Transgresiones en el deporte que nos ponen en peligro

Conocer las normas y ser respetuoso de ellas es una cosa. Conocerlas y de todos modos quebrantarlas es otra. El deporte, en las últimas horas, empezó a dar muestras de que todo lo que se hizo bien desde el 20 de marzo, fecha del inicio del Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio que declaró el Gobierno Nacional, puede irse por la borda. En Tucumán se notó sobremanera el día en que quedaron liberadas las prácticas de algunos deportes (aunque en jornadas previas ya se habían notados distintas violaciones). A nivel país, lo sucedido con el entrenamiento no autorizado del plantel de fútbol de Deportivo Riestra sentó más preocupación. Sobre todo, porque se trata de un club de uno de los deportes que más presión hace para que le permitan volver.

Las de Tucumán se parecieron a las escenas que se vieron en España el día en que el gobierno de ese país decidió flexibilizar la cuarentena. “Siempre los primeros días después de un confinamiento son así”, se escuchó decir. Los hechos parecen dar la razón: en las jornadas siguientes, ya todo discurrió con mayor normalidad. De todos modos, las transgresiones se mantienen. Basta ver lo que sucede todos los días en parques, plazas y lugares de esparcimiento.

La pregunta que cabe es: ¿por qué las autoridades que deben ejecutar medidas emanadas por un organismo multisectorial clave como el Comité Operativo de Emergencia no toman recaudos adecuados antes de abrir puertas a la sociedad y mantenerlas en el tiempo? E inmediatamente surge otra: ¿cómo es posible que los beneficiados con la esperada medida no razonen y acepten que los tiempos que corren son de una pandemia latente, aunque en la provincia no haya circulación viral?

La vidriera de lo que no debe hacerse se vio el primer día desde la flexibilización deportiva en la avenida Perón de Yerba Buena: bikers, corredores y caminantes yendo a la par, sin distanciamiento social. Muchos sin portar la autorización del COE para poder practicar deportes. Peor aún, una gran cantidad de quienes salieron no debían hacerlo, porque fueron a pasear, a distenderse, algo no autorizado. Y si se trata de agregar detalles, tampoco se respetó el rango etario para hacer actividades físicas, se usaron las pistas de salud (algo que estaba prohibido) y hubo quienes se internaron, sin que esté autorizado, en sendas ubicadas en los terrenos de la Sierra de San Javier, propiedad de la Universidad Nacional de Tucumán.

Está dicho: lo de la Perón fue un muestrario de la ambigüedad social. Por un lado, quedó claro que, rodeados por el miedo que nos generó la pandemia, se delegó a los gobernantes un bien preciado y común: la libertad. Los hechos demuestran que quizás no se está conforme con cómo se la está administrando. El martes, cada uno hizo lo que quiso. Tal vez sea porque el temor quedó de lado, o porque está naturalizada una inquietante manera de vivir en la transgresión. La propia ministra de Salud, Rossana Chahla lo remarcó en una entrevista con LG Deportiva. Y fue el secretario ejecutivo médico del COE, Luis Medina Ruiz, quien advirtió: “No bajemos los brazos”.

A esta altura, cabe una absoluta responsabilidad social. El hartazgo, o la falta de confianza a las decisiones gubernamentales constituyen preocupantes síntomas, que no hacen más que fortalecer a un enemigo casi invisible, contra el cual -y esto nadie debe olvidarlo- todavía no hay vacuna.

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