San Martín pisoteó a Rafaela, su “bestia negra”

El "Santo" volvió a demostrar mucha solidez y contundencia

UN LEÓN. Mercier es amo y señor en La Ciudadela. Marca, quita, ordena y hasta se da el gusto de pasar al ataque. A “Pichi” lo ovacionan en cada intervención.  UN LEÓN. Mercier es amo y señor en La Ciudadela. Marca, quita, ordena y hasta se da el gusto de pasar al ataque. A “Pichi” lo ovacionan en cada intervención. LA GACETA / FOTO DE HECTOR PERALTA

Esta vez no hubo margen para que la tendencia pudiera repetirse. Este San Martín, que se consolida como protagonista de la Primera Nacional y da clase de cómo se plantea cada partido, está empecinado en seguir derribando barreras y cortando rachas, claro. Ayer, le dio una buena bofetada a su “bestia negra”; la domó y le hizo sufrir el fútbol que pregonan Favio Orsi y Sergio Gómez, la voracidad de Luciano Pons y la solidez de un “Santo” que sigue confirmando que tiene como único objetivo pelear el torneo; aunque no se desespera por quemar etapas o adelantarse a los hechos y en cada juego demuestra que tiene los argumentos necesarios para ir por todo.

Atlético de Rafaela fue el equipo que más le faltó el respeto en La Ciudadela en los últimos años. Pero ni así pudo esta vez poner en jaque a un equipo que se siente cómodo en cualquier circunstancia que presente un partido.

Cuando se pone el traje, saca a bailar a cualquier rival. Lo desborda, lo acorrala contra las cuerdas y no tiene ningún tipo de piedad. Así liquidó un juego que pintaba complicado por el plan que ejecutó la visita, pero que lo resolvió apenas se puso en ventaja gracias al penal que Pons ejecutó y convirtió.

La “Crema” no se metió atrás como sí lo habían hecho los anteriores visitantes que pisaron Bolívar y Pellegrini. Eso sí, sabiendo que cambiarle golpe por golpe al “Santo” es casi suicidarse, le planteó un juego físico en el medio; intentando que el tándem Claudio Mosca-Nicolás Castro no pudiera generar fútbol. Por eso, durante la primera mitad, a San Martín le costó bastante lastimar a su rival y lo poco que hizo lo logró a través de jugadas de balón detenido.

Pero el mensaje que la dupla les dio durante el entretiempo, los jugadores lo asimilaron al toque. En el complemento, San Martín movió algunas fichas, se serenó, mostró más movilidad y fue punzante por las bandas. Así llegó el penal que abrió el partido; y que lo dio por terminado también.

A partir del 1-0 no hubo revolución “cremosa” que pudiera hacer temblar al “Santo”. Si bien la visita se la jugó con tres delanteros para intentar generar peligro en los últimos metros, San Martín se replegó bien y desactivó cada avance en contra.

Pero este equipo tiene la virtud de aprovechar su momento. Por eso, cuando logró acomodarse del desorden táctico que intentó generarle la “Crema”, metió una contra y ganó un córner. Y de esa jugada llegó el 2-0. Emiliano Purita clavó el rebote junto al palo izquierdo de Matías Tagliamonte e hizo un guiño de que la racha nefasta contra los rafaelinos había terminado.

Un show en el estadio

Tras ese sablazo, hubo show en el estadio. Pero show del bueno; el cancionero tronó con fuerzas mientras los jugadores se lucían con la pelota en los pies. Hubo toques, el “olé” bajó de cada rinconcito del estadio; pero este equipo tampoco juega para la tribuna. Cuando toca avanza, su apetito parece voraz y nunca se conforma a pesar de que el duelo estaba sentenciado.

San Martín corre del minuto uno al 90. Presiona. No da por perdida ninguna pelota y siempre mira hacia adelante. Sólo así puede explicarse que con el tiempo cumplido, Pons haya ido a asfixiar al pobre Tagliamonte, que en su desesperación por agarrar la bola vio cómo lo sobraba. Ahí, goleador dijo “gracias”: marcó el 3-0, el segundo de su cuenta personal para dejar a San Martín en la parte alta de la tabla y subirse a la cima de la tabla de goleadores.

El “Santo” es cosa seria. Gana, gusta, golea, tiene la virtud de adaptarse a cada situación cual camaleón y viene cortando rachas negativas a lo loco. Está cada vez más sólido, pero ahora el objetivo será no marearse con los flashes del éxito; sólo así, podrá extender su buen momento y llegar al final del camino con ese semblante tranquilo y feliz que demuestra fecha tras fecha.

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