“Taca” Bieler fue una pieza fundamental en la campaña, por su liderazgo y sus goles decisivos

ALAS AL VIENTO. El 9 apareció para estirar la ventaja sobre Sarmiento y luego para liquidarlo con un disparo a colocar inalcanzable para el arquero Pellegrino. A sus 34 años, “Taca” sigue en un gran nivel. la gaceta / FOTO DE JORGE OLMOS SGROSSO ALAS AL VIENTO. El 9 apareció para estirar la ventaja sobre Sarmiento y luego para liquidarlo con un disparo a colocar inalcanzable para el arquero Pellegrino. A sus 34 años, “Taca” sigue en un gran nivel. la gaceta / FOTO DE JORGE OLMOS SGROSSO

En la mitología griega, el titán Atlas fue condenado por Zeus a pasar la eternidad sosteniendo el cielo sobre sus hombros, en castigo por haber liderado a los Titanes en la guerra contra los dioses del Olimpo. De acuerdo a la leyenda es la fuerza del gigante la que impide que el firmamento se desplome sobre la tierra.

De la misma manera, Claudio Bieler venía cargando sobre sus hombros gran parte de ese pesado sueño de ascenso que incubaba el pueblo sanmartiniano, y que se materializó el domingo en La Ciudadela. Los goles decisivos del santafesino -cinco de ellos, en el Reducido- mantuvieron viva la ilusión “santa” durante la segunda mitad de la temporada y la llevaron sana y salva a su puerto de destino: la Superliga.

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“Estoy feliz porque llevamos a San Martín al lugar que se merece”, expresó “Taca”, que en eso tuvo mucho que ver. Todo equipo que pretenda llegar a algún lado necesita un caudillo que se ponga al frente cuando la cosa se pone se pone áspera -sobre todo en una arena rugosa como la B Nacional- y oficie de guía cuando se pierde el rumbo y la moral ande por los suelos. San Martín lo encontró en Bieler.

Pero antes de eso, Bieler debió encontrarse a sí mismo. Había llegado al club en agosto del año pasado, para reemplazar la cuota de gol que Ramón Lentini se había llevado a Olimpo. La dirigencia apostó por un delantero experimentado, con pergaminos internacionales, entre los que se contaban el de campeón de la Copa Libertadores y una final del mundo contra el Manchester United de Carlos Tevez y Cristiano Ronaldo. Sin embargo, los primeros meses fueron poco fructíferos. Le costó adaptarse a la idea de Diego Cagna y marcó apenas tres goles en sus primeros 12 partidos, poco para un artillero de su jerarquía.

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Para colmo, el supuesto interés en abandonar el club a mitad de temporada para aceptar una oferta desde Ecuador (tierra donde se ganó el status de ídolo) no hizo más que resquebrajar aun más la ya debilitada relación con los hinchas. “Nunca me quise ir”, aseguró este domingo, tras la final.

La decisión de quedarse fue un gran acierto. Ya bajo las órdenes del técnico Rubén Darío Forestello, quien lo nombró capitán, todo comenzó a mejorar. Y llegaron los goles: fueron 13 más, para un total de 16, que lo consagraron como goleador del torneo.

Desde el 1-0 a Los Andes, en la fecha 13, lo máximo que pasó sin convertir fueron tres partidos. Además, cada vez que lo hizo, San Martín sumó puntos. Más aún: de las unidades que sumó el “Santo”, 10 fueron consecuencia directa y exclusiva de los goles de Bieler. Por eso no es exagerado decir que, de no ser por “Taca”, no se hubiera llegado ni al Reducido.

Tampoco es menor el dato de que la mayoría de sus goles llegaron en el segundo tiempo, cuando la necesidad suele ser mayor.

De todas maneras, sería incompleto medir su importancia sólo por las veces que mandó el cuero a la red; quizás su principal aporte haya sido ponerse el equipo y el sueño sobre los hombros, y sostenerlos hasta el final.

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