Tucumán anda en moto y a contramano

Las redundantes huelgas en el servicio tucumano de ómnibus -casi dos meses discontinuados en lo que va del año- consiguieron lo que nuestros iluminados estadistas no logran siquiera entender con claridad, ergo, mucho menos ejecutar: que la gente camine más y ande más en bicicleta.

A estos paros gremiales-empresarios-políticos, porque es evidente que están acordados y fogoneados por los tres sectores -compleja componenda para desmenuzar ampliamente en otro momento-, se le sumaron la disminución del pasaje por la cuarentena obligatoria, el distanciamiento social que limita el número de viajeros, y el temor o cuidado del vecino forzado a evitar los amontonamientos, inevitables en los colectivos.

En un reciente sondeo que realizó LA GACETA en su plataforma digital, se le consultó a los usuarios habituales del servicio de transporte público -el único con que cuenta una provincia de casi dos millones de habitantes- qué medio de traslado habían optado para reemplazar la falta de ómnibus.

De ellos, el 15% respondió que se volcó a caminar y el 14% a la bicicleta. A estos deben sumarse quienes ya habitualmente se movilizan a pie o en bici.

Al margen de las prolongadas huelgas de colectivos, la búsqueda de medios alternativos de transporte más económicos, saludables, más amigables con las ciudades y menos contaminantes, es una tendencia mundial de los últimos años, acelerada por la pandemia.

En China, en los últimos seis meses, se incrementó el 54% el uso de la bicicleta y en EEUU, el 34%.

En Buenos Aires, según la Secretaría de Transporte del Gobierno de la Ciudad, las ciclovías tienen un 50% más de usuarios y el uso de la bicicleta en general creció el 110% por la pandemia.

En Bahía Blanca fue del 30%, en La Plata del 25%, y cifras similares arrojan distritos como Godoy Cruz, Santa Fe, Salta, General Roca, Jujuy o Rosario.

No vamos a abrumar con estadísticas y porcentajes que se encuentran a solo dos clicks en Google.

De las cinco ciudades más importantes del país, cuatro están ampliando ambiciosamente su red de ciclovías: Buenos Aires, Córdoba, Rosario y Mendoza. ¿Quién falta en esta lista? Y sí, adivinó.

Otros distritos menos poblados también están realizando importantes inversiones en infraestructura para suplir a los colectivos, trenes, subterráneos y a la vez desalentar el uso de autos y motos.

Por ejemplo, la ciudad de Santa Fe ya cuenta con 30 kilómetros de circuitos, entre bisisendas y ciclovías, y proyectan llegar a 50 antes de fin de año, y la provincia de Río Negro está realizando una inversión de 100 millones de pesos en la construcción de una ciclovía que unirá las rutas provinciales 6 y 22, tramo que tiene mucho tráfico de ciclistas.

En Neuquén ya iniciaron un plan piloto que incluye el retiro de las líneas de colectivos del microcentro, la ampliación de veredas y peatonales y la construcción de una ciclovía por la neurálgica avenida Argentina (una especie de nuestra 24 de Septiembre) hasta la vera del río Limay, por toda la costanera.

Anuncios y más anuncios

En Tucumán existen más de una decena de proyectos aprobados, provinciales y municipales, para la construcción de circuitos para bicicletas, nunca ejecutados, como aquella marketinera “Ciclovía del Bicentenario”, otro de los tantos anuncios rimbombantes del gobierno provincial, durante ese emotivo 2016, que tan bien le vino a Juan Manzur para disimular con fuegos de artificio los verdaderos dramas de los tucumanos.

A cinco años de asumir por primera vez, de los publicitados centro cívico, autopistas, estadio único, nuevas cárceles y una verdadera revolución de la obra pública, Manzur pasó a retratarse inaugurando un semáforo, un baño para un Caps o 150 metros de nuevas cloacas.

Con los poderes legislativo y judicial en el bolsillo, un sistema electoral fraudulento, en tanto se sostiene sobre una estructura de pymes subvencionadas por el Estado (acoples) y un clientelismo pasmoso y denigrante, Manzur no necesita cambiar nada.

Por el contrario, el poder está asegurado en la medida en que todo continúe lo más igual posible.

Para los intendentes, en cambio, la continuidad en el poder es más jabonosa, y por eso resignan parte de sus proyectos de obra pública para que la provincia siga financiando el despilfarro, según admiten, incluso -o sobre todo- alcaldes oficialistas.

