Clinton y Trump, listos para enfrentarse en el primer debate presidencial

19 Septiembre 2016

Nicolás Solari - Analista de Poliarquía Consultores

La extenuante campaña presidencial de los Estados Unidos entra en la última etapa con la temporada de debates. El próximo lunes 26 de septiembre, en la Universidad Hofstra de Nueva York, Hillary Clinton y Donald Trump se verán las caras en el primero de tres debates presidenciales pautados para antes de la elección presidencial del 8 de noviembre. La comisión organizadora del debate (CPD, según su sigla en inglés- anunció en los últimos días que ninguno de los otros dos candidatos en carrera -Gary Johnson del Partido Libertario y Jill Stein del Partido Ecologista- reúne el 15% de intención de voto demandado para participar del encuentro.

El debate presidencial concita gran atención en los Estados Unidos y se dará en un contexto impensado hasta hace pocas semanas. Las encuestas, que eran ampliamente favorables para Hillary Clinton, han comenzado a mostrar durante el mes en curso un escenario mucho más parejo donde Trump incluso lidera las preferencias electorales en algunos estados clave como Florida, Ohio e Iowa.

Una parte del resurgir de Donald Trump obedece al magnetismo que el multimillonario candidato ejerce sobre buena parte de la sociedad norteamericana y los medios de comunicación en particular. La otra, sin duda, tiene que ver con errores no forzados cometidos por la campaña de Hillary Clinton. Entre los desaciertos más evidentes de los demócratas vale destacar el haber tildado de ?deplorables? a los electores de Trump y el haber mantenido al mínimo el contacto personal con la prensa. De todos modos, la equivocación más costosa parece haber emanado de la decisión de ocultar una neumonía padecida por la candidata.

En efecto, la salud de Hillary Clinton irrumpió con fuerza en la campaña electoral luego de que la candidata demócrata tuviera que retirarse descompensada del acto en memoria de los atentados a las torres gemelas de Nueva York. Una filmación, difundida por un particular en la red social Twitter, muestra a un debilitada Hillary Clinton ingresando en un auto oficial con el auxilio de asistentes y agentes del servicio secreto. Con ambos candidatos promediando los 70 años, el tema de la salud constituye un elemento que promete seguir ocupando un lugar central en el interés del electorado.

Finalmente, las explosiones registradas recientemente en la Ciudad de Nueva York, que causaron una treintena de heridos, han vuelto a poner al tope de la agenda electoral la cuestión de la seguridad interna y los temas conexos de inmigración, fuerzas armadas y política exterior.

Este será el contexto en el que tendrá lugar un debate presidencial largamente esperado. Estimaciones preliminares sugieren que el debate será visto en vivo por cerca de 100 millones de personas, un record absoluto para cualquier debate político, y muy cerca de los 114 millones de personas que vieron el partido final del Super Bowl de 2015, el evento televisivo de mayor audiencia en la historia de Estados Unidos.

Para Hillary Clinton el debate representa la oportunidad de conectar afectivamente con un electorado que se siente indudablemente atraído por figuras más carismáticas como los Obama. Para Trump el desafío pasa por estar a la altura de una contrincante más curtida y experimentada y evitar ofender a los electores con su retórica desenfadada. Será un mano a mano de 90 minutos de duración, dividido en seis segmentos y transmitido en simultáneo por todas las grandes cadenas nacionales de TV. Un espectáculo al estilo norteamericano donde dirán presente las declaraciones patrióticas, las apelaciones emotivas y los golpes bajos de dos candidatos que no aún terminan de convencer al electorado norteamericano.

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