Suele decirse que, según el ángulo desde el cual se vean las cosas, estas pueden modificar su sentido, su significado. Incluso, pueden cambiar por completo. Esta cualidad nos lleva a un campo por detrás reflexivo si traemos a colación la palabra crisis, tan presente en estos días de incertidumbre debido al coronavirus.
Crisis, en su concepto amplio, es inestabilidad. Es una coyuntura de cambios que se manifiesta en cualquier aspecto de una realidad organizada pero inestable, sujeta a evolución. Puede señalar, si hablamos de una enfermedad, un momento de mutación que puede desembocar en un estado de empeoramiento o de mejoría. También puede aplicarse a puntos de inflexión que marcan momentos sin estabilidad alguna en procesos históricos, políticos, económicos, religiosos, incluso en relaciones sociales. En el mundo del siglo XXI, cambiante y fluyente, puesto de manera permanente en la víspera de algo, las crisis son hitos. El estado sanitario actual del mundo lo es. Estos hitos indican cambios radicales, para bien o para mal. Mucho de ello depende de la actitud mental del individuo que la enfrenta, o de las ideas que dominan a un grupo de personas.
Paradojas del caso, esta inestabilidad de la salud de alcance mundial, originada en China, entrega desde ese país una connotación sugestiva a partir de su idioma, tanto en el tradicional como en el simplificado. Es que la palabra crisis en el país asiático se construye por la combinación de dos ideogramas que corresponden a “peligro” y a “oportunidad”. Parece un juego de palabras, pero en realidad es una invitación para transitar los a veces sinuosos, a veces insondables, y siempre valiosos caminos de la interpretación.
Dándole verdadera importancia a la lucha de miles de personas contra la enfermedad; respetando las disposiciones oficiales para evitar contagios; comprendiendo las urgentes necesidades de la gente afectada económicamente debido a la cuarentena; entendiendo el rol de cada uno de nosotros en un momento único de la historia; comprometiéndonos con nuestros semejantes, esta crisis sanitaria que hoy enfrentamos es también una oportunidad. Lo es desde la necesidad de volver a encontrarnos con nosotros mismos y con nuestra naturaleza humana; con la imperiosa necesidad de tener gestos y actitudes que contribuyan al bien común; con sumar desde el esfuerzo, la creatividad, la actitud.
En las distintas plataformas de LA GACETA mucho se puede leer y escuchar respecto de estas premisas. Tienen como protagonistas a organizaciones o individuos que asisten a personas vulnerables o en situación de riesgo; a científicos y educadores que siguen adelante con su voluntad de difundir y formar desde el conocimiento; a pensadores que proyectan su lucidez; a distintos actores sociales que instan, promueven, advierten y actúan según las duras circunstancias actuales; a artistas y deportistas que inyectan fe y optimismo con lo que hacen en situación de aislamiento.
Queda la esperanza en que quienes aún viven sus días como si nada sucediera, que transgreden, se muestran imprudentes y juegan con la propia vida, entiendan que con sus procederes alimentan la inestabilidad que la palabra que nos ocupa connota. Para ellos principalmente, para todos en definitiva, apuntalar lo colectivo por sobre lo individual tienen que ser una prioridad. Y también un camino para que, a esta crisis, como comunidad la transformemos en una oportunidad.