Por LA GACETA
26 Noviembre 2014
No se trata de una sensación, tampoco de fantasías, sino de una realidad. Hace rato que la inseguridad se viene expandiendo a paso redoblado. Los delincuentes parecieran no tener límites, nada ni nadie parece amedrentarlos. Algunos han llegado a matar para robar una mochila o un celular. Incluso han cometido delitos a escasos metros de una comisaría. La osadía ha llegado incluso a cometer un asalto a cien metros de donde vive el gobernador, José Alperovich.
El hecho sucedió en la madrugada del lunes, en Crisóstomo Álvarez 4.400, en el Barrio¨Parque Guillermina, cuando se produjo un tiroteo entre cuatro asaltantes y los custodios del primer mandatario. Minutos antes, una joven que vive en esa cuadra se aprestaba a descender de una camioneta, cuando fue interpelada por delincuentes armados que circulaban en dos motocicletas. Lograron arrebatarle la billetera al conductor del vehículo; la situación fue advertida por los guardaespaldas del gobernador, que vive a unos 100 metros de donde se desarrollaba el episodio. Los ladrones lograron escapar. Uno de los sospechosos fue abordado en San Luis al 900 por un policía de la división Patrulleros y Motorizada del 911, quien le disparó y lo hirió. Su acompañante logró escapar.
En las últimas semanas, se han incrementado los intentos de los vecinos de hacer justicia por mano propia. Varios delincuentes han recibido una golpiza antes de ser entregados a la policía; en otros casos, esta ha debido intervenir para impedir que los maten. El sábado pasado, a 500 metros de uno de los accesos a Concepción, un motociclista “justiciero” mató de tres balazos a uno de dos asaltantes que escapaban luego de haber intentado arrebatarle la moto a un hombre, al que habían herido de un tiro en la mano. Se desconoce aún la identidad del tirador.
En relación con los últimos hechos de intentos de linchamiento, el gobernador había declarado: “La verdad es que hay que estar en el cuero de cuando a uno le roban. No sé cómo reaccionaría uno, si me pasara. Hay que estar en el cuero de la gente”.
Como nunca antes, la Policía cuenta desde hace tiempo con moderno equipamiento y con frecuencia la fuerza se engrosa con la incorporación de más hombres. Sin embargo, hay un déficit en su distribución, porque hay localidades del interior de la provincia, cuyas comisarías carecen de personal suficiente o de movilidad.
Buscar la solución de la inseguridad con la mayor presencia de efectivos en las calles no pareciera ser camino suficiente o adecuado, teniendo en cuenta que no ha servido hasta ahora para amedrentar a los delincuentes. Inexplicablemente, pese a que la propuesta existe desde hace año en el seno del mismo gobierno, no se ha creado una policía comunitaria. El contacto permanente con el vecino puede posibilitar un plan de prevención en las distintas barriadas. Tampoco se entiende por qué no se ha diseñado aún una política integral que incluya educación, salud, deporte y cultura, especialmente orientada a los sectores más castigados de la sociedad, que permita combatir además con efectividad el consumo de drogas (principalmente el “paco”) que están destruyendo a niños, adolescentes y jóvenes. Se supone que el lugar donde vive un gobernador debería ser el más seguro de la provincia; si no lo es, ¿qué puede esperar entonces el ciudadano común?
El hecho sucedió en la madrugada del lunes, en Crisóstomo Álvarez 4.400, en el Barrio¨Parque Guillermina, cuando se produjo un tiroteo entre cuatro asaltantes y los custodios del primer mandatario. Minutos antes, una joven que vive en esa cuadra se aprestaba a descender de una camioneta, cuando fue interpelada por delincuentes armados que circulaban en dos motocicletas. Lograron arrebatarle la billetera al conductor del vehículo; la situación fue advertida por los guardaespaldas del gobernador, que vive a unos 100 metros de donde se desarrollaba el episodio. Los ladrones lograron escapar. Uno de los sospechosos fue abordado en San Luis al 900 por un policía de la división Patrulleros y Motorizada del 911, quien le disparó y lo hirió. Su acompañante logró escapar.
En las últimas semanas, se han incrementado los intentos de los vecinos de hacer justicia por mano propia. Varios delincuentes han recibido una golpiza antes de ser entregados a la policía; en otros casos, esta ha debido intervenir para impedir que los maten. El sábado pasado, a 500 metros de uno de los accesos a Concepción, un motociclista “justiciero” mató de tres balazos a uno de dos asaltantes que escapaban luego de haber intentado arrebatarle la moto a un hombre, al que habían herido de un tiro en la mano. Se desconoce aún la identidad del tirador.
En relación con los últimos hechos de intentos de linchamiento, el gobernador había declarado: “La verdad es que hay que estar en el cuero de cuando a uno le roban. No sé cómo reaccionaría uno, si me pasara. Hay que estar en el cuero de la gente”.
Como nunca antes, la Policía cuenta desde hace tiempo con moderno equipamiento y con frecuencia la fuerza se engrosa con la incorporación de más hombres. Sin embargo, hay un déficit en su distribución, porque hay localidades del interior de la provincia, cuyas comisarías carecen de personal suficiente o de movilidad.
Buscar la solución de la inseguridad con la mayor presencia de efectivos en las calles no pareciera ser camino suficiente o adecuado, teniendo en cuenta que no ha servido hasta ahora para amedrentar a los delincuentes. Inexplicablemente, pese a que la propuesta existe desde hace año en el seno del mismo gobierno, no se ha creado una policía comunitaria. El contacto permanente con el vecino puede posibilitar un plan de prevención en las distintas barriadas. Tampoco se entiende por qué no se ha diseñado aún una política integral que incluya educación, salud, deporte y cultura, especialmente orientada a los sectores más castigados de la sociedad, que permita combatir además con efectividad el consumo de drogas (principalmente el “paco”) que están destruyendo a niños, adolescentes y jóvenes. Se supone que el lugar donde vive un gobernador debería ser el más seguro de la provincia; si no lo es, ¿qué puede esperar entonces el ciudadano común?