Por Indalecio Francisco Sanchez
01 Octubre 2014
Después de una extensa letanía, algunos hombres del alperovichismo ya se saben candidatos y a otros les quedó (les dejaron) en claro que deberán esperar que el dedo del gobernador los apunte para que se defina si formarán parte del equipo electoral del año próximo.
Alperovich se puso serio cuando vio las últimas encuestas. “Hasta aquí, con estos números, ganamos”, habría sido el comentario entre el gobernador y su intimísimo círculo de colaboradores. El problema fue el “hasta aquí”. La diferencia a favor del oficialismo es corta y no da margen para que la tropa se disperse y arme listas colectoras que persigan el interés de los popes territoriales por sobre el de “la corona”. Y ahí José bajó la orden. “El que define las candidaturas y el armado de las listas soy yo”, más o menos les habría dicho.
Recibido el chirlo, los peronistas comenzaron a juntarse para la foto. Literalmente, apareció una imagen histórica: el sábado 20 de septiembre Alperovich, Regino Amado, Juan Antonio Ruiz Olivares, Roque Alvarez, Juan Manzur, Alberto Olea y Osvaldo Jaldo posaron sonrientes y juntos en la entrega de una ambulancia en Monteros. “Este proyecto va a seguir, porque aquí hay unidad, aquí todos trabajan con el mismo objetivo, legisladores, intendentes, ministros”, dijo Alperovich en el acto público. Los buenos entendedores que oyeron esas pocas palabras pertenecen a grupos internos diferentes. Amado y Olea son “bettystas”, Ruiz Olivares y Alvarez, “manzuristas”, y Jaldo pugna per se. Cualquier conocedor de la vida peronista sabe que la “vieja guardia” de ese partido detesta al ministro del Interior. Pero aquel día esbozaron una sonrisa en pos del mandato unificador de Alperovich. Les quedó claro que el que maneja el poder -y la lapicera- continúa siendo el gobernador.
Por ello Manzur y Jaldo comenzaron a salir juntos por el interior y el vicegobernador en licencia reiterada empezó a hablar más de su inventor y menos de él mismo en los discursos. Ahora dice que el proyecto “es de José” y que de ser posible el propio gobernador debería ser quien continúe en el poder.
El secreto de sus ojos
Pero la historia del hombre al que el olfato, el cerebro y hasta los huesos le dicen que sus días en el trono se están terminando aún no cuenta con un final escrito. Algunos colaboradores cercanos al matrimonio gobernante dicen que a Alperovich le cuesta enfrentar la mirada penetrante de los ojos claros de su mujer. Beatriz Rojkés no se bajó de la candidatura, sólo fue respetuosa. Frenó su ímpetu y se tragó la bronca cuando su esposo le dijo “no”. Estuvo a punto de aclarar: “eso opina él”. Pero no lo hizo. Ahora espera y sus seguidores continúan trabajando como si nada hubiera pasado. Confían en que Alperovich terminará enfrentando la mirada de Betty y aceptando el peso de su historia juntos. Ese relato, juran los bettyboys, no está cerrado.
Por ello no está segura la yunta que camina la provincia sonriente y a los abrazos por estos días. Alperovich apenas si los está mostrando, juran algunos. El gobernador seguirá lo que le digan los números y si el “hasta aquí” amenaza con convertirse en un “ya no alcanza” cambiará la dupla sin que le tiemble el pulso.
“Tienen miedo”
En el Acuerdo Cívico y Social ya ensayan cánticos para celebrar la victoria el año próximo. “Tienen miedo”, corean algunos boina blanca que ahora siguen ciegos a José Cano, cuando hasta hace poco se esforzaban para cuestionarlo. El canismo se sabe fuerte, pero tampoco quiere (ni puede) cantar victoria antes de tiempo. Los números ajustados obligan a los acuerdistas a afinar la estrategia. Preocupó a los pejotistas que se codean con Cano el papel de Vargas Aignasse. “Nos lesiona de cara a la negociación por candidaturas”, se quejó un viejo peronista. Se rumorea que hasta el ahora hiperactivo ministro fiscal “Pirincho” Jiménez husmea entre los dichos de “Gero” y de Hadla para citarlos de oficio a declarar en los Tribunales provinciales. Paradojas de la vida, a los radicales hoy los números les dicen que su victoria depende de algún grupo del Partido Justicialista, más allá que sea blanco, azul o colorado...
