A 10 años de su muerte: Samuel Schkolnik

Fue un pensador excepcional. Filosofía y literatura se cruzaron en sus escritos. Sus ideas son atesoradas por discípulos, alumnos y amigos, que siguieron sus reflexiones en clases, libros y charlas informales. La mayor parte de su producción –unas 300 notas- se volcó en este suplemento a lo largo de cuatro décadas. En contratapa reproducimos dos de los mejores textos que publicó en estas páginas.

20 Septiembre 2020

Lecciones del maestro

Por Nicolás Zavadivker

PARA LA GACETA - TUCUMÁN

Las clases de Samuel Schkolnik, verdaderas aventuras del pensamiento, dejaron profundas huellas en varias generaciones de estudiantes.

Me referiré brevemente a ellas, de las que participé de forma entusiasta por varios años, primero como alumno y luego como integrante de sus cátedras. Como profesor, su hablar era reflexivo y pausado, pues traducía la velocidad a la que discurría su pensamiento: en sus clases lo que hacía era ejercer esa actividad en voz alta. Así, Schkolnik nunca repetía las ideas de un filósofo sin meditarlas nuevamente, sino que reconstruía algún hilo de sus cavilaciones cual si fuera, por caso, el propio Platón o Kant quien disertaba. La sensación de los alumnos era la de estar frente a los mismos filósofos que presentaba. Era difícil no quedar encantado con el poder seductor de su lenguaje, por la potencia y profundidad de sus conceptos y hasta por la estética de su decir, que combinada la claridad, la cuidadosa elección de las palabras y una finísima ironía.  

Esta puesta en escena del pensamiento producía un efecto contagio entre sus alumnos, quienes mientras disfrutaban y se instruían en las distintas corrientes de la filosofía, iban aprendiendo a pensar, ampliando así los límites de su mundo.

Schkolnik combinaba una curiosidad infinita con un agudo sentido de la observación. Era frecuente que, a propósito de una conversación recién iniciada, lanzara preguntas como ¿por qué las sociedades humanas se plantean problemas morales, mientras no lo hacen las sociedades de hormigas? O ¿hay un modo masculino y otro femenino de escribir, de modo tal que un lector atento podría acertar el género de un autor/a? Lejos de haber dejado atrás la mirada extrañada de niño, Schkolnik supo mantener sus indagaciones y afinar el modo de acercarse a responderlas.

Parte de esa curiosidad provenía de sentirse efectivamente un extraño en el universo social, hecho que le provocaba no poco desasosiego. Sus intentos por responder en un terreno teórico a por qué las personas son como son y actúan como actúan le permitía mitigar esa angustia, a la vez que ofrecer una lúcida mirada de los asuntos cotidianos.

No tenía la mejor opinión del género humano. Así, por ejemplo, escribió alguna vez: “Hay dos clases de personas: las que defienden lo que es suyo y las que defienden lo que es bueno. Las primeras forman la inmensa mayoría de la gente”.

Esperemos que sus ideas -que nos destierran de la cómoda familiaridad de las costumbres- sigan siendo revisitadas y proporcionándonos algunas claves para comprender las desventuras de la condición humana.

© LA GACETA

Nicolás Zavadivker - Doctor en Filosofía, profesor de Etica y Lógica de la UNT, compilador del libro El legado de Samuel Schkolnik.

Bienvenidos a la jungla

Por Santiago Garmendia

PARA LA GACETA - TUCUMÁN

Durante cientos de miles de años, al caer la noche, los hombres se acurrucaban en cualquier agujero temiendo la aparición del tigre.

La vida moderna puede ser en el fondo una versión amplificada de los humanos primitivos espantando bestias con una rama encendida. No acecha el tigre diente de sable al que alude Schkolnik, quizás el único predador natural específico de la humanidad. Porque aunque no haya habido (¿ya, nunca?) un predador natural, el puesto jamás estuvo vacante. Haciendo gala de nuestra plasticidad, lo ejercemos nosotros mismos. Es que si nos atenemos a los datos de la sección de policiales del diario, abrazaríamos a las víboras y a las arañas ponzoñosas, mientras que nos llenaríamos de pavor frente al espejo.

Sin embargo -y en este adversativo se nos va la vida- también reconoció Schkolnik la extraodinaria inteligencia y creatividad de nuestra especie. El hombre puede ser más que hombre. Y el ser hombre radica en esa posibilidad. Su utopía era una sociedad de curiosos sin una gota de filantropía. Espinozas puliendo lentes y teorías. Su idea del siglo XVIII de una modernidad de inventores y matemáticos no podia ser más diferente del siglo XX que él vio.

Vidriera irrespetuosa

Desde el punto de vista moral, la vida es atroz.

Schkolnik nos regaló su libro de aforismos. Algunas claves a todo el curso de Etica, con la salvedad de que adhería a una de cada tres de ellas, sin decir claro cuáles. Las rumiamos constantemente, algunas veces jugamos a decirlas por turno sin repetir, otras a completar la que comenzaba el otro. Quedaban flotando, algunas crueles como Dada la condición humana, lo sorprendente no es que los hombres sean malos, sino que no sean peores; enigmáticas como Dios es la metáfora celeste del dinero; o ácidas -El espíritu que se dilata no vuelve a contraerse. Más de uno ha muerto de dilatación espiritual-. Nos encantaba su pesimismo, que Ricardo Maliandi caracterizó con genial acierto como discepoliano. Algunas claves fue nuestro Cambalache.

La paradoja

Quien ha sido atrapado al menos una vez en el vértigo de una paradoja, ya no vuelve a ser el mismo que era antes.

Su venganza contra el desorden moral fue quizás la perfección de la lengua y la agudeza de sus expresiones. “La bebida de cola”, “el alimento de hamburgo”, por caso, son algunas de las tantas sutilezas exquisitas que construyó este Doctor Sutil tucumano y que nos causan la rara alegrìa de haber nacido, contra todo cálculo.

© LA GACETA

Santiago Garmendia - Escritor, doctor en Filosofía, profesor e investigador de Filosofía del Lenguaje en la UNT.

Perfil

Samuel Schkolnik (1944-2010) era doctor en Filosofía y profesor titular de Etica y de Historia de la Filosofía Contemporánea de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT. En 1971 publicó un ensayo filosófico en LA GACETA Literaria: esa fue su primera colaboración. Su última nota, publicada en vida, apareció el 5 de septiembre de 2010, dos semanas antes de su muerte. Ingenio, sagacidad, originalidad y lucidez se combinaron extraordinariamente en los más de 300 ensayos, críticas, relatos y polémicas que aparecieron en el suplemento. La “nota” que inauguró la “serie de González” se publicó el 18 de septiembre de 1994 y la que lo cerró, después de sucesivas despedidas, apareció el 17 de enero del 99. González se convirtió en el protagonista de la novela Salven nuestras almas, publicada en 2001. Sus otros libros son Algunas claves (1983), Tiempo y sociedad (1996), y Parker 51 (2010).

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