Dióxido de cloro, no

No existen estudios científicos que demuestren la eficacia medicinal de este producto, altamente tóxico.

“Dejen de prohibir tanto, porque ya no alcanzo a desobedecer todo. Voy a tomar un poquito de mi CDS (ingiere un líquido de una botella de plástico). Oxigena la sangre, me viene divino. Yo no recomiendo. Yo les muestro lo que hago”.

La escena -sin dudas, uno de los actos más irresponsables que trasmitió la televisión argentina- ocurrió el primer miércoles del mes, sobre el cierre del programa “Nada personal”, que se emite ese día de la semana, por Canal 9. Luego de pronunciar aquellas palabras, la conductora, Viviana Canosa, bebió dióxido de cloro (CDS) para avalar, mediante esa acción, los pretendidos beneficios del producto para la salud humana.

Pero nada más alejado de la realidad. Aunque durante la pandemia algunas personas -no sólo Canosa- lo promocionaron como un “suplemento mineral milagroso”, el dióxido de cloro no es, ni remotamente, un medicamento; y no está comprobado que sirva para combatir ninguna enfermedad. Tampoco está diseñado para su ingesta o inhalación. Muy por el contrario, puede ocasionar graves daños si esto sucede.

La semana pasada ocasionó dos muertes: un hombre en San Pedro (Jujuy) ingirió medio litro de dióxido de cloro porque tenía gripe. En Neuquén, los padres de un nene de 5 años le dieron a beber el químico para protegerlo de la covid-19.

El dióxido de cloro es un producto químico, derivado del clorito de sodio. Se trata de un gas, de una gama que va del rojizo al verde amarillento.

Se utiliza en una amplia variedad de aplicaciones industriales: textiles, papel, petróleo y gas. En la producción de alimentos y bebidas, se puede usar en el agua, como un agente antimicrobiano para procesar aves de corral y para lavar frutas y verduras.

En los centros sanitarios, con el gas de dióxido de cloro se esterilizan equipos médicos y de laboratorio, superficies, habitaciones y herramientas. No obstante, no sirve como cura o como tratamiento para ninguna enfermedad.

A la mañana siguiente de la velada propaganda del producto que hizo Canosa -y, nuevamente, horas después de conocidas las muertes del hombre en Jujuy y del niño en Neuquén-, las autoridades sanitarias salieron a insistir con que no existen estudios científicos que demuestren la eficacia medicinal de este producto, altamente tóxico.

Tanto el Ministerio de Salud de la Nación como la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) hicieron suyo el comunicado que emitió la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat): “la ingesta de dióxido de cloro y de clorito de sodio rápidamente pueden causar irritación en el esófago y en el estómago, dolor abdominal, náuseas, vómitos, diarrea e intoxicaciones severas, entre otras complicaciones que pueden incluir graves trastornos hematológicos, cardiovasculares y renales. Su inhalación puede generar edema pulmonar, broncoespasmos, neumonitis química, edema de glotis y bronquitis crónica. Además, puede provocar erosiones dentales y problemas en otros órganos del cuerpo”.

El presidente de la SAP, Omar Leonardo Tabacco, destacó que ninguna entidad científica en el mundo ni ente regulatorio admite el uso del dióxido de cloro para tratar enfermedad alguna. “Por el contrario, está demostrado que su ingesta tiene importantes efectos colaterales que pueden llevar a complicaciones muy serias terminando con la muerte. Y la toxicidad es mayor en los niños”, advirtió.

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