Eichmann en Tucumán
Por sugerencia de Carlos Fuldner –ciudadano argentino-alemán que formó parte del ejército nazi y que participó del gobierno de Perón–, a poco de haber llegado a Buenos Aires, Adolf Eichmann viajó a San Miguel de Tucumán con el objetivo de trabajar en la empresa Capri (Compañía Argentina para Proyectos y Realizaciones Industriales). Cuando bajó del Estrella del Norte, nadie sabía, salvo las personas que lo esperaban en la estación, que era Eichmann. Y nadie lo supo después, durante los tres años que vivió en la provincia.
Al parecer, el itinerario de Eichmann constó de tres etapas. Durante el primer tiempo vivió en La Cocha, al sur de Tucumán. Estuvo allí no menos de medio año y no más de un año, según el testimonio de los pobladores. En un segundo momento vivió en Las Estancias, en el departamento Chicligasta. Luego, en la etapa final, se trasladó al norte de la provincia, cerca de San Miguel de Tucumán, y colaboró en la construcción del dique El Cadillal.
La Cocha
Ubicada al sur de la provincia, a 130 kilómetros de San Miguel de Tucumán, La Cocha era un villorrio de unas pocas casas bajas en medio de una frondosa vegetación. Eichmann no llegó a La Cocha como un ciudadano común sino como un ingeniero experto en el aforamiento de suelos. Aunque no había terminado la carrera de ingeniería, se hizo llamar ingeniero por los habitantes del norte del país.
Nadie sabe por qué Eichmann recaló en el sur de Tucumán. El profesor Eduardo Vela, ex intendente de Concepción, razona que dejó de trabajar para Capri por voluntad propia y que buscó empleo y asilo en La Cocha. Viviana de Koppetsch, vecina de La Cocha, cree que fue enviado por la misma empresa.
En La Cocha fue protegido por otro alemán. La profesora de Historia Susana Romero, vecina del lugar, dice que era uno de los hombres más poderosos del lugar. “Recibió a Klement en su casa y le dio trabajo y comida”.
Victor Romero, comerciante y ex vecino de La Cocha, dice que Klement vivía protegido por su anfitrión y que iba a comer en la casa de Oscar Roberto Koppetsch, un militar alemán que había llegado después de la Primera Guerra. ¿Cómo veