”, fue la introducción. No hizo falta ninguna aclaración. Opinó sobre el logro del “santo” y mostró su respeto por el fútbol tucumano. Tras tres preguntas, el hombre pidió una atención: “me va a disculpar pero estoy en Australia. Vine de urgencia por una reunión de la FIFA y aquí son las cinco de la mañana. Le pido por favor que me deje dormir un ratito más”. No era necesario insistir. Grondona había cumplido su palabra. La nota estaba asegurada.
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Julio Humberto Grondona
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