La educación de las niñas combate la pobreza y mejora la salud

Por César Chelala, columnista invitado.

01 Septiembre 2018

La desigualdad social y el acceso desigual a la educación atrapan a millones de niñas y mujeres en todo el mundo. Si bien la “brecha de género” en la educación se ha reducido en la última década, las niñas siguen estando en desventaja, especialmente en lo que respecta al acceso a la educación de nivel secundario. Y recordemos que las mujeres todavía constituyen casi dos tercios de la población analfabeta del mundo.

Esta brecha de género es generalmente más amplia en los niveles más altos de escolaridad. Según algunas estimaciones, las mujeres en el sur de Asia, por ejemplo, tienen solo la mitad de años de educación que los hombres, y las tasas de matrícula femenina en el nivel secundario son dos tercios de las de los hombres.

En terminos generales, la disparidad de género es mayor entre los pobres. Ser una niña de una familia pobre se convierte así en una doble desventaja. Además, el sesgo de género –en algunos casos los enfoques de la enseñanza y el grado de atención de los docentes- coloca a las niñas en una situación de desventaja adicional.

El acceso general a la educación básica ha aumentado notablemente en la última década en muchos países en desarrollo. A pesar de eso, es menos probable que los niños pobres asistan a la escuela. En Argentina, de acuerdo con cifras oficiales, cerca de 650.000 niños y adolecentes están fuera del sistema educativo.

Existe un acuerdo generalizado insoslayable sobre la urgencia de que la educación primaria debe convertirse en universal lo antes posible, pero las diferencias en la asistencia a las escuelas muestran que es menos probable que los pobres logren este objetivo que aquellos que viven en familias de major situación económica.

Para los niños pobres, es más difícil tener fácil acceso a las escuelas, porque las escuelas tienden a concentrarse en las ciudades y las áreas donde solo viven las familias más acomodadas. La disponibilidad física de las escuelas, sin embargo, no es el factor más crítico en la mayoría de los países en desarrollo. Es importante considerar no solo los promedios nacionales, sino también la situación de las niñas pobres en las áreas rurales.

Aunque los gastos en educación en muchos países en desarrollo han aumentado en las últimas décadas, a menos que estos recursos se destinen específicamente a los sectores más vulnerables, tenderán a aumentar las disparidades en lugar de disminuirlas.

Las disparidades en el logro de la educación, en gran medida, se han atribuido a sistemas escolares ineficaces. Los gobiernos tienden a gastar menos en la educación primaria y secundaria pública -el tipo de escolarización que tiende a beneficiar más a los pobres- durante las crisis económicas. Además, las guerras, los conflictos civiles, las crisis económicas y las epidemias alteran los servicios y afectan la asistencia a la escuela. Todos estos problemas suelen tener una mayor repercusión en los pobres.

La eliminación del sesgo de género en la educación es particularmente importante cuando el nivel de educación de los padres está relacionado con el logro educativo de sus hijos. Varios estudios han demostrado que educar a las madres es más importante que educar a los padres para aumentar las posibilidades de éxito de sus hijos.

Además, una gran cantidad de evidencia muestra los beneficios de la escolarización de las mujeres no solo para que sus hijos tenagn buena educación, sino también para su salud, nutrición y supervivencia. Las tasas de inmunización entre los hijos de madres educadas, por ejemplo, han sido consistentemente más altas que las de las madres sin educación.

Las niñas educadas pueden desarrollar habilidades esenciales para la vida, incluida la confianza en sí mismas, la capacidad de participar de manera efectiva en la sociedad, y la capacidad de protegerse mejor del VIH / SIDA y la explotación sexual, entre las más importantes. Además, las mujeres pobres y con poca educación son más propensas a morir durante el embarazo o el parto.

Varios estudios han demostrado que las mujeres educadas no solo tienen menos hijos sino que también tienen mejores perspectivas económicas. La educación de las niñas no solo las empodera, sino que también se considera la mejor inversión en el desarrollo de un país.

El aumento de los gastos en educación para los sectores más pobres de la sociedad produce mejores rendimientos en productividad, ingresos y crecimiento económico. Por el contrario, la desigualdad en la distribución de la educación ha frenado el crecimiento económico y el ingreso per cápita en muchos países.

Tomar medidas para aliviar la pobreza se ha convertido en una prioridad global urgente. Y una de las mejores formas de reducir la pobreza es aumentar el nivel educativo de los pobres, especialmente de las niñas.

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