25 Enero 2015
BUENOS AIRES.- La muerte del fiscal federal Alberto Nisman constituye un hecho de una gravedad institucional inédita desde el retorno de la democracia. La noticia produjo un tsunami cuyas réplicas son imprevisibles.
Un fiscal federal, que denunció a la Presidenta de la Nación, a su canciller y a un grupo de personajes oscuros de la política argentina de encubrir la causa AMIA, apareció muerto en su domicilio, horas antes de presentar sus pruebas ante el Congreso de la Nación. Es imprescindible no sacar el foco de la cuestión central. La muerte de un fiscal que investigaba a la Presidenta y que anunció la difusión de escuchas telefónicas que demostraban, según Nisman, la existencia de una de embajada paralela con Irán. La conmoción que generó la noticia de su muerte fue seguida por un desorden informativo que evidenciaba el desconcierto que existía en el gobierno. La “usina” que elabora la estrategia oficial estaba desorientada. Así, salieron funcionarios nacionales a explicar lo inexplicable. Actuaron como actúan para replicar la tapa de algún matutino todas las mañanas. Y la palabra “suicidio” comenzó a ser lanzada irresponsablemente.
“Uno tendría que tener un elemento desconocido para poder apreciar qué pasaba por la cabeza del fiscal para tomar una decisión de esta característica”, deslizó con cautela el secretario general de la Presidencia Aníbal Fernández. “En criminalística, no estoy hablando de este caso en especial, pero cuando usted tiene un cuerpo, un arma y tiene un casquillo, todos los caminos conducen a un suicidio”, lanzó el secretario de Seguridad Sergio Berni.
Este funcionario, acostumbrado a lo espectacular, a llegar en helicóptero o moto a los lugares en donde están las cámaras de televisión, se erigió en perito criminalístico no sólo por sus explicaciones, sino también porque se apersonó en el departamento de Puerto Madero para, dijo, preservar la escena del crimen.
Que no haya sido convocado por la fiscal, que haya podido contaminar la escena, no parece tener importancia para él. Sin embargo, el clímax del presunto “suicidio” se alcanzó con la propia Presidenta.
“¿Qué fue lo que llevó a una persona a tomar la terrible decisión de quitarse la vida?”, se preguntó en una carta, publicada por Facebook. Este fue el camino elegido por la Casa Rosada para hacer frente al peor escándalo que afrontó desde el 25 de mayo del 2003. No fue la cadena nacional, ni un acto transmitido en simultáneo con teleconferencias conducidas por la propia jefa del Estado, ni un comunicado oficial de la Presidencia de la Nación. Fue a través de la red social en la que los usuarios califican con un “me gusta” los comentarios publicados.
La desazón y la perturbación inicial fueron encaminados rápidamente por el Gobierno Nacional. Inmediatamente se elaboró una estrategia, un discurso, que fue repetido por funcionarios, militantes y ocasionales adherentes. Había un “complot”. Una “conspiración”. Se pasó del “suicidio”, al “suicidio inducido” y al “crimen”. De allí, al una “operación contra el gobierno” en la que intervinieron agentes de inteligencia a quienes faltaba “democratizar” tras casi doce años de gestión.
Así de fácil. Caso cerrado.
Más ataques
Pero falta un pequeño detalle. La justicia no se expidió. Los tribunales tienen otros tiempos. Necesitan pruebas y tranquilidad para desarrollar sus funciones. Pero lo que hubo en las primeras horas fue mucho ruido. Ese “ruido” incluyó la continuación de los ataques oficiales a Nisman luego de muerto. Al igual que con el cardenal Jorge Bergoglio, que pasó de colaborar con la dictadura a ser un orgullo nacional, a ser Francisco, las críticas hacia el fiscal amainaron y se puso el foco en su muerte y en el “complot”.
Ese “ruido” incluyó testimonios y operaciones de prensa tendientes a abonar el discurso oficial.
