El aumento de femicidios interpela a la sociedad

Un nuevo femicidio jaquea las conciencias colectiva e individual. El asesinato de Julieta Del Pino y la detención de Cristian Romero (bajo sospecha de ser el autor material del crimen, mientras que la Justicia avanza en la determinación de si hubo un cómplice) deja nuevamente al descubierto uno de los grandes desafíos sociales para este siglo, que ya consumió su quinta parte: generar una cultura de respeto hacia la mujer, que abarca principalmente -pero excede- la eliminación de toda forma de violencia en su contra.

Si la última parte del Siglo XX fue la de identificación y consolidación de principios vinculados con los derechos humanos (avasallados brutalmente a nivel global hasta la década del 80) y del repudio a los genocidios, esta centuria debería destinarse a la defensa y empoderamiento de la mujer, entre otros aspectos. Decisiones institucionales tomadas en ese sentido, como la creación de ONU Mujer, y el surgimiento de numerosos movimientos (desde el Ni Una Menos argentino hasta el MeToo norteamericano) apuntan en este sentido.

Pero cada nueva desaparición, cada angustia en una búsqueda, cada nuevo femicidio son indicadores de todo lo que falta por lograr. Y los nombres de las víctimas deberían abrir llagas en el cuerpo social en vez de transformarse en estadísticas.

Si nos atenemos a los números, el Registro de Femicidios del Observatorio Nacional MuMaLa contabilizado en el primer semestre 143 asesinatos y 135 intentos en todo el país. En su informe presentado el 30 de junio, Tucumán encabeza el listado con más casos en relación con la cantidad de habitantes.

En el mismo período, para el Observatorio de las Violencias de Género Ahora Que Sí Nos Ven se registraron 162 femicidios (uno cada 27 horas), de los cuales exactamente la mitad fueron cometidos durante el aislamiento social; por ende, prácticamente todos por convivientes. En esos cuatro meses, la Oficina de Violencia Doméstica de la Corte Suprema de la Nación asistió a 1.623 personas y se iniciaron causas judiciales que determinaron 1.000 medidas de prohibición de acercamiento y 230 exclusiones del hogar para los violentos, según un informe oficial a nivel federal. En el registro único de femicidios de la Secretaría de Derechos Humanos -que contabilizó 12 en ese período- también se constató que en todos los casos los victimarios fueron pareja, ex pareja, padre o cuñado, y que ocho de los casos ocurrieron en la vivienda de la víctima.

La violencia (física y verbal) dentro del hogar también se manifestó con contundencia en las producciones artísticas que se presentaron en el concurso Creando en Casa II, convocado por LA GACETA y el Ente Cultural de la Provincia. No es casualidad que los dos cortometrajes premiados en mayores de 16 años, tanto por el voto popular como por el jurado, aborden este tema acuciante.

En “Obsesión”, consagrada con el respaldo de casi 3.500 votantes del certamen, Leonardo Sandoval interpreta a un hombre que le habla al cuerpo amortajado de una mujer, a quien responsabiliza de su destino y trata como un objeto de su patrimonio. En “La menor parte”, Daniel Damián García utilizó un audio real para reconstruir el temor de una joven ante las agresiones de su pareja.

Escenas cotidianas que nos interpelan desde la recreación artística para que se actúe contra un flagelo que no parece tener freno.

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