El crecimiento de los lavaderos informales

07 Septiembre 2020

Si existiera un ranking de problemas crónicos y de transgresión de las leyes, seguramente Tucumán ocuparía los primeros puestos. Varias actividades se desarrollan al margen de la ley, tales como el trabajo informal, que se ha profundizado en los últimos lustros, como consecuencia de la ausencia de fuentes de trabajo dignas, de la falta de inversiones y de algunas políticas que han fomentado el asistencialismo, en lugar de generar trabajo genuino.

Los lavaderos de vehículos en la vía pública han crecido desmesuradamente en los últimos años. Sin embargo, lo que comenzó como una salida laboral se fue convirtiendo para muchos en un verdadero negocio, que requiere una inversión previa. Para poder adquirir una aspiradora de tamaño mediano, una bomba de agua para conectar a la red; un tanque de agua de 500 litros como mínimo, rejillas, detergentes, espuma, silicona, entre otros insumos, se debe disponer de un monto superior a los $20.000.

La avenida Papa Francisco es la que concentra la mayor cantidad de puestos clandestinos; en una franja de 600 metros por ambas aceras, se contabilizaban meses atrás 116 lavaderos. En la acera oeste de la avenida Juan B. Justo, desde el cementerio del Norte hasta Francisco de Aguirre, había alrededor de 17 puestos, algunos, instalados en casas de familia, que han colocado los tanques de agua y otras herramientas en la vereda. En la avenida América, entre España e Italia, funcionaban más de 15 lavaderos; en la avenida Francisco de Aguirre, desde Juan B Justo hasta avenida Siria, se computaban 11; en la avenida Adolfo de la Vega al 700, había una docena de puestos improvisados repartidos a lo largo de tres cuadras en las dos aceras hasta la avenida Roca. En ese tramo, había un total de 36 operarios, tres como mínimo por cada puesto. Pero también es cierto que si no hubiese demanda el negocio no existiría. En general, sus clientes son personas de no pocos recursos: se ven vehículos utilitarios, camionetas 4x4, camiones de gran porte, taxis y autos muy costosos, con vidrios polarizados. Los vecinos que viven en las cercanías de los lavaderos se quejan de que se quedan sin agua con frecuencia en sus casas.

En marzo de 2014, el entonces defensor del Pueblo afirmó la solución pasaba por formalizar la actividad mediante una gestión conjunta entre el Municipio y la Sociedad Aguas del Tucumán (SAT) para evitar el derroche de agua potable, mientras un directivo de la SAT dijo en la ocasión que si los lavaderos fueran habilitados como corresponde, previo estudio de factibilidad, se podría adaptar la red para responder a la demanda de vecinos y comercios.

Quienes ejercen esta actividad callejera no solo derrochan el agua que escasea en otros sectores de la ciudad, deterioran el pavimento, no pagan impuestos y perjudican a los lavaderos que cumplen con toda la normativa legal. Toda solución debería contemplar el costado social y en ese sentido el Estado no debe mirar para otro lado en este asunto, como lo viene haciendo desde hace mucho tiempo. Tal vez podría organizar a estos trabajadores en cooperativas y que registren sus negocios como manda la ley.

Sin duda, la pandemia que viene golpeando fuertemente la economía del país, ha potenciado el desempleo y el trabajo informal. Esta pausa obligada que nos viene imponiendo el virus letal, puede servir para encontrar una solución definitiva a este viejo asunto.

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