Alperovich se puso serio cuando vio las últimas encuestas. “Hasta aquí, con estos números, ganamos”, habría sido el comentario entre el gobernador y su intimísimo círculo de colaboradores. El problema fue el “hasta aquí”. La diferencia a favor del oficialismo es corta y no da margen para que la tropa se disperse y arme listas colectoras que persigan el interés de los popes territoriales por sobre el de “la corona”. Y ahí José bajó la orden. “El que define las candidaturas y el armado de las listas soy yo”, más o menos les habría dicho.
Recibido el chirlo, los peronistas comenzaron a juntarse para la foto. Literalmente, apareció una imagen histórica: el sábado 20 de septiembre Alperovich, Regino Amado, Juan Antonio Ruiz Olivares, Roque Alvarez, Juan Manzur, Alberto Olea y Osvaldo Jaldo posaron sonrientes y juntos en la entrega de una ambulancia en Monteros. “Este proyecto va a seguir, porque aquí hay unidad, aquí todos trabajan con el mismo objetivo, legisladores, intendentes, ministros”, dijo Alperovich en el acto público. Los buenos entendedores que oyeron esas pocas palabras pertenecen a grupos internos diferentes. Amado y Olea son “bettystas”, Ruiz Olivares y Alvarez, “manzuristas”, y Jaldo pugna per se. Cualquier conocedor de la vida peronista sabe que la “vieja guardia” de ese partido detesta al ministro del Interior. Pero aquel día esbozaron una sonrisa en pos del mandato unificador de Alperovich. Les quedó claro que el que maneja el poder -y la lapicera- continúa siendo el gobernador.
Por ello Manzur y Jaldo comenzaron a salir juntos por el interior y el vicegobernador en licencia reiterada empezó a hablar más de su inventor y menos de él mismo en los discursos. Ahora dice que el proyecto “es de José” y que de ser posible el propio gobernador debería ser quien continúe en el poder.
El secreto de sus ojos
Pero la historia del hombre al que el olfato, el cerebro y hasta los huesos le dicen que sus días en el trono se están terminando aún no cuenta con un final escrito. Algunos colaboradores cercanos al matrimonio gobernante dicen que a Alperovich le cuesta enfrentar la mirada penetrante de los ojos claros de su mujer. Beatriz Rojkés no se bajó de la candidatura, sólo fue respetuosa. Frenó su ímpetu y se tragó la bronca cuando su esposo le dijo “no”. Estuvo a punto de aclarar: “eso opina él”. Pero no lo hizo. Ahora espera y sus seguidores continúan trabajando como si nada hubiera pasado. Confían en que Alperovich terminará enfrentando la mirada de Betty y aceptando el peso de su historia juntos. Ese relato, juran los bettyboys, no está cerrado.
Por ello no está segura la yunta que camina la provincia sonriente y a los abrazos por estos días. Alperovich apenas si los está mostrando, juran algunos. El gobernador seguirá lo que le digan los números y si el “hasta aquí” amenaza con convertirse en un “ya no alcanza” cambiará la dupla sin que le tiemble el pulso.
“Tienen miedo”
En el Acuerdo Cívico y Social ya ensayan cánticos para celebrar la victoria el año próximo. “Tienen miedo”, corean algunos boina blanca que ahora siguen ciegos a José Cano, cuando hasta hace poco se esforzaban para cuestionarlo. El canismo se sabe fuerte, pero tampoco quiere (ni puede) cantar victoria antes de tiempo. Los números ajustados obligan a los acuerdistas a afinar la estrategia. Preocupó a los pejotistas que se codean con Cano el papel de Vargas Aignasse. “Nos lesiona de cara a la negociación por candidaturas”, se quejó un viejo peronista. Se rumorea que hasta el ahora hiperactivo ministro fiscal “Pirincho” Jiménez husmea entre los dichos de “Gero” y de Hadla para citarlos de oficio a declarar en los Tribunales provinciales. Paradojas de la vida, a los radicales hoy los números les dicen que su victoria depende de algún grupo del Partido Justicialista, más allá que sea blanco, azul o colorado...