Es en ese marco que el mismo lunes que la Presidenta emitió su parecer por Facebook. Tras preguntarse “¿Qué fue lo que llevó a una persona a tomar la terrible decisión de quitarse la vida?”, se dedicó a “comentar” la realidad, como describió la diputada Margarita Stolbizer.
Recordó su actuación en la causa AMIA, relató anécdotas personales y sentó las bases de una teoría conspirativa. Vinculó el inicio del juicio oral por el caso AMIA con la denuncia de Nisman. Consideró que esa presentación se intentaba “desviar, mentir, tapar, confundir”.
Prematuramente, intentó desacreditar las escuchas contenidas en 961 CDs diciendo que “ahora aparecen cassettes de personajes públicamente simpatizantes de Irán a los que ni siquiera es necesario intervenir un teléfono para saber qué hacen o lo que piensan”.
Esto lo escribió sobre Luis D’Elía, cuya voz cuatro días después reveló, en esos “cassettes”, que no sólo simpatizaba con Irán, sino que mandaba mensajes de la Casa Rosada a ese país. Luego, formuló una serie de preguntas que cuestionaban el accionar de Nisman y vinculaban en un supuesto complot al atentado en Francia y a las tapas del diario Clarín sobre ese hecho. Ese argumento fue repetido el mismo lunes por legisladores kirchneristas en el Congreso, que salieron de esa forma a responder a un reclamo de los opositores para que la investigación de Nisman continuara y que se preservaran las pruebas. Ese pedido se realizó en la sesión en la que Nisman debía aportar pruebas de su denuncia pero que no pudo concretar porque murió.
“Queremos saber qué hizo, o qué sector mafioso que todavía existe en la sociedad argentina, llevó al fiscal a tomar la determinación. Queremos compartir lo que nosotros vemos como un factor de presión determinante. Primero hay que decirlo abiertamente: el fiscal estaba de vacaciones y las interrumpió. El lunes se buscó generar un clima en la Argentina. (Héctor) Magneto intentó generar en la Argentina un clima de incertidumbre”, dijo imperturbable Julián Domínguez en el Congreso. Todo, mientras el cuerpo de Nisman, que acusó a la Presidenta de encubrir el caso AMIA e iba a presentar las pruebas, era sometido a una autopsia.
La dimensión del escándalo llevó al Gobierno a desempolvar el sello del Consejo Nacional del Partido Justicialista para que emita un respaldo a la Presidenta redactado en la propia Casa Rosada. En una parodia de sesión, en la que Carlos Zanini controló que se leyera lo acordado, los dirigentes del Consejo Nacional presidido por el jujeño Eduardo Fellner escucharon cuando Jorge Landau leía un documento cuya redacción coincidía con la carta presidencial de Facebook. En ese documento, los dirigentes peronistas (entre ellos un incómodo Daniel Scioli) avalaron las siguientes frases:
“La alta aceptación de la figura de la Presidenta, su liderazgo y compromiso como adalid de la igualdad ha provocado la reacción de quienes temen perder sus privilegios”.
Hay “fiscales y jueces con clara orientación opositora, que propician golpismo judicial, operaciones de inteligencia en contra del Gobierno y medios opositores dispuestos a divulgar falsedades por doquier”.
El PJ “lamenta” la muerte de Nisman y pidió que se “esclarezcan en forma inmediata y fehaciente las causas de su deceso”. Pero abonó la teoría del complot y sostuvo que ello “implicará conocer quién presionaba, extorsionaba o dirigía” al fiscal.
Cristina es un “adalid de la igualdad” y a Nisman lo “dirigían”.
En el medio, la comunidad judía realizó un acto en la sede de la AMIA en el que reclamó que no “muera” la causa del atentado y alertó que “las mezquindades políticas suelen olvidarse de las personas”.
La relación de la comunidad con el gobierno quedó herida tras el acuerdo con Irán. Ahora, se tensó más. Ya anunciaron que no participará del acto por el Día Internacional de Conmemoración del Holocausto en la Cancillería, debido a la muerte de Nisman y a su “desacuerdo” con el memorándum con Irán.
