El rugby florece en “La Bombilla”

A partir de un proyecto social experimental, el rugby llegó para quedarse en el barrio Juan XXIII.

QUE JUEGUEN LOS CHICOS. San Miguel Rugby Club brinda un espacio de contención y diversión a chicos de una de las zonas más vulnerables y peligrosas de la capital tucumana: el barrio “La Bombilla”. la gaceta / fotos de hector peralta QUE JUEGUEN LOS CHICOS. San Miguel Rugby Club brinda un espacio de contención y diversión a chicos de una de las zonas más vulnerables y peligrosas de la capital tucumana: el barrio “La Bombilla”. la gaceta / fotos de hector peralta

En los últimos tres años, numerosos focos de práctica del rugby han ido salpicando el mapa de la provincia y configurando una nueva capa: la del rugby emergente, ese que surge de manera espontánea y no como efecto del asentamiento de un club. Uno de esos focos se encuentra en un punto donde hasta no hace tantos años resultaba imposible imaginar chicos jugando con una pelota ovalada: en el barrio Juan XXIII, popularmente conocido como “La Bombilla”. Allí, dentro del predio donde funciona el 911, se aloja San Miguel Rugby Club, nacido el 8 de marzo de 2018 a partir de un proyecto denominado “Rugby por la Inclusión”, con el que la Fundación “Cultura para todos” ganó un concurso nacional de financiación por parte del Ente Nacional de Comunicación (Enacom) sobre cientos de propuestas de índole social.

Si bien la idea en un principio era documentar la realidad de barrios vulnerables de la provincia y mostrarlos en un programa de televisión, durante la marcha se viró hacia la formación de un club de rugby como herramienta de transformación en una zona de alta peligrosidad como es “La Bombilla”.

“En los últimos tiempos el rugby se ha democratizado y ahora se juega en todos lados, sin distinción de clases. Y nos pareció un deporte ideal porque tiene esa cosa de transmisión de valores, de compañerismo, de respeto, el tercer tiempo. No es sólo un deporte, es un lugar de encuentro”, explica Carolina Santilli, presidenta de la Fundación “Cultura para Todos”.

“También elegimos el rugby porque se trata de una disciplina muy inclusiva desde lo físico. Sin importar cuál sea tu contextura, hay un puesto y una función para vos. En principio fue algo experimental, para ver cómo funcionaba, y tuvo mucha convocatoria. Se sumaron muchos chicos, pese a que para ellos se trata de un deporte distinto a los que ellos conocen, que son el fútbol y el boxeo”, destaca Leticia Osorez Ferreyra, encargada del área de Comunicación de la Fundación.

Quienes llevan adelante el proyecto consideran un paso trascendental haber logrado que este se asiente dentro del predio del 911. Primero, por una cuestión de seguridad, pero más importante aún porque se trata de un lugar estratégico para alcanzar el objetivo principal: reducir los altos índices de violencia entre la Policía y los jóvenes de la zona. “Desde aquí adentro, podemos trabajar para ayudar a que haya paz, a que se produzca un vínculo entre la Policía y la comunidad de ‘La Bombilla’. Eso es lo que más queremos”, remarca Ana Ferreira, encargada del área de Género de la Fundación. Desde su rol, Ana intenta ayudar también a madres de chicos que asisten al club. “Madre sana, chico sano. Ellas nos cuentan que sus hijos han cambiado muchísimo desde que vienen. Que incluso han mejorado en la escuela”, agrega.

Cuenta Santilli que, hasta ahora, el proyecto se ha financiado solamente por los fondos que ha conseguido a través de concursos. De hecho, “Rugby por la inclusión” fue uno de los dos proyectos tucumanos seleccionados entre los 1089 que se presentaron a la convocatoria “Mentes transformadoras”, de la Fundación Nobleza Obliga, que otorga financiamiento a causas solidarias.

Actualmente, San Miguel Rugby Club cuenta con más de 60 jóvenes, entre infantiles y juveniles, aunque con perspectivas de rápido crecimiento. “Hemos hablado con la Guardia Urbana para que los chicos de la Policía también se sumen a jugar rugby. Es muy importante que se produzca ese lazo entre la comunidad y la Policía, a fin de bajar los índices de violencia, que hoy son muy altos”, recalca Santilli.

“En el club los chicos van aprendiendo formas de organizarse. En el juego mismo, o al momento de hacer rifas para conseguir plata, por ejemplo. Además, también se buscó revalorizar un espacio público como es el predio del 911, que estaba muy descuidado, lleno de basura, y hoy se ve mucho mejor y más limpio”, aporta Leticia.

La intención, aseguran, es tramitar la personería jurídica para que San Miguel RC sea un club legalmente establecido, que pueda caminar solo en un futuro no muy lejano. “Queremos dejarle algo a los chicos. Que lo que se abrió ya no se cierre, sino que perdure”, cierra Ferreira.

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