Pocos se animarían a cuestionar que Boca-River es uno de los clásicos más importantes del planeta. El que se jugó ayer, además, definía un título, situación que no se daba desde el 22 de diciembre de 1976, cuando el “Xeneize” ganó 1-0 al “Millonario” y se quedó con el Nacional de aquel año. Todo este contexto exigía un plus que distinga este River-Boca del que puede verse algún día de cualquier enero, en una copa de “oro” en Mar del Plata. Y ese extra se dio antes del inicio del encuentro.

Integrantes de Cirque du Soleil, el circo de música y de acrobacias más prestigioso del mundo, realizaron una performance. Minutos después, ya con los equipos titulares formados en el campo de juego, la cantante Marcela Morelo interpretó un fragmento del Himno. En el entretiempo actuó el grupo de cumbia Los Totora. No faltó un show de luces por todo el estadio Malvinas Argentinas.

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Este tipo de espectáculos, dentro del espectáculo principal, resultan común en otras latitudes. Verbigracia, el Super Bowl, como se conoce a la final del campeonato de fútbol americano de Estados Unidos. En el entretiempo de su última edición, disputada el domingo 4 del mes pasado, brindó un recital el cantante Justin Timberlake. Su actuación, de 13 minutos, fue vista por 106,6 millones de personas, en todo el globo. El del año anterior, interpretado por Lady Gaga, mantiene el récord de audiencia con más de 117,5 millones de espectadores, solamente por televisión. Si se suman las distintas plataformas, la cifra trepa a 150 millones.

El clásico argentino de principios de noviembre del año pasado, por la Superliga, registró un rating de 14 puntos; lo que implica unas 6 millones de personas. Una de las mediciones más altas se registró a comienzos de octubre de 2014, con casi 45 puntos; unos 18 millones de espectadores. Seguramente el de ayer superó esa cifra. Pero lejos de las cifras del Super Bowl.

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Los espectadores presenciales y televisivos del máximo clásico argentino se merecen que continúen estos shows, y que vayan creciendo en calidad.

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