10 Diciembre 2015
SÍMBOLO. La “palomita” de Juan Imhoff (tryman histórico de Los Pumas en Mundiales, con 7) contra Irlanda es una de las postales favoritas de la Copa del Mundo. reuters (
Al margen de todo lo bueno que promete 2016, el año que se va ya tiene ganado su lugar de privilegio en la historia de Los Pumas. El seleccionado argentino finalmente alcanzó el horizonte al que la UAR apuntó en 2009, cuando puso en marcha el Plan de Alto Rendimiento (Pladar). Los frutos del trabajo metódico, paciente y planificado le permitieron sacarse de encima ese estigma de la derrota digna y convertirse en un equipo respetado por todos. Por los de afuera, que elogiaron la evolución y modernización del juego, y también por los de adentro, los argentinos, poco afectos a la lógica evolutiva y siempre demandantes de resultados inmediatos.
Se sabe, para competir con las potencias el rugby argentino tuvo que reiventarse casi desde la base. Sin embargo, a la profesionalización de las estructuras de la UAR, le faltaba un aspecto sustancial: el aggiornamiento rugbístico. Y en eso fue fundamental la mano de Daniel Hourcade: desde su llegada, el tucumano se propuso concretar el cambio de identidad que Los Pumas necesitaban. Les tomó su tiempo, pero los jugadores terminaron de comprar la idea este año, cuando su juego, históricamente asociado a la defensa como bandera, lució mucho más arriesgado, vistoso y ofensivo.
La presencia del Mundial en el almanaque alteró la habitualidad anual de Los Pumas. Con sus figuras desperdigadas por el mundo, en torneos de calendarios disímiles, la preparación premundialista empezó más tarde que la de las potencias del Hemisferio Sur. Por ello, debió reducir a la mínima expresión la etapa de acondicionamiento físico y tomar el Rugby Championship más como banco de pruebas que como la competencia de lujo que es.
Curiosamente, en ese contexto desventajoso logró anotarse una de las victorias más importantes de su historia: la gloria del 37-25 sobre Sudáfrica en Durban radicó no solo en ser el primer triunfo en el largo historial contra los Boks, sino también en lograrlo cuando se cumplían 50 años de la hazaña argentina contra los Junior Springboks, que le diera su apelativo al seleccionado.
Sin embargo, la plenitud se alcanzó en Inglaterra, como estaba planeado. Con siete titulares que nunca habían jugado un Mundial, Argentina se lo puso difícil en el debut a los All Blacks, que entre todos sus hombres sumaban más de 1.000 partidos (el equipo más experimentado de la historia). La ambición ofensiva llevó a Los Pumas a terminar como el equipo más goleador de la fase clasificatoria, y a apalear en cuartos de final a Irlanda, el mejor equipo del Hemisferio Norte. Las caídas frente a Australia y Sudáfrica no alcanzaron a empañar la gran campaña de un equipo joven y de mucho futuro. La goleada sobre Barbarian FC cerró un año inolvidable.
Nuevo sistema de juego, más acorde al rugby que profesan las potencias del Hemisferio Sur: ofensivo, profundo, arriesgado, dinámico y preciso.
Todo equipo con aspiraciones debe tener un pateador confiable. Nicolás Sánchez, además de un gran conductor, fue goleador del Mundial.
Uno de los objetivos de Hourcade fue ampliar la base de jugadores. Desde que asumió, probó 59 y favoreció la competencia interna.
Otra de los aciertos de “Huevo” fue tomar un plantel internamente dividido y transformarlo en un equipo, en el que lo colectivo primó sobre lo individual.
Para ello, no dudó en prescindir de jugadores históricos pero conflictivos, como Albacete y Carizza, para apostar por otros más jóvenes.
Tampoco vaciló Hourcade para sacarle la capitanía a Fernández Lobbe y dársela a Creevy, quien se reveló como un líder positivo y de perfil bajo.
El roce con las potencias del Hemisferio Sur en el Rugby Championship fue el mejor escenario posible para la preparación premundialista.