La Iglesia Católica también se pronunció y pidió “la superación de las sombras de la impunidad que dañan la salud de la democracia”.
Con este escenario, la Presidenta volvió a recurrir a Facebook. El jueves, dejó de lado la teoría del suicidio de Nisman. “El suicidio (que estoy convencida) no fue suicidio”, afirmó.
Allí volvió a “comentar” la realidad y mencionó a Antonio Stiusso, ex hombre fuerte de la Secretaría de Inteligencia.
El problema es que Stiusso fue nombrado por Néstor Kirchner para colaborar en la investigación de la causa AMIA y estuvo como jerarca de inteligencia durante once años de kirchnerismo. Ahora, descubrieron que “la verdadera operación contra el gobierno era la muerte del fiscal después de acusar a la Presidenta, a su Canciller y al Secretario General de la Cámpora de ser encubridores de los iraníes”.
“Lo usaron vivo y después lo necesitaron muerto. Así de triste y terrible”, dijo. “Hoy no tengo pruebas, pero tampoco tengo dudas”, sentenció.
Nuevamente, caso cerrado.
Ahora bien, ¿Por qué si se tienen tantas certezas no se presentan las pruebas en la justicia y se termina de una vez con este escándalo que alcanzó ribetes mundiales?
“Ella es libre de pensar como cualquier ciudadano. Puede pensar que fue un suicidio, puede variar su postura, pensar que puede haber sido una inducción o un homicidio. Yo me atengo a mi investigación”, afirmó la fiscal Viviana Fein.
“Pensé que robaban, que mentían sistemáticamente, nunca pensé que pudieran matar”, dijo Elisa Carrió.
“Yo puedo salir muerto de esto”, había dicho horas antes de, precisamente, morir, Nisman.
En este escenario, es imprescindible para la Casa Rosada que la muerte del fiscal se esclarezca antes del 10 de diciembre próximo para que la década que el Gobierno se empeña en denominar como “ganada” no se convierta en “la década impune”.
Un fiscal federal, que denunció a la Presidenta de la Nación, a su canciller y a un grupo de personajes oscuros de la política argentina de encubrir la causa AMIA, apareció muerto en su domicilio, horas antes de presentar sus pruebas ante el Congreso de la Nación. Es imprescindible no sacar el foco de la cuestión central. La muerte de un fiscal que investigaba a la Presidenta y que anunció la difusión de escuchas telefónicas que demostraban, según Nisman, la existencia de una de embajada paralela con Irán. La conmoción que generó la noticia de su muerte fue seguida por un desorden informativo que evidenciaba el desconcierto que existía en el gobierno. La “usina” que elabora la estrategia oficial estaba desorientada. Así, salieron funcionarios nacionales a explicar lo inexplicable. Actuaron como actúan para replicar la tapa de algún matutino todas las mañanas. Y la palabra “suicidio” comenzó a ser lanzada irresponsablemente.
“Uno tendría que tener un elemento desconocido para poder apreciar qué pasaba por la cabeza del fiscal para tomar una decisión de esta característica”, deslizó con cautela el secretario general de la Presidencia Aníbal Fernández. “En criminalística, no estoy hablando de este caso en especial, pero cuando usted tiene un cuerpo, un arma y tiene un casquillo, todos los caminos conducen a un suicidio”, lanzó el secretario de Seguridad Sergio Berni.
Este funcionario, acostumbrado a lo espectacular, a llegar en helicóptero o moto a los lugares en donde están las cámaras de televisión, se erigió en perito criminalístico no sólo por sus explicaciones, sino también porque se apersonó en el departamento de Puerto Madero para, dijo, preservar la escena del crimen.
Que no haya sido convocado por la fiscal, que haya podido contaminar la escena, no parece tener importancia para él. Sin embargo, el clímax del presunto “suicidio” se alcanzó con la propia Presidenta.
