Por Fernando Stanich
25 Abril 2016
¿Es Juan Manzur un gobernador que recién inicia su gestión o uno que está finalizándola? La respuesta formal indica que aún no cumplió seis meses de mandato y que la primera opción es la correcta. Pero el ex ministro de Salud de la Nación ha decidido jugar un juego peligroso y, de esa manera, su posición en la escena política se asemeja a la de un gobernador en retirada.
Las posturas dicen mucho acerca del rol asumido por un dirigente. Hasta aquí, Manzur ha dado muestras de que se siente más cómodo en las butacas de un avión que en el sillón de Lucas Córdoba. Pareciera que ha optado por gobernar la provincia a 10.000 pies de altura. O, más grave aún, que ha dejado en otras manos el timoneo de una gestión que no termina de arrancar. Su ausencia permite que su antecesor, José Alperovich, camine por el interior y por la capital como en los últimos 12 años. O que el vicegobernador, Osvaldo Jaldo, preste el oído para recibir las críticas y los reclamos del peronismo -y de la oposición- y se dedique a calmarlas. Así, resulta lógico que Manzur acabe desdibujado, que sus ministros se desahoguen con Alperovich y que los legisladores, intendentes, concejales y delegados comunales se reporten ante Jaldo.
La gestión de Manzur es, hasta aquí, anodina. Porque carece de construcción política. Alperovich podía darse el lujo de enviar a la Legislatura proyectos para dotarse y hasta otorgar a sus ministros de facultades extraordinarias porque contaba con una Cámara que le respondía a ciegas. El actual mandatario no tiene ese plus, y aún así ha girado una iniciativa con ese propósito. Ni siquiera conversó sobre el contenido del texto con el vicegobernador o con sus referentes en el recinto. El proyecto modifica el Pacto Social con los municipios y comunas y le permite al ministro del Interior, en este caso Miguel Acevedo, manejar con su muñeca el envío de fondos a cada distrito. ¿Es consciente Manzur del alcance que puede tener esa herramienta en manos de una persona? Por lo pronto, el ingreso de la propuesta –firmada por el gobernador y por el ministro de Economía, Eduardo Garvich- ha generado un alboroto en el Poder Legislativo. Hay oficialistas que ya pusieron el grito en el cielo, como el presidente de la comisión de Hacienda, Juan Antonio Ruiz Olivares. El monterizo, que no atraviesa por un buen momento en su relación con Manzur y con Jaldo, pataleó y solicitó informes sobre las finanzas del interior antes de viajar a Bolivia. Otros, en cambio, se preguntan si el ideólogo es el propio Acevedo y, en ese caso, quién está por detrás suyo. El ministro del Interior, luego de casi una veintena de años en la administración pública, llegó a comandar la caja de asistencia política más importante de la gestión debido a su perfil técnico. Eso es lo que había convencido de él a Manzur. Pero, según la queja recurrente en la Legislatura y en la Casa de Gobierno, en estos meses ha dado un vuelco a su histórico perfil y ahora hay hasta pasacalles en comunas rurales con su apellido inscripto. Acevedo, además, sigue siendo un hombre que se reporta a diario con el silencioso pero movedizo Alperovich.
Las primeras voces críticas a la repentina movida ¿manzurista? surgieron del amayismo y del radicalismo. Silvio Bellomío, ex secretario de Hacienda de la capital, alertó sobre la discrecionalidad de la que gozarán Acevedo y Garvich a la hora de repartir el dinero al interior y se preguntó cómo serán tratados aquellos distritos gobernados por opositores, al no existir parámetros objetivos de distribución. Sugestivamente, Ariel García, el radical de mejor diálogo con Jaldo fue quien también alzó su voz. El vicepresidente segundo de la Cámara advirtió que, de aprobarse el texto tal cual fue enviado, el Poder Ejecutivo tendrá en un “puño” a intendentes y comisionados. Los oficialistas, en cambio, se muestran cautos a la espera de conocer la postura de Jaldo y enterarse cómo se diseñó la iniciativa. Por lo pronto, el peronismo legislativo ya hizo saber que no está dispuesto a tratar el pedido de Manzur en la próxima sesión, este jueves.
Quizá esta última postura de la bancada oficialista sea una de las mayores pruebas de la debilidad política del gobernador. Manzur no está en condiciones de imponer nada en el recinto, sencillamente porque los legisladores no responden a él, sino a Jaldo y a Alperovich. Otra pregunta que aún no tiene respuesta, ¿sabrá o se pronunciará el ex gobernador acerca de los superpoderes para su amigo Acevedo?
Sobre Manzur, que hoy pasa más horas con macristas que con kirchneristas, también hablaron algunos minutos en la reunión que el jueves mantuvieron senadores del Frente para la Victoria con la ex presidenta Cristina Fernández. La charla surgió a partir de un comentario que hizo la secretaria del bloque, Virgina García, sobre la ausencia de los dos senadores tucumanos: Alperovich y Beatriz Mirkin. Entre los “K” esperaban el faltazo del ex gobernador, pero se sorprendieron por el de la ex ministra de Desarrollo Social. Mirkin, al menos, llamó a García –la senadora es, a la vez, cuñada de Máximo Kirchner- para excusarse por no asistir, y adujo que le avisaron sobre la hora del evento. En esos minutos de diálogo telefónico, según se transmitió entre algunos senadores, Mirkin no habría hablado demasiado bien de Manzur.
Es que con su anemia política crónica, el gobernador potencia esas críticas y fomenta la subsistencia o el crecimiento de otros dirigentes. Peligrosamente, pareciera tener algunos de los síntomas del síndrome del pato rengo, aquel flagelo que afecta a quienes se les acerca la fecha en que deben dejar el cargo y ya tienen definido a sus sucesores. Un pato rengo no es capaz de seguir a la bandada, y puede ser víctima de depredadores. Lo curioso es que Manzur recién ha iniciado su gestión.
