Girona, una parada obligada hacia la Costa Brava en España

Alberga construcciones medievales con reminiscencias árabes, romanas y hebreas.

Según la Organización Mundial de Turismo (OMT), España se encuentra entre los destinos más visitados del mundo junto a Francia, Estados Unidos, Italia y el Reino Unido. Y no es para menos: en el país del tapeo son millones los turistas que se deleitan con sus exquisiteces gastronómicas, sus playas paradisíacas, sus propuestas culturales y fiestas tradicionales. Sin embargo, como sucede en casi todos los países que tienen mucho para ofrecer, hay ciudades o pueblos que pasan inadvertidos al ojo del turista, pero que valen la pena descubrir. Este es el caso de Girona, la antesala de la Costa Brava.

Al noreste de la península Ibérica se encuentra lo que muchos consideran la “Florencia catalana”, un tesoro histórico que alberga construcciones medievales y reminiscencias árabes, romanas y hebreas. Una sorpresa para quienes, sin planearlo ni esperarlo, desembarcan en tren desde Barcelona (queda a sólo 40 minutos) y se encuentran con lo que fue escenario de la famosa serie “Juego de Tronos” en los capítulos de la sexta temporada.

Antes de comenzar a recorrer la ciudad de los cuatro ríos: Ter, Güell, Galligants y Onyar, nos detenemos en uno de los puentes que conecta el barrio de Mercadal con el Casco Viejo, y que por su gran estructura de hierro en color rojo, ya desde lejos, llama la atención. Se trata del Puente de las Peixateries Velles, también conocido como Puente de Hierro, diseñado en 1877 por el mismísimo Gustave Eiffel, que 10 años mas tarde iniciaría la construcción de la célebre torre que lleva su nombre, en París.

Otras de las opciones para cruzar el río pueden ser o por el Pont de Pedra (uno de los más antiguos y el único construido de piedra), o por el Puente de Gómez (su nombre rinde honor a quien cedió parte de su casa para su construcción). Lo cierto es que desde cualquiera de los tres puentes más conocidos que elijamos para llegar a “Barri Vell” o casco antiguo, tendremos una vista privilegiada hacia las pintorescas casas multicolores que se asientan en el río Onyar.

Cruzamos el río (por el puente que más nos simpatice) y nada que genere más placer que sentarse a desayunar en el casco viejo, y si es en “La Fábrica” mejor aún. Se trata de un restaurante de estilo industrial, ambientado con todo lo relacionado al mundo del ciclismo, que ofrece un menú saludable y muy rico. Ahora sí, con la energía bien arriba y la adrenalina a flor de piel, nos preparamos para explorar una Girona que promete mucho más que ser la entrada a la Costa Brava.

No sólo que la lista de recomendaciones para descubrir es extensa, sino que además de empacharnos de cultura e historia, a sólo 30 minutos tenemos la Costa Brava (merece un capítulo aparte) con sus playas de ensueño. ¿Qué más se puede pedir?

caminar hacia la muralla.- Para obtener un pantallazo general de cómo es el trazado de Girona, lo ideal es atravesar estos muros de más de dos kilómetros construidos por los romanos en el siglo I a. C. para defenderse de las invasiones. Se puede acceder desde el paseo arqueológico y desembocar en los increíbles jardines cerca de Plaza Catalunya. Ahí mismo, mientras se mantiene el trayecto con botella de agua en mano, se observan las torres edificadas en diferentes periodos, y desde las que podemos regocijarnos con un hermoso atardecer.

La Catedral de Girona.- Con sus 90 escalones es uno de los puntos más altos de la ciudad y tiene la nave gótica más ancha del mundo después de la del Vaticano. Si bien son más de siete diferentes locaciones que se utilizaron para filmar “Game of Thrones”, esta imponente catedral es el “spot” preferido por los fanáticos de la serie.

La Rambla de la Llibertat o Rambla de la Libertad.- Es el centro principal de Girona y punto de concentración de gerundenses y turistas. Rodeado de bares, restaurantes y locales comerciales, es una buena opción para descansar durante la caminata.

Barrio judío o el Call.- Vale la pena recorrer la zona de estilo medieval mejor conservada. Muy cerca se encuentra uno de los rinconcitos más adorables llamado “Café Le Bistrot” y de fondo, las escalinatas de San Martín.

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