“¿Qué fue lo que llevó a una persona a tomar la terrible decisión de quitarse la vida?”, se preguntó en una carta, publicada por Facebook. Este fue el camino elegido por la Casa Rosada para hacer frente al peor escándalo que afrontó desde el 25 de mayo del 2003. No fue la cadena nacional, ni un acto transmitido en simultáneo con teleconferencias conducidas por la propia jefa del Estado, ni un comunicado oficial de la Presidencia de la Nación. Fue a través de la red social en la que los usuarios califican con un “me gusta” los comentarios publicados.
La desazón y la perturbación inicial fueron encaminados rápidamente por el Gobierno Nacional. Inmediatamente se elaboró una estrategia, un discurso, que fue repetido por funcionarios, militantes y ocasionales adherentes. Había un “complot”. Una “conspiración”. Se pasó del “suicidio”, al “suicidio inducido” y al “crimen”. De allí, al una “operación contra el gobierno” en la que intervinieron agentes de inteligencia a quienes faltaba “democratizar” tras casi doce años de gestión.
Así de fácil. Caso cerrado.
Más ataques
Pero falta un pequeño detalle. La justicia no se expidió. Los tribunales tienen otros tiempos. Necesitan pruebas y tranquilidad para desarrollar sus funciones. Pero lo que hubo en las primeras horas fue mucho ruido. Ese “ruido” incluyó la continuación de los ataques oficiales a Nisman luego de muerto. Al igual que con el cardenal Jorge Bergoglio, que pasó de colaborar con la dictadura a ser un orgullo nacional, a ser Francisco, las críticas hacia el fiscal amainaron y se puso el foco en su muerte y en el “complot”.
Ese “ruido” incluyó testimonios y operaciones de prensa tendientes a abonar el discurso oficial.
Es en ese marco que el mismo lunes que la Presidenta emitió su parecer por Facebook. Tras preguntarse “¿Qué fue lo que llevó a una persona a tomar la terrible decisión de quitarse la vida?”, se dedicó a “comentar” la realidad, como describió la diputada Margarita Stolbizer.
Recordó su actuación en la causa AMIA, relató anécdotas personales y sentó las bases de una teoría conspirativa. Vinculó el inicio del juicio oral por el caso AMIA con la denuncia de Nisman. Consideró que esa presentación se intentaba “desviar, mentir, tapar, confundir”.
Prematuramente, intentó desacreditar las escuchas contenidas en 961 CDs diciendo que “ahora aparecen cassettes de personajes públicamente simpatizantes de Irán a los que ni siquiera es necesario intervenir un teléfono para saber qué hacen o lo que piensan”.
Esto lo escribió sobre Luis D’Elía, cuya voz cuatro días después reveló, en esos “cassettes”, que no sólo simpatizaba con Irán, sino que mandaba mensajes de la Casa Rosada a ese país. Luego, formuló una serie de preguntas que cuestionaban el accionar de Nisman y vinculaban en un supuesto complot al atentado en Francia y a las tapas del diario Clarín sobre ese hecho. Ese argumento fue repetido el mismo lunes por legisladores kirchneristas en el Congreso, que salieron de esa forma a responder a un reclamo de los opositores para que la investigación de Nisman continuara y que se preservaran las pruebas. Ese pedido se realizó en la sesión en la que Nisman debía aportar pruebas de su denuncia pero que no pudo concretar porque murió.
“Queremos saber qué hizo, o qué sector mafioso que todavía existe en la sociedad argentina, llevó al fiscal a tomar la determinación. Queremos compartir lo que nosotros vemos como un factor de presión determinante. Primero hay que decirlo abiertamente: el fiscal estaba de vacaciones y las interrumpió. El lunes se buscó generar un clima en la Argentina. (Héctor) Magneto intentó generar en la Argentina un clima de incertidumbre”, dijo imperturbable Julián Domínguez en el Congreso. Todo, mientras el cuerpo de Nisman, que acusó a la Presidenta de encubrir el caso AMIA e iba a presentar las pruebas, era sometido a una autopsia.