Las posturas dicen mucho acerca del rol asumido por un dirigente. Hasta aquí, Manzur ha dado muestras de que se siente más cómodo en las butacas de un avión que en el sillón de Lucas Córdoba. Pareciera que ha optado por gobernar la provincia a 10.000 pies de altura. O, más grave aún, que ha dejado en otras manos el timoneo de una gestión que no termina de arrancar. Su ausencia permite que su antecesor, José Alperovich, camine por el interior y por la capital como en los últimos 12 años. O que el vicegobernador, Osvaldo Jaldo, preste el oído para recibir las críticas y los reclamos del peronismo -y de la oposición- y se dedique a calmarlas. Así, resulta lógico que Manzur acabe desdibujado, que sus ministros se desahoguen con Alperovich y que los legisladores, intendentes, concejales y delegados comunales se reporten ante Jaldo.
La gestión de Manzur es, hasta aquí, anodina. Porque carece de construcción política. Alperovich podía darse el lujo de enviar a la Legislatura proyectos para dotarse y hasta otorgar a sus ministros de facultades extraordinarias porque contaba con una Cámara que le respondía a ciegas. El actual mandatario no tiene ese plus, y aún así ha girado una iniciativa con ese propósito. Ni siquiera conversó sobre el contenido del texto con el vicegobernador o con sus referentes en el recinto. El proyecto modifica el Pacto Social con los municipios y comunas y le permite al ministro del Interior, en este caso Miguel Acevedo, manejar con su muñeca el envío de fondos a cada distrito. ¿Es consciente Manzur del alcance que puede tener esa herramienta en manos de una persona? Por lo pronto, el ingreso de la propuesta –firmada por el gobernador y por el ministro de Economía, Eduardo Garvich- ha generado un alboroto en el Poder Legislativo. Hay oficialistas que ya pusieron el grito en el cielo, como el presidente de la comisión de Hacienda, Juan Antonio Ruiz Olivares. El monterizo, que no atraviesa por un buen momento en su relación con Manzur y con Jaldo, pataleó y solicitó informes sobre las finanzas del interior antes de viajar a Bolivia. Otros, en cambio, se preguntan si el ideólogo es el propio Acevedo y, en ese caso, quién está por detrás suyo. El ministro del Interior, luego de casi una veintena de años en la administración pública, llegó a comandar la caja de asistencia política más importante de la gestión debido a su perfil técnico. Eso es lo que había convencido de él a Manzur. Pero, según la queja recurrente en la Legislatura y en la Casa de Gobierno, en estos meses ha dado un vuelco a su histórico perfil y ahora hay hasta pasacalles en comunas rurales con su apellido inscripto. Acevedo, además, sigue siendo un hombre que se reporta a diario con el silencioso pero movedizo Alperovich.
Las primeras voces críticas a la repentina movida ¿manzurista? surgieron del amayismo y del radicalismo. Silvio Bellomío, ex secretario de Hacienda de la capital, alertó sobre la discrecionalidad de la que gozarán Acevedo y Garvich a la hora de repartir el dinero al interior y se preguntó cómo serán tratados aquellos distritos gobernados por opositores, al no existir parámetros objetivos de distribución. Sugestivamente, Ariel García, el radical de mejor diálogo con Jaldo fue quien también alzó su voz. El vicepresidente segundo de la Cámara advirtió que, de aprobarse el texto tal cual fue enviado, el Poder Ejecutivo tendrá en un “puño” a intendentes y comisionados. Los oficialistas, en cambio, se muestran cautos a la espera de conocer la postura de Jaldo y enterarse cómo se diseñó la iniciativa. Por lo pronto, el peronismo legislativo ya hizo saber que no está dispuesto a tratar el pedido de Manzur en la próxima sesión, este jueves.
Quizá esta última postura de la bancada oficialista sea una de las mayores pruebas de la debilidad política del gobernador. Manzur no está en condiciones de imponer nada en el recinto, sencillamente porque los legisladores no responden a él, sino a Jaldo y a Alperovich. Otra pregunta que aún no tiene respuesta, ¿sabrá o se pronunciará el ex gobernador acerca de los superpoderes para su amigo Acevedo?
Sobre Manzur, que hoy pasa más horas con macristas que con kirchneristas, también hablaron algunos minutos en la reunión que el jueves mantuvieron senadores del Frente para la Victoria con la ex presidenta Cristina Fernández. La charla surgió a partir de un comentario que hizo la secretaria del bloque, Virgina García, sobre la ausencia de los dos senadores tucumanos: Alperovich y Beatriz Mirkin. Entre los “K” esperaban el faltazo del ex gobernador, pero se sorprendieron por el de la ex ministra de Desarrollo Social. Mirkin, al menos, llamó a García –la senadora es, a la vez, cuñada de Máximo Kirchner- para excusarse por no asistir, y adujo que le avisaron sobre la hora del evento. En esos minutos de diálogo telefónico, según se transmitió entre algunos senadores, Mirkin no habría hablado demasiado bien de Manzur.
Es que con su anemia política crónica, el gobernador potencia esas críticas y fomenta la subsistencia o el crecimiento de otros dirigentes. Peligrosamente, pareciera tener algunos de los síntomas del síndrome del pato rengo, aquel flagelo que afecta a quienes se les acerca la fecha en que deben dejar el cargo y ya tienen definido a sus sucesores. Un pato rengo no es capaz de seguir a la bandada, y puede ser víctima de depredadores. Lo curioso es que Manzur recién ha iniciado su gestión.
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