Por LA GACETA
14 Julio 2016
Una seguidilla de episodios de inseguridad, la mayoría de ellos violentos y graves, viene golpeando con llamativa y dramática continuidad el vecindario de Villa 9 Julio, a tal punto que conocedores de los casos y expertos en estas cuestiones advierten que la situación podría ser consecuencia de una disputa entre bandas o clanes de delincuentes.
Vecinos de esa populosa zona del noreste de nuestra capital han relatado distintos episodios de balaceras en plena la luz del día protagonizados entre malvivientes y efectivos policiales, o entre grupos armados, además de asaltos, robos, atropellos, amenazas de toda índole -incluso de muertes a personas o directamente de prender fuego a alguna casa- y hasta atropellos e intromisiones en viviendas. La crónica policial de LA GACETA, las denuncias en las redes sociales, cartas de lectores y distintas publicaciones advierten de que gran cantidad de familias de los barrios de la zona prácticamente han naturalizando ese sufrimiento a través de jornadas de locura, pesadilla y pánico, entre otros desmanes y perjuicios.
El último episodio ocurrió en la calla Paraná al 900, cuando los residentes del lugar se disponía a almorzar: la calma desapareció de golpe cuando las sirenas de los móviles del servicio 911 y de las ambulancias advirtieron de una movilización policial para asistir a una madre y a su hija que fueron baleadas en plena calle. Como en algunos de los otros incidentes, la Policía detuvo a varias personas, sindicados de ser sospechosos de las agresiones. Ciertamente, los vecinos señalen que los efectivos de seguridad generalmente responden a los llamados o se presentan en lugares considerados críticos o ante el desplazamiento de sospechosos. Pero esa reacción habitual de la Policía no parece suficiente para combatir el delito y tampoco se conoce fehacientemente que los operativos de patrullaje y control que se llevan a cabo hayan logrado disminuir la inseguridad. Más bien lo que trasciende es que cada tanto, alguna detención de individuos buscados por la Justicia arroja que el prófugo portaba armas de grueso calibre con un poder de fuego inusitado y que fue hallado en una suerte de “aguantadero” en viviendas del barrio.
Aun cuando es posible advertir que en Villa 9 de Julio se ha transformado en una de las zonas más inseguras de la ciudad, lo que no se termina de entender son las faltas de definiciones de las principales autoridades del área para encarar la problemática con la profundidad que merece. ¿No debiera darse un tratamiento y una cobertura especial al lugar? ¿No será necesario desarrollar un trabajo más esforzado y sistemático para prevenir los hechos de violencia? Incrementar la cantidad de las comisarías y el número de personal en tareas de vigilancia, por caso.
Ciertamente, el problema de la seguridad refiere a una complejidad que supera la represión y las coberturas preventivas -la marginalidad, la falta de disciplina social, la escasez de trabajo, cierta flexibilidad legal, morosidad de las investigaciones y en la aplicación de justicia estarían entre los condicionantes-, pero esta situación estaría mostrando que hay programas y políticas que no están dando resultando y que demandan una urgente revisión. En los primeros años del Gobierno anterior, el jefe de la fuerza policial había asegurado que se había propuesto poner en marcha un plan especial de seguridad para atender lo que ya aparecía como un complicado panorama en Villa 9 de Julio. Las evidencias revelan que apenas si se avanzó en la cobertura; los vecinos siguen envueltos en sufrimientos cotidianos y, muchas veces en medio de la tragedia.
Vecinos de esa populosa zona del noreste de nuestra capital han relatado distintos episodios de balaceras en plena la luz del día protagonizados entre malvivientes y efectivos policiales, o entre grupos armados, además de asaltos, robos, atropellos, amenazas de toda índole -incluso de muertes a personas o directamente de prender fuego a alguna casa- y hasta atropellos e intromisiones en viviendas. La crónica policial de LA GACETA, las denuncias en las redes sociales, cartas de lectores y distintas publicaciones advierten de que gran cantidad de familias de los barrios de la zona prácticamente han naturalizando ese sufrimiento a través de jornadas de locura, pesadilla y pánico, entre otros desmanes y perjuicios.
El último episodio ocurrió en la calla Paraná al 900, cuando los residentes del lugar se disponía a almorzar: la calma desapareció de golpe cuando las sirenas de los móviles del servicio 911 y de las ambulancias advirtieron de una movilización policial para asistir a una madre y a su hija que fueron baleadas en plena calle. Como en algunos de los otros incidentes, la Policía detuvo a varias personas, sindicados de ser sospechosos de las agresiones. Ciertamente, los vecinos señalen que los efectivos de seguridad generalmente responden a los llamados o se presentan en lugares considerados críticos o ante el desplazamiento de sospechosos. Pero esa reacción habitual de la Policía no parece suficiente para combatir el delito y tampoco se conoce fehacientemente que los operativos de patrullaje y control que se llevan a cabo hayan logrado disminuir la inseguridad. Más bien lo que trasciende es que cada tanto, alguna detención de individuos buscados por la Justicia arroja que el prófugo portaba armas de grueso calibre con un poder de fuego inusitado y que fue hallado en una suerte de “aguantadero” en viviendas del barrio.
Aun cuando es posible advertir que en Villa 9 de Julio se ha transformado en una de las zonas más inseguras de la ciudad, lo que no se termina de entender son las faltas de definiciones de las principales autoridades del área para encarar la problemática con la profundidad que merece. ¿No debiera darse un tratamiento y una cobertura especial al lugar? ¿No será necesario desarrollar un trabajo más esforzado y sistemático para prevenir los hechos de violencia? Incrementar la cantidad de las comisarías y el número de personal en tareas de vigilancia, por caso.
Ciertamente, el problema de la seguridad refiere a una complejidad que supera la represión y las coberturas preventivas -la marginalidad, la falta de disciplina social, la escasez de trabajo, cierta flexibilidad legal, morosidad de las investigaciones y en la aplicación de justicia estarían entre los condicionantes-, pero esta situación estaría mostrando que hay programas y políticas que no están dando resultando y que demandan una urgente revisión. En los primeros años del Gobierno anterior, el jefe de la fuerza policial había asegurado que se había propuesto poner en marcha un plan especial de seguridad para atender lo que ya aparecía como un complicado panorama en Villa 9 de Julio. Las evidencias revelan que apenas si se avanzó en la cobertura; los vecinos siguen envueltos en sufrimientos cotidianos y, muchas veces en medio de la tragedia.
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