Fue clave la revelación de jugadores como Cordero, Moroni y Montoya, y la confirmación de talentos jóvenes como Isa, Lavanini, Matera, etc.
Varias de esas figuras jóvenes son frutos del Plan de Alto Rendimiento que la UAR inició en 2009, y que ya está desarrollando a los Pumas del futuro.
La actitud es innegociable. Se vio en el final contra Irlanda, cuando el partido estaba ganado, como contra Australia, cuando ya estaba perdido.
Se sabe, para competir con las potencias el rugby argentino tuvo que reiventarse casi desde la base. Sin embargo, a la profesionalización de las estructuras de la UAR, le faltaba un aspecto sustancial: el aggiornamiento rugbístico. Y en eso fue fundamental la mano de Daniel Hourcade: desde su llegada, el tucumano se propuso concretar el cambio de identidad que Los Pumas necesitaban. Les tomó su tiempo, pero los jugadores terminaron de comprar la idea este año, cuando su juego, históricamente asociado a la defensa como bandera, lució mucho más arriesgado, vistoso y ofensivo.
La presencia del Mundial en el almanaque alteró la habitualidad anual de Los Pumas. Con sus figuras desperdigadas por el mundo, en torneos de calendarios disímiles, la preparación premundialista empezó más tarde que la de las potencias del Hemisferio Sur. Por ello, debió reducir a la mínima expresión la etapa de acondicionamiento físico y tomar el Rugby Championship más como banco de pruebas que como la competencia de lujo que es.
Curiosamente, en ese contexto desventajoso logró anotarse una de las victorias más importantes de su historia: la gloria del 37-25 sobre Sudáfrica en Durban radicó no solo en ser el primer triunfo en el largo historial contra los Boks, sino también en lograrlo cuando se cumplían 50 años de la hazaña argentina contra los Junior Springboks, que le diera su apelativo al seleccionado.
Sin embargo, la plenitud se alcanzó en Inglaterra, como estaba planeado. Con siete titulares que nunca habían jugado un Mundial, Argentina se lo puso difícil en el debut a los All Blacks, que entre todos sus hombres sumaban más de 1.000 partidos (el equipo más experimentado de la historia). La ambición ofensiva llevó a Los Pumas a terminar como el equipo más goleador de la fase clasificatoria, y a apalear en cuartos de final a Irlanda, el mejor equipo del Hemisferio Norte. Las caídas frente a Australia y Sudáfrica no alcanzaron a empañar la gran campaña de un equipo joven y de mucho futuro. La goleada sobre Barbarian FC cerró un año inolvidable.
Nuevo sistema de juego, más acorde al rugby que profesan las potencias del Hemisferio Sur: ofensivo, profundo, arriesgado, dinámico y preciso.
Todo equipo con aspiraciones debe tener un pateador confiable. Nicolás Sánchez, además de un gran conductor, fue goleador del Mundial.
Uno de los objetivos de Hourcade fue ampliar la base de jugadores. Desde que asumió, probó 59 y favoreció la competencia interna.
Otra de los aciertos de “Huevo” fue tomar un plantel internamente dividido y transformarlo en un equipo, en el que lo colectivo primó sobre lo individual.
Para ello, no dudó en prescindir de jugadores históricos pero conflictivos, como Albacete y Carizza, para apostar por otros más jóvenes.
Tampoco vaciló Hourcade para sacarle la capitanía a Fernández Lobbe y dársela a Creevy, quien se reveló como un líder positivo y de perfil bajo.
El roce con las potencias del Hemisferio Sur en el Rugby Championship fue el mejor escenario posible para la preparación premundialista.
Fue clave la revelación de jugadores como Cordero, Moroni y Montoya, y la confirmación de talentos jóvenes como Isa, Lavanini, Matera, etc.
Varias de esas figuras jóvenes son frutos del Plan de Alto Rendimiento que la UAR inició en 2009, y que ya está desarrollando a los Pumas del futuro.
La actitud es innegociable. Se vio en el final contra Irlanda, cuando el partido estaba ganado, como contra Australia, cuando ya estaba perdido.
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