Por Jorge Figueroa
20 Octubre 2014
Desde hace algunos años, en particular con el kirchnerismo, una y otra vez se demanda a los artistas por la identidad. Incluso, la presentación de la obra de Carlos Ripamonte, se hace en nombre de la identidad. ¿Será que desde los programas oficiales se pretende que el artista sea fiel a su memoria, a las marcas de identidad y a las condiciones propias de su contexto, de su región? La identidad aparece así como un concepto estático, inmóvil, como algo dado para siempre, y no como una construcción permanente, que se va modificando. Tomar lo ajeno como propio, fue una de las más recurrentes operaciones a la que acudió el arte contemporáneo para deconstruir esa dicotomía (propio/ajeno), que existe en el núcleo del concepto de identidad. No hay que olvidar, además, que hay nuevos sujetos sociales (minorías étnicas, sexuales y religiosas, comunidades femeninas y movimientos sociales y regionales), con características propias, que empujan otros contenidos identitarios, de tal modo que la identidad parece ser el resultado emergente de distintas circunstancias. Por eso, postular la identidad, de un modo general, persigue unificar, con el propósito de regimentar expresiones en nombre de la unidad.
Temas
Carlos Ripamonte
Lo más popular