Lebbos lucha, pero no se siente un héroe

Cuando alguien lo para en la calle para apoyarlo, el padre de Paulina Lebbos -asesinada en 2006- siente que el batallador camino que eligió fue el correcto

ESPERANZADO. Para  Lebbos es inexplicable que haya pasado más de una década entre el crimen y el jucio. Pero, aún así, cree en las instituciones. la gaceta / foto de DIEGO ARAOZ ESPERANZADO. Para Lebbos es inexplicable que haya pasado más de una década entre el crimen y el jucio. Pero, aún así, cree en las instituciones. la gaceta / foto de DIEGO ARAOZ

El tiempo no siempre lo cura todo; a veces lo exacerba. A Alberto Lebbos le pasa: no puede, no consigue perdonar el brutal asesinato de su hija Paulina ocurrido en febrero de 2006. Por eso, su tormento sin tregua languidece día a día en el calvario de su memoria. “Todavía recuerdo con absoluta claridad el día que vi su cuerpo tirado a la vera de la ruta a Raco. Fue un shock que aún me sigue estremeciendo”, señala con la mirada fija en sus manos entrelazadas.

Sin embargo, en lugar de encerrarse a llorar, Lebbos decidió salir a luchar. Y pudo convertir la fuerza de su dolor, de su ira ciega y anegada, en el motor de la única lucha que le ha permitido seguir viviendo. “Yo sólo busco la verdad. Quiero que salga a la luz la identidad del asesino de Paulina y que pague por eso”, repite con firmeza y convicción.
Ahora, a poco más de un mes del comienzo del juicio que tendrá en vilo a Tucumán durante gran parte del 2018, Lebbos ratifica esa lucha por la verdad y desestima cualquier intento social de convertirlo en un héroe. “No soy un héroe. Creo que ese título me queda grande. Sé que la sociedad me puso como un referente de la lucha por la Justicia y estoy muy agradecido. No eludo esa responsabilidad porque es una distinción honrosa; pero no creo ser un héroe. Eso sí, me gratifica que la gente me pare en la calle y me diga que apoya mi causa, porque es señal de que voy por el camino correcto”, dice. Y agrega: “cuando todo termine, la lucha va a continuar. Las marchas seguirán, porque ya he asumido un compromiso con toda la sociedad”.

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Con la seguridad de quien entiende que toda lucha requiere esfuerzo, Lebbos asegura que le causa dolor que lo anormal siga tomándose como algo cotidiano en una provincia donde las instituciones no funcionan como deberían. “¿Cómo puede ser que hayamos tenido que esperar 11 años para que la causa por el asesinato de Paulina sea llevada a juicio oral con las mismas pruebas de 2006? Eso pasa porque no funcionan las instituciones”, enfatiza.

Y relata que durante esos 11 años tuvo que soportar el más atroz de los infiernos: no sólo debió sobrellevar el aberrante crimen de su hija, sino que también tuvo que contener a su familia y soportar todo tipo de ataques y escarnios. Aunque eso, dice, no le ha quitado su fe en la gente y en la sociedad. “Después de 11 años de calvario sigo creyendo fervientemente en las instituciones. Hay gente muy buena que trabaja como tiene que ser. Pero también hay delincuentes que usan el poder para encubrir y hacer todo mal. Eso lo tengo bien claro. De hecho, en estos mismos instantes mi familia y yo estamos siendo blanco de una atroz campaña de desprestigio que, seguramente, recrudecerá cuando inicie el juicio”, declara.

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Ahora Lebbos está convencido que la verdad prevalecerá. No tiene dudas de eso. “Se viene una etapa muy esperada. Han sido muchos años de sufrimientos, de ataques y de acechanzas constantes. Ya queremos que todo esto se termine. Por eso, estamos muy emocionados, porque la lucha ha dado resultado. Queremos que se sepa la verdad. Y yo tengo la convicción de que durante el juicio saldrá el nombre del perpetrador del crimen”, consideró. Y agregó: “lo mejor sería que los acusados digan la verdad y lo peor sería que no lo hagan. No solamente por nosotros sino también por sus propias familias, que cargan con el estigma del homicidio impune de Paulina”.

El porqué

El año que está por comenzar lo tendrá como uno de los grandes protagonistas. Comienza un juicio que, de no ser por su lucha e insistencia, habría quedado en la nada.

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