Arte en pandemia: nuevas formas de enseñar teatro, sin besos ni peleas

Los docentes de talleres privados de Tucumán evalúan los cambios en las formas de dictar clases. La convivencia de lo virtual con lo presencial.

Hace poco más de un mes, falleció Agustín Alezzo, considerado el último gran maestro de la escena clásica argentina. En su honor se impulsa que hoy, fecha en que cumpliría 85 años, sea declarado el Día del Maestro de Teatro. “Lo merece su obra. Lo merece su persona”, afirmó el productor Carlos Rottemberg, uno de los promotores del homenaje, que se mociona en un momento en que la enseñanza artística está siendo repensada.

Ante el cierre de las escuelas teatrales por la cuarentena, las clases se trasladaron a las redes sociales, lo que obligó una forzada reconfiguración de métodos y propuestas: el paso de lo colectivo a lo individual, la ausencia de la relación presencial y la imposibilidad del vínculo de los cuerpos en el espacio escénico son hechos que pesan en este tiempo.

La eventualidad de reabrir las salas (o de volver a los ensayos, cuando ello se produzca y a partir de la merma de los contagios) es atravesada por normas sanitarias como la reducción de grupos y el distanciamiento entre las personas. Esto derivará en el futuro en nuevas formas de relacionarse dramáticamente, tanto para el amor más apasionado (besos y abrazos abstenerse) como para el odio más sangriento (podrá haber algún disparo, pero nunca una pelea a puño limpio). Los desafíos de la pandemia recién empiezan a verse cuando de representaciones se habla.

En semiótica teatral se habla de la proxemia como uno de los signos escénicos: es el manejo de los cuerpos en el espacio, ante la conciencia de que la cercanía o la lejanía entre ellos contiene un discurso. Ese principio, ahora, deberá ser revisto, ya que el teatrista deberá encontrar nuevas formas de expresarse con distanciamiento social y, por ende, el espectador de decodificarlas.

Desde la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Tucumán se desplegaron aulas virtuales para seguir con la enseñanza, pero la experiencia fue distinta en los talleres privados. LA GACETA consultó a siete docentes que dictan cursos particulares, que comparten sus experiencias y sus expectativas.

Una necesidad

La vuelta de la actividad presencial es una necesidad reconocida por todos los docentes tucumanos de teatro, cada uno desde su mirada. Desde la sala Luis Franco (funciona en El Círculo de la Prensa), Raúl Reyes reconoce que aún tiene dudas: “las medidas de cuidado van a estar presentes y se las respetará, pero no sabemos cuál será la respuesta a la convocatoria porque las condiciones no son las ideales”.

Va más allá. “No se va a volver a enseñar teatro como lo hicimos históricamente, será distinto. La cuestión grupal, el contacto y el sano contagio creativo de los cuerpos que interactúan entre sí, seguramente no será posible durante un tiempo. Es una gran preocupación determinar cómo se va a formar a los actores ante los condicionamientos y qué lenguajes teatrales y procedimientos escénicos van a surgir. Es un golpe muy fuerte a las poéticas artísticas”, afirma.

Al mismo tiempo, Reyes despeja peligros. “Seguramente el teatro se va a adecuar a los límites, como siempre lo hizo, para seguir produciendo arte. En estos meses trabajamos desde el espacio virtual, y creo que se va a generar un híbrido en el futuro”, agrega.

Lejos del mercado

El equipo docente de La Colorida entiende que cada acción que se adopte para el retorno del teatro es un desafío. “Fundamentalmente en el modo de organizar las relaciones entre nosotros, nuestros alumnos y el público; cada decisión debe ser el resultado de un diálogo para ser consecuentes con la idea de comunidad que tenemos desde un proyecto que ya tiene 12 años, para ejecutar acciones que garanticen el acompañamiento de todos”, le responde el grupo por escrito a LA GACETA.

Para ello, desde La Colorida se mantuvieron diálogos con la familia de quienes toman sus talleres, que se pronunciaron por una vuelta a lo presencial “cautelosa, responsable, gradual, organizada a partir de este mes o de septiembre, atendiendo siempre al estado de la pandemia”. Hasta tanto, sigue la actividad virtual, que incluye ensayos de nuevos espectáculos, como “Cartografía”, del grupo Die Pinken Clauden.

“Miramos críticamente las actividades que son autorizadas por el Gobierno y las que no. Hay una asimetría que evidencia una lógica más funcional a las presiones económicas que a entender la cultura como derecho y necesidad vital. ¿Qué lugar ocupa la producción simbólica y artística, por qué un gimnasio sí y un teatro no? ¿Cómo ve el Gobierno a sus artistas y a su producción? ¿Qué distancia social se está fomentando en los bares? Se relega a los espacios culturales independientes por no ser funcionales al mercado”, asevera el colectivo.

Estrenos on line

En paralelo a las gestiones para mantener abierta Sala Ross (el peligro de su cierre definitivo por cuestiones económicas sigue vigente), Viviana Perea gestiona sus grupos on line, con talleres que derivaron en estrenos de obras de creación colectiva.

“Tuve que ir cambiando cosas e ideas. Había aspectos que, como teatrista, pensaba que eran inconciliables con la nueva normalidad y de pronto debí acomodarme a ellos. Siempre nos jactamos de la presencialidad y del contacto con el público, lo que hoy se dificulta. Pero el artista necesidad seguir en actividad, no sólo por una cuestión económica sino porque es el motor de nuestra vida”, reflexiona.

