Es el triunfo que necesitábamos para demostrar que el equipo todavía está vivo. En esta ocasión, los muchachos dejaron hasta la última gota de sudor para darnos esta clasificación que la terminaron festejando miles de argentinos que estuvieron en el estadio y los que desde acá hicimos fuerza para que la clasificación sea un hecho.
Somos argentinos, y como tal parece que tenemos que sufrir siempre, pero los muchachos nos dieron una alegría que se celebrará hasta el sábado cuando juguemos con Francia.
En lo que se refiere a lo futbolístico, esta vez la Selección cambió rotundamente respecto de los dos partidos anteriores. Esta vez se vio a un equipo bien ordenado, corto y agresivo en la marca. Dejó todo en el campo de juego y luchó cada pelota como si fuera la última.
Como era de esperar por todo lo que se jugaba, no se vio un juego vistoso. El desarrollo fue muy trabado y Nigeria fue a hacer su negocio, pues con el empate le alcanzaba para estar en octavos.
En este encuentro quedó demostrado que la línea de cuatro en el fondo es fundamental, máxime teniendo en cuenta que nos enfrentábamos a un equipo de “ligeritos”.
Lo que más me encantó fue la tarea de Otamendi y Rojo, dos verdaderos leones a la hora de defender y de transmitir una actitud que contagió al resto del equipo. Pero el acierto más importante de Sampaoli fue incluir a Banega, un jugador decisivo porque brindó el volumen de juego que la Selección necesitaba.
Una vez más quedó demostrado que cuando ponés las piezas en el lugar adecuado, es más fácil que la cosa funcione.
En estos momentos me gustaría saber lo que piensan los otros rivales, que querían que quedáramos afuera. Ahora se viene lo mejor.