En este contexto de profundo abatimiento, donde el crimen ha tomado el control de las calles, las carencias de infraestructura son trágicas y la movilidad urbana rompe records en carencia y deficiencia, es auspicioso -y hasta milagroso- que municipios como Yerba Buena y Tafí Viejo estén enfocados en proyectos para mejorar la calidad de vida de los vecinos, antes que en la podredumbre de la política mezquina.

El cuidado del medio ambiente como prioridad de Estado y el tratamiento y reciclaje de residuos son dos ejemplos que ya se están implementando en estas dos ciudades, temas que la mediocre clase política promedio considera menores, estudiantiles y casi graciosos.

Lo mismo que la ciclovía que se encuentra en el tramo final de proyecto, que unirá Tafí Viejo, Villa Carmela y Yerba Buena, con alquiler de bicis, cámaras de seguridad y paradas fijas.

¿Histórica o quedada en la historia?

En la capital, la gestión de Germán Alfaro está plagada de buenas intenciones en cuanto a mejorar la calidad de vida de la ciudad, algunos inicios prometedores pero bastante demorados, y una larga lista de proyectos de movilidad urbana sustentable freezados en el Concejo Deliberante.

Al menos Alfaro ha puesto en agenda temas ambientales y de transporte, lo que ya es algo, pero viene muy atrás respecto del resto de las metrópolis importantes del país.

Las semi peatonales, por ejemplo, una tendencia urbanística mundial para cascos viejos, ha quedado a medio camino y harto insuficiente. Calles como Maipú, Junín, Laprida, Rivadavia, San Juan, Córdoba o Monteagudo, entre otras neurálgicas, no pueden seguir teniendo veredas de un metro de ancho con la multitud que las habita.

La ciclovía que se construye para unir la Quinta Agronómica con el Centro Universitario Prebish, en el Parque 9 de Julio, será un lindo paseo universitario, de concretarse, aunque atravesará zonas peligrosas (como el sector del Hipódromo) y lejos estará de contribuir a solucionar el caótico tránsito de la capital.

Es necesario rediseñar el circuito de ómnibus, ensanchar veredas, alentar el uso de medios alternativos de transporte, generando infraestructura, atreverse a ideas innovadoras (bici taxis, moto taxis, microbuses para el centro, por ejemplo, entre muchas otras) y, antes que nada, ejercer el poder de policía que hoy está ausente, para que las leyes de tránsito se cumplan.

Dentro de las cuatro avenidas el estacionamiento callejero está prohibido, todo el día o por horarios, en la mayoría de las calles. Sin embargo, las arterias están estacionadas de punta a punta, en doble y triple fila e incluso sobre paradas de colectivos.

Para los taxis, cinco mil de los cuales son ilegales, según el propio intendente, la ciudad está directamente liberada. Paran y hacen lo que se les da la gana.

Las calles de Tucumán no son angostas, sino que no hay ancho que alcance si están cooptadas por la anarquía.

Hemos mostrado en otras columnas como ciudades antiguas con arterias más estrechas, como Oslo o, más acá, Rosario o Buenos Aires, conviven veredas amplias, ciclovías y autos, cuando la prohibición de estacionar se cumple a rajatabla.

¿Por qué Tucumán ha liderado durante la última década la venta de motos a nivel nacional, por encima de provincias como Buenos Aires, Córdoba o Santa Fe?

Porque es la respuesta natural de una sociedad que no cuenta con medios de transporte efectivos y al alcance de su bolsillo.

Más de la mitad de los viajes urbanos que se realizan en moto no superan los cinco kilómetros, distancia que coincide con un viaje promedio en bicicleta.

Algunos aducen erróneamente que no andan en bici por miedo a los robos. Sin embargo, las motos, por su precio y demanda, son un botín mucho más preciado que una bici para los delincuentes. Y esto no impide que la ciudad sea un enjambre endemoniado de motos a toda hora y en todas partes.

Y lo que gasta el Estado en accidentes por año, además de las miles de vidas perdidas y gente con daños irreversibles, equivale a una red de ciclovías aéreas en toda la provincia, como mínimo.

Está al alcance de la mano empujar ese cambio, educando, demostrando las ventajas de cambiar una moto por una bici, y creando las condiciones de infraestructura necesarias.

No es necesario dinero para liberar las calles del estacionamiento prohibido y pintar una línea blanca para fomentar el ciclismo. Ya lo hicieron decenas de ciudades, muchas más subdesarrolladas que Tucumán.

Lo único que hace falta es voluntad política y que nuestros funcionarios se bajen de su lujosa camioneta y empiecen a caminar al lado de la gente.

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