Adiós al filósofo Jorge Estrella, un hombre luchador y solitario que se refugió en Chile

El encuentro clave con un militar de rango le salvó la vida en la década del ‘70. Sus amigos lo recuerdan como un hombre triste.

Eran tiempos difíciles en Tucumán cuando a fines de 1975 había empezado el “Operativo Independencia”. Una de esas noches hubo una cena con varios invitados. Por casualidad, en aquella mesa, se sentaron frente a frente un militar de rango y la escritora tucumana Cristina Bulacio. En un momento de la charla, el militar le preguntó a la escritora si ella era amiga del filósofo y escritor Jorge Estrella. De inmediato, Cristina respondió orgullosa que sí. “Entonces dígale que me visite; quiero hablar con él”, dijo el militar.

Así fue que Jorge Estrella se reunió, a solas, con el militar. Le recomendó que se fuera del país, porque estaba en riesgo su vida. “Esto se nos fue de las manos; mejor será que levante sus cosas y salga”, le dijo el militar. En menos de 48 horas, Estrella, su esposa Margarita y Lucas, su hijo mayor, estaban rumbo a Chile, donde lo esperaba un amigo escritor. Aquel episodio le salvó la vida al filósofo tucumano, que tiempo después publicó ese episodio en un libro, aunque cambió el nombre de algunos de los protagonistas.

Cristina Bulacio recordó ayer esa anécdota sobre su gran amigo Jorge Estrella, que murió el miércoles, a los 79 años. Sus restos fueron trasladados a Vinará, una localidad santiagueña cercana a Las Termas del Río Hondo, en la que Estrella pasó buena parte de su infancia. “Los militares habían encontrado una cueva en Vinará y desconfiaron de la familia Estrella -dijo Cristina Bulacio-, pero en realidad era una cava que tenían para guardar buenos vinos. Vinará era su lugar en el mundo”, agregó.

Estrella fue uno de los colaboradores más jóvenes de LA GACETA Literaria, junto a Tomás Eloy Martínez. Después de la advertencia del militar, Estrella se instaló en Chile. Aquel período le costó amistades en Tucumán, porque decían que había tenido simpatías pinochetistas.

Ejerció la docencia en distintas universidades nacionales, además de la UNT, también dio cátedra en universidades de San Juan, Salta, Santiago del Estero; y de Chile (Universidad de Chile y Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación).

Dirigió también la Revista de Filosofía de la Universidad de Chile y colaboró en suplementos literarios de periódicos de otros países, como El Mercurio (Chile).

“Se murió un amigo querido con una mente lúcida y un corazón herido -dijo Cristina-; tenía el corazón herido por la vida; lo considero una gran persona, dirigió mi tesis doctoral, disfrutábamos al discutir los asuntos del doctorado en tonos espléndidos, aprendimos los dos, era un hombre muy inteligente y por eso siento que hay una nueva ausencia”, afirmó.

Sin disfraces

A los 64 años, el filósofo cruzó la cordillera de los Andes junto a su hijo Lucas Estrella, que en ese entonces tenía 33 años. “Vivir a la intemperie la enormidad de la cordillera es como cabalgar a pelo la vida; sin monturas ni con los resguardos con que la disfrazamos”, expresó aquella vez.

Muchos de sus amigos lo recuerdan como un hombre luchador, triste, y a la vez, solitario. En sus opiniones eran un provocador. En sus numerosos textos publicados en LA GACETA Literaria, una vez se refirió al ego de los escritores. “Para nadie es novedad que los escritores (y los artistas en general) son proclives a cierto narcisismo; en general tienden a creerse premios Nobel postergados”, escribió. Estrella fue un reconocido autor en el mundo de la ciencia. Publicó 24 libros entre los que figuran “Cruce de caminos”, “El tren”, “Conocimiento y biología”. Navegó entre ensayos y publicaciones sobre filosofía de la ciencia y paseó su talento por el relato de ficción.

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