Desde su rol docente, especula que el futuro teatral inmediato será “un proceso de tránsito, con componentes mezclados entre lo presencial, cuando se pueda, y la virtualidad; habrá una dualidad”.

“Nos deberemos acostumbrar a mantener la distancia entre los cuerpos, tanto para cuidarlo al otro como respecto de la mirada del público, para que no se sienta incómodo. Y no debemos tomarla como algo que nos juegue en contra, sino como una posibilidad expresiva positiva, para desarrollar la gestualidad, las acciones verdaderas, el cuidado del detalle, todo sobre una fuerte base teórica. En el día a día vamos a ir aprendiendo y resolviendo, a partir del ejercicio del docente de preguntarse todo el tiempo sobre lo que vive”, sostiene.

Grupos etarios diversos

Viky Ibáñez se apura en aclarar que la adaptación de la enseñanza artística distingue los grupos etarios, en base a su propia experiencia de dar clases por internet en estos meses. “Tanto los adolescentes como los preadolescentes, que son quienes tienen el celular en la mano, fueron los primeros en prenderse a lo virtual; a los niños les cuesta un poco más, pero si buscamos una vuelta, podemos llegar a creaciones realmente hermosas con ellos, y tenemos alumnos de otras provincias inclusive. Los adultos estuvieron reacios, pero hoy se prenden con muchísimas ganas y a este grupo se pudieron integrar personas para las que es muy difícil salir de casa por distancias o dificultades”, enumera.

La reconceptualización de sus talleres se centró “en lo lúdico, lo dramático, la creación de nuevos códigos de grupo, el conocimiento del lenguaje teatral, la elección de medios para comunicar desde una pantalla, el feedback respetuoso que posibilita el crecimiento, el movimiento del cuerpo en le espacio individual, la conciencia de la respiración y la creación de vínculos”. Claro que todo a la distancia.

“Todos estamos muy deseosos de volver a las clases presenciales. Tenemos que ser conscientes de que nuestra capacidad se verá afectada en el número habilitado para cada espacio, que nuestro trabajo tendrá que ser mucho mayor para el convivio y que desde el teatro es muy difícil mantener distancias y crear al mismo tiempo, pero jamás dejará de existir. Ojalá podamos volver con los más chicos rápidamente, son los que más están siendo afectados por esta situación”, advierte.

Ibáñez coincide en el malestar del sector por el escaso apoyo oficial en la coyuntura: “El Estado provincial se está perdiendo una hermosa posibilidad de apoyar a los artistas desde planes de contingencias creados especialmente para esta situación, como sucede en mayor parte del mundo”.

Personalizado y virtual

Mientras tanto, Diego Bernachi desarrolló su taller virtual y personalizado de creación escénica, orientado a la elaboración de monólogos desde las redes sociales. Cada clase individual se concreta por videollamada. En paralelo, realiza funciones privadas para conseguir fondos en concepto de mecenazgo, para lo que bautizó “teatro pospandemia”.

“En esta época en la que, al parecer, el teatro está agonizando, propongo la búsqueda de nuevos recorridos individuales, en aislamiento, basados en la dramaturgia y la actuación propias. La idea es generar material artístico con universos que nos son cercanos y estar preparados para las posibles nuevas formas de encontrarnos”, augura.

Con dudas pero en paz

Lleno de incertidumbres pero en calma y en paz define su presente César Romero. Con la escritura de su Casa Luján firmada (espacio propio en Saavedra 74) a partir de un subsidio del Instituto Nacional de Teatro, confirma que debió postergar hasta septiembre el lanzamiento de su taller Box Escénico, que iba a tener un máximo de 10 alumnos. “Esto permite contextualizarnos a diario y elaborar nuestros propios protocolos de cuidados sanitarios. No estamos teniendo otra actividad que no sea la del mantenimiento del lugar, los arreglos y las labores diarias para dejar linda nuestra casa”, describe.

El docente y director admite que vendrán “nuevos formatos de vincularse, una construcción física que nunca me hubiese imaginado transitar ya que mi trabajo apunta a alcanzar un sistema de emotividad a partir de la relación entre los cuerpos”. “Percibo al teatro como un hecho orgánico, y ese actor/actriz echa a andar ese organismo. No hay garantías de cómo saldremos, solo hay deseo de trabajo”, remarca.

Romance distante

Cuando las condiciones sanitarias lo permitan, Pablo Parolo relanzará su taller en modo presencial (en estos meses no se volcó a internet), aunque envuelto en sus propias dudas. “Lo haremos reformulando las actividades y la conformación de los grupos. En marzo había uno de principiantes y otro de avanzados con numerosos integrantes, pero ahora habrá que subdividirlos de modo que no superen las 10 personas”, admite.

Y ejemplifica los cambios por darse con una escena clásica. “¿Qué puede pasar si Romeo y Julieta no pueden acercarse a menos de un metro? Mantener la distancia social en el trabajo actoral implica un profundo cambio al que deberemos adaptarnos y generar propuestas creativas que resignifiquen nuestro quehacer. Es probable que el teatro ya no sea lo que era, habrá que reinventar el convivio y esto va a producir cambios estéticos e ideológicos en los teatristas. El hecho teatral siempre sucede en el presente, pero el futuro ya llegó”, concluye.

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