14 Abril 2015
AFECTUOSO. Con los libreros Frangoulis, sus amigos tucumanos.
Eduardo Galeano pertenece a la generación que el crítico Ángel Rama llamó de los contestatarios del poder. Su compromiso ético y político fue tan fuerte como su apuesta literaria. Entre sus primeras obras se destaca el ensayo “Las venas abiertas de América Latina”. Aunque haya abjurado de este libro apasionado y fuertemente político, encontramos en sus páginas el gesto vehemente de toda su producción: escribir una contrahistoria de América Latina, narrar la violencia y el vaciamiento sufrido por un continente sin medios tonos. No permite al lector la indiferencia, de ahí adhesiones y rechazos. En la misma línea de contar lo no contado y ponerle palabras al silencio se destaca la monumental obra realizada en el exilio, “Memorias del fuego”. En estos tres tomos se convierte en el compilador de historias y ficciones; entrevera documentos y ficciones para narrar la historia de los leones, como diría Hugo Achugar, y no la de los cazadores. Un mural de América Latina donde nos encontramos con los nacimientos, las caras y máscaras y, sobre todo, el viento del tumultuoso y devastador siglo XX. Galeano recorre los archivos y los vuelca en una escritura que se pretende plural, diversa. Desde la multiplicidad nos hablan personajes como Colón, Túpac Amaru, Micaela, el Inca Garcilaso, Carpentier, Sor Juana, Monteagudo, Miguel Espejo, Roque Dalton, Octavio Paz, Frida Kahlo, Eva Perón, Luis Prestes, Sandino y el Che, entre otros.
El proyecto de Galeano busca crear lecturas alternativas, restaurar verdades históricas, enfrentar “los futuros que nos son asignados desde afuera, impuestos desde arriba, futuros que son cepos”. Quiere dar voz a sujetos silenciados, como indios, negros y mujeres (“Entonces yo quise, modestamente, escribir una obra que ayudara a esta tarea de autodescubrimiento a través de la revelación de las escondidas voces que valen la pena”). En el prólogo, el autor dice: “Yo no soy historiador… Soy un escritor que quisiera contribuir al rescate de la memoria secuestrada de toda América”. Busca liberar con el poder de la imaginación. La trilogía fue hecha para ser leída en voz alta, porque la literatura para Galeano es una forma de música. De ahí que su voz resultaba tan seductora como su escritura:”Nada de neutral tiene este relato de la historia”. Sin embargo, cada fragmento de este vasto mosaico se apoya sobre una sólida base documental. El escritor nos entregó otros libros, en los que recogió historias escuchadas y leídas. Galeano fue la encarnación del narrador, aquel que no debe desaparecer porque nos ayuda a encontrar nuestro rostro como pueblo.
El proyecto de Galeano busca crear lecturas alternativas, restaurar verdades históricas, enfrentar “los futuros que nos son asignados desde afuera, impuestos desde arriba, futuros que son cepos”. Quiere dar voz a sujetos silenciados, como indios, negros y mujeres (“Entonces yo quise, modestamente, escribir una obra que ayudara a esta tarea de autodescubrimiento a través de la revelación de las escondidas voces que valen la pena”). En el prólogo, el autor dice: “Yo no soy historiador… Soy un escritor que quisiera contribuir al rescate de la memoria secuestrada de toda América”. Busca liberar con el poder de la imaginación. La trilogía fue hecha para ser leída en voz alta, porque la literatura para Galeano es una forma de música. De ahí que su voz resultaba tan seductora como su escritura:”Nada de neutral tiene este relato de la historia”. Sin embargo, cada fragmento de este vasto mosaico se apoya sobre una sólida base documental. El escritor nos entregó otros libros, en los que recogió historias escuchadas y leídas. Galeano fue la encarnación del narrador, aquel que no debe desaparecer porque nos ayuda a encontrar nuestro rostro como pueblo.