¿Hacía falta crear tanta expectativa porque Leo Messi volvía a la Selección tras 260 días para dejarlo finalmente tan expuesto con una formación inexperta, novedosa y tan cambiante, tan experimental que terminó siendo derrotada por un rival que había logrado ganarle sólo una vez en toda la historia y que por primera vez le hace ahora tres goles? ¿Habrá que terminar dándole la razón a César Menotti cuando avisó que podía ser no conveniente convocar a Messi para tan poco, porque encima “Leo”, según parece, se resintió además de un dolor y se volvió a Barcelona de inmediato? ¿Habrá querido aludir Menotti a que Messi acaso fue a Madrid porque le quedaba a un paso y porque la Selección presentaba la nueva camiseta Adidas, firma que además es patrocinadora del propio “Leo”? ¿A eso habrá querido referirse Menotti cuando habló de estos amistosos ante Venezuela y el martes contra Marruecos como “negocio” y por eso él eligió tal vez entonces quedarse en Buenos Aires?
Las declaraciones de Menotti, en los días previos a la dura derrota 3-1 ante Venezuela, el viernes en el “Wanda Metropolitano”, aludieron a su condición de flamante director de Selecciones de la AFA. Pero tal vez, por más lógica que tenga, no fue exactamente oportuno que Menotti nos recordara justo en estas horas que el DT Lionel Scaloni está “en evaluación” y que él prevé reunirse con Marcelo Gallardo. Queda al desnudo una precariedad que, tras una caída como la del viernes ante Venezuela, da aún mayor fragilidad a todo. Porque faltan menos de tres meses para la Copa América y crece así la incertidumbre respecto del plantel que irá a Brasil. El golpe mayor, qué duda cabe, fue para el propio Scaloni, él también en parte responsable, porque arriesgó demasiado improvisando esquemas y cambios de posiciones con tan poco tiempo de preparación. Hay algo que sí es cierto. Este es el tiempo de ensayos y de apuestas. Especialmente si se habla de juveniles como Juan Foyth, uno de los más expuestos tras la derrota contra Venezuela. O de Giovanni Lo Celso y Leandro Paredes en el centrocampo. Y Lautaro Martínez en ataque. La propia Copa América será también inevitable ensayo.
Lo más duro de la derrota es pensar que, si el rival hubiese sido otra vez España, fue tal la fragilidad defensiva de la Selección que podríamos haber repetido la caída humillante 6-1 sufrida en el mismo Wanda por el equipo de Jorge Sampaoli en la previa al Mundial de Rusia. ¿Será que acaso creemos que tenemos más de lo que realmente somos? ¿Qué podemos ensayar de modo público tan alegremente porque una supuesta jerarquía superior de nuestros jugadores cubrirá los inevitables baches? El viernes, cada ataque venezolano dejó sensación de peligro. Y el rival era Venezuela, no España. Era un rival desatendido en los últimos tiempos porque forma parte de un país en crisis y porque su propia Federación y su propio DT dieron prioridad a la Sub 20 que inició de modo brillante pero terminó fracasando en el último Sudamericano de Chile. La Sub 20 que en 2017, cambiando nombres claro, venía de ser finalista histórica del Mundial de Corea del Sur.
La selección mayor de Venezuela, como cualquier otra de Sudamérica, tiene a casi todos sus jugadores en el exterior. No hablamos de clubes poderosos, como el caso de John Murillo, autor del segundo gol en Madrid, atacante de Tondela, que marcha antepenúltimo en la Liga de Portugal. Pero se trata igualmente de una bonanza europea que contrasta fuertemente con una Liga venezolana que sufre la crisis de su país, como se reflejó con la insólita protesta del 10 de marzo en el estadio “Pachencho Romero”, de Maracaibo, cuando jugadores de Zulia y de Caracas FC, en medio del apagón generalizado, salieron a la cancha pero se quedaron 90 minutos casi estáticos, sin jugar, porque no se podía hacerlo en una ciudad sin luz ni agua. Curioso, pero tras el triunfo histórico del viernes ante Argentina fue el DT ganador, Rafael Dudamel, el que tuvo que poner su cargo a disposición. Sufrió la tontera política. Y del lado que menos esperaba.
Dudamel también es crítico del presidente Nicolás Maduro (como buena parte de sus jugadores). Pero el DT es consciente de la responsabilidad de su cargo y de que su empleador es la Federación Venezolana. En la previa del partido ante Argentina, Dudamel aceptó la visita al plantel de Antonio Escarri, el político que Juan Guaidó, autoproclamado presidente de la nación, “designó” como su “embajador” en España. Pero se suponía que la visita debía ser privada y el político la hizo pública. “Ustedes representan el alma de todos los venezolanos -tuiteó con foto incluida el “embajador” Escarri-. En nombre de Venezuela quiero desearles el mayor de los éxitos en el juego de hoy”. Traicionado, Dudamel, con contrato hasta Qatar 2022, puso su cargo a disposición de la Federación, una vez que finalice el partido del lunes en Girona contra la selección catalana. Medios venezolanos informan el tema pero al revés, sugiriendo que la propia Federación quiere echar a Dudamel y omitiendo la dura crítica del DT al “embajador” Escarri (“irrespeto”, “denigrante”, dijo el técnico a “TNT”). No es fácil hacer periodismo en estos tiempos. Pero más difícil, es cierto, es ser hoy DT de la selección argentina.