El duro proceso de una reconstrucción nacional

La pandemia del coronavirus ha modificado profundamente el presente y ha puesto grandes signos de interrogación para el futuro del mundo. Y en todos los niveles, desde lo social, pasando por lo político hasta llegar a lo económico. La Argentina no ha quedado al margen de tal debacle. Los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) han dado cuenta de la magnitud del golpe del Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO) en el proceso productivo nacional. La actividad económica registró en mayo una caída del 20,6% en relación con el mismo mes del año pasado, aunque registró una mejora del 10% en comparación con abril, el peor mes de la pandemia, en la medición desestacionalizada.

Los historiadores económicos coinciden que no hay antecedentes de registros de caídas tan pronunciadas como las que se observan a nivel global, a raíz de la pandemia de la covid-19. Aún más, las proyecciones que algunas consultoras realizaron respecto del impacto previsto para este año dan cuenta de que la caída del Producto Bruto Interno (PBI) oscilará entre un 11% y un 15%, incluso mayor a la crisis de fines de 2001-2002.

El 97% de los empresarios que participaron de la Encuesta de Expectativas de Ejecutivos de IDEA observa caída de la economía y una tercera parte mejoras en lo que resta del año. Pero detrás de esa percepción subyacen otras cuestiones más alentadoras. Con la incorporación del teletrabajo la mayoría de las empresas lograron el mantenimiento e incluso un aumento de la productividad, indica ese reporte.

Independientemente de las medidas que deban adoptar los gobiernos para evitar más contagios en la población, las autoridades deben trabajar en el proceso de reconstrucción del país, para que la salida de una profundidad económica como la estimada sea lo menos traumática posible. Naturalmente que, por efecto de una recesión de arrastre y ahora por una fuerte baja en los niveles de productividad, las derivaciones de ese escenario serán múltiples. Ya se percibieron cierres de negocios y de fábricas, lo que implica una cadena negativa que arranca en el desempleo de miles de argentinos y la condena a la pobreza de más franjas sociales.

La reestructuración de la deuda parece convertirse en una necesidad para que la Argentina recupere confianza en un contexto global también golpeado por la pandemia. Ese es uno de los eslabones claves en la cadena de reconstrucción. Además del derrumbe de la actividad económica, el futuro inmediato del país encuentra otros escollos: el alto déficit fiscal y el financiamiento estatal a través de la emisión monetaria, que pueden causar tensiones en materia inflacionaria y en el tipo de cambio, dos variables claves en la formación de precios. Más allá de estas cuestiones, la Argentina 2020 necesita, imperiosamente, consensos y una interacción entre la política y la economía para sortear el duro panorama. La demorada conformación de un consejo económico y social puede constituirse en uno de los caminos que conduzcan a las soluciones que necesitan los argentinos. Las cuestiones partidarias, ideológicas y electorales deberían ser postergadas con el fin de que la dirigencia política se concentre en los planes y en los proyectos comunes para un plan de reconstrucción nacional. La realidad no admite miradas individuales, sino acciones colectivas, reflexivas y racionales para dejar de ser un país que, por historia, tiene la costumbre de vivir en crisis.

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