El nuevo José “créanme” Alperovich

El nuevo José “créanme” Alperovich

Habla con todos, pero no necesita a nadie. Reniega de su pasado, pero en esa base sustenta un futuro. Admite errores, pero dice que no volverá a cometerlos. No quiere a ningún viejo dirigente, pero defiende a los antiguos que lo acompañan. José Alperovich, el nuevo, tiene olor a viejo. O más bien está rodeado de contradicciones difíciles de comprender. Como cuando intenta explicar que exhibió su alianza con el radical Luis González porque “es distinto” mientras asevera que se “sacó una mochila” al quedarse solo en lo que a dirigentes políticos se refiere. O como cuando cuenta que todos “esos” que se dicen peronistas están dando dinero, planes o contratos a la gente para que los voten y, cuando se le recuerda que en su época de gobernador se hacía lo mismo, responde con un escueto: “sí, pero yo me equivoqué”. En la aceptación de sus yerros residen sus explicaciones para la corrupción (“ya no me voy a callar nada”, dijo; ¿qué habrá callado antes?), la falta de controles al descalabro de la utilización de los recursos públicos o a la ineficacia de los planes de vivienda o de empleo. Al new Alperovich, al bueno, hay que creerle. Como cuando niega que le haya ofrecido a Germán Alfaro un acuerdo por la vicegobernación. En eso basa su campaña. “Yo tengo un sueño”, ratificó en la entrevista con LA GACETA Play.

Mientras tanto, la dirigencia tomó nota. Algunos no quieren saber nada con esos delirios de Walt Disney y despejaron sus dudas respecto de a quién seguir. El discurso para la clase media del senador no les cayó muy bien a los soldados electorales y sus palabras de odio para con Mauricio Macri no sirvieron demasiado para endulzar los oídos de los peronistas que tenían dudas con su sufragio. En la entrevista casi no habló de Cristina Fernández. ¿Habrá sido casual? ¿Sus encuestas le seguirán sonriendo?

Camión sin acoplado

“Vamos Tucumán”, la versión tucumana de Cambiemos, también allana el camino electoral al oficialismo de la mano del ostracismo en el que ingresó con sus rencillas internas y con el continuo retraso en su camino público (o mediático) de cara al electorado.

El espacio transita la campaña vacío, como un camión sin acoplado. Justamente esa falta de acoples, o la discusión sobre ellos, es lo que relega la disputa con las otras fuerzas políticas en la arena. Las matemáticas de los dirigentes más experimentados les dan como resultados que a mayor cantidad de listas colectoras, más posibilidades de ganar los comicios provinciales. Sin embargo, los de la “Rubia” -como le dice Alfaro a Silvia Elías de Pérez- esbozaron una martingala que evangeliza lo contrario: lista única es igual a triunfo. En ese intríngulis se hallan los aliados de la senadora nacional, que apenas apareció en los medios para pedir aportes monetarios para su campaña. Los días pasan y, pese a que en Vamos Tucumán aseveran que caminan la provincia de punta a punta sin pausa, no resulta masiva la figura de la fórmula.

Tampoco la pasa bien el oficialismo, que sufre por dos vías: inseguridad y viejos fantasmas de manejos oscuros de recursos legislativos. Ambas cuestiones generan en la sociedad más urticaria que las ortigas. La dupla gobernante que aspira a la reelección lo sabe y monta en cólera ante cada hecho de inseguridad grave que trasciende y ante cada causa que -“justo ahora”- saca a la luz la Justicia sobre la Legislatura.

En ese río revuelto pretende sacar ganancia Fuerza Republicana. ¿Será la sorpresa o el fracaso de siempre?

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