Por Carlos Páez de la Torre H
18 Abril 2015
TIBURCIO PADILLA. Una magnífica fotografía del médico y ex gobernador de Tucumán, tomada en sus últimos años la gaceta / archivo
Como es sabido, Domingo Faustino Sarmiento visitó tres veces Tucumán, entre 1876 y 1886. El 18 de agosto de este último año, partió de regreso a Buenos Aires. Se detuvo en Córdoba, desde donde escribió, el 27, una carta a Tucumán, a su amigo el ex gobernador Tiburcio Padilla. La creemos inédita.
Contaba Sarmiento, en primer lugar, que el tordo que Padilla le había regalado “canta admirablemente todo el día y me saluda con un gorjeo especial cuando me levanto”. Lástima que, decía, tuvo “una recaída de resfrío sin tos”, motivada por “atravesar la ciudad hasta General Paz en tren abierto y día destemplado. Sentí frío en la espalda y hubo a quien culpar de volver a las andadas. Todos nos hemos obstinado en creer y decir que creemos que no es cosa de la enfermedad crónica”.
Narraba que “aquí he pasado buenos y tranquilos días, con López, Aranda y familia. Recibido y pagado visitas, siendo en general simpática la opinión”. Pedía que le diera su recuerdo “a las familias colaterales Padilla y Frías, diciéndole a (José) Posse que estoy con cuidado por su salud, suponiendo que tocó a su término la enfermedad de su sobrina”.
No sabía nada de Buenos Aires, y le parecía probable que fuera “el diablo el que gobierna el mundo”. Las últimas líneas expresaban: “¿Hay peras en Tucumán? Este es un punto importante. Contésteme. No mando memorias a las viudas restantes, porque supongo volverán a Buenos Aires. Mis recuerdos a la alameda de entrada de la finca. Su amigo: D. F. Sarmiento”.
Contaba Sarmiento, en primer lugar, que el tordo que Padilla le había regalado “canta admirablemente todo el día y me saluda con un gorjeo especial cuando me levanto”. Lástima que, decía, tuvo “una recaída de resfrío sin tos”, motivada por “atravesar la ciudad hasta General Paz en tren abierto y día destemplado. Sentí frío en la espalda y hubo a quien culpar de volver a las andadas. Todos nos hemos obstinado en creer y decir que creemos que no es cosa de la enfermedad crónica”.
Narraba que “aquí he pasado buenos y tranquilos días, con López, Aranda y familia. Recibido y pagado visitas, siendo en general simpática la opinión”. Pedía que le diera su recuerdo “a las familias colaterales Padilla y Frías, diciéndole a (José) Posse que estoy con cuidado por su salud, suponiendo que tocó a su término la enfermedad de su sobrina”.
No sabía nada de Buenos Aires, y le parecía probable que fuera “el diablo el que gobierna el mundo”. Las últimas líneas expresaban: “¿Hay peras en Tucumán? Este es un punto importante. Contésteme. No mando memorias a las viudas restantes, porque supongo volverán a Buenos Aires. Mis recuerdos a la alameda de entrada de la finca. Su amigo: D. F. Sarmiento”.