La dimensión del escándalo llevó al Gobierno a desempolvar el sello del Consejo Nacional del Partido Justicialista para que emita un respaldo a la Presidenta redactado en la propia Casa Rosada. En una parodia de sesión, en la que Carlos Zanini controló que se leyera lo acordado, los dirigentes del Consejo Nacional presidido por el jujeño Eduardo Fellner escucharon cuando Jorge Landau leía un documento cuya redacción coincidía con la carta presidencial de Facebook. En ese documento, los dirigentes peronistas (entre ellos un incómodo Daniel Scioli) avalaron las siguientes frases:
“La alta aceptación de la figura de la Presidenta, su liderazgo y compromiso como adalid de la igualdad ha provocado la reacción de quienes temen perder sus privilegios”.
Hay “fiscales y jueces con clara orientación opositora, que propician golpismo judicial, operaciones de inteligencia en contra del Gobierno y medios opositores dispuestos a divulgar falsedades por doquier”.
El PJ “lamenta” la muerte de Nisman y pidió que se “esclarezcan en forma inmediata y fehaciente las causas de su deceso”. Pero abonó la teoría del complot y sostuvo que ello “implicará conocer quién presionaba, extorsionaba o dirigía” al fiscal.
Cristina es un “adalid de la igualdad” y a Nisman lo “dirigían”.
En el medio, la comunidad judía realizó un acto en la sede de la AMIA en el que reclamó que no “muera” la causa del atentado y alertó que “las mezquindades políticas suelen olvidarse de las personas”.
La relación de la comunidad con el gobierno quedó herida tras el acuerdo con Irán. Ahora, se tensó más. Ya anunciaron que no participará del acto por el Día Internacional de Conmemoración del Holocausto en la Cancillería, debido a la muerte de Nisman y a su “desacuerdo” con el memorándum con Irán.
La Iglesia Católica también se pronunció y pidió “la superación de las sombras de la impunidad que dañan la salud de la democracia”.
Con este escenario, la Presidenta volvió a recurrir a Facebook. El jueves, dejó de lado la teoría del suicidio de Nisman. “El suicidio (que estoy convencida) no fue suicidio”, afirmó.
Allí volvió a “comentar” la realidad y mencionó a Antonio Stiusso, ex hombre fuerte de la Secretaría de Inteligencia.
El problema es que Stiusso fue nombrado por Néstor Kirchner para colaborar en la investigación de la causa AMIA y estuvo como jerarca de inteligencia durante once años de kirchnerismo. Ahora, descubrieron que “la verdadera operación contra el gobierno era la muerte del fiscal después de acusar a la Presidenta, a su Canciller y al Secretario General de la Cámpora de ser encubridores de los iraníes”.
“Lo usaron vivo y después lo necesitaron muerto. Así de triste y terrible”, dijo. “Hoy no tengo pruebas, pero tampoco tengo dudas”, sentenció.
Nuevamente, caso cerrado.
Ahora bien, ¿Por qué si se tienen tantas certezas no se presentan las pruebas en la justicia y se termina de una vez con este escándalo que alcanzó ribetes mundiales?
“Ella es libre de pensar como cualquier ciudadano. Puede pensar que fue un suicidio, puede variar su postura, pensar que puede haber sido una inducción o un homicidio. Yo me atengo a mi investigación”, afirmó la fiscal Viviana Fein.
“Pensé que robaban, que mentían sistemáticamente, nunca pensé que pudieran matar”, dijo Elisa Carrió.
“Yo puedo salir muerto de esto”, había dicho horas antes de, precisamente, morir, Nisman.
En este escenario, es imprescindible para la Casa Rosada que la muerte del fiscal se esclarezca antes del 10 de diciembre próximo para que la década que el Gobierno se empeña en denominar como “ganada” no se convierta en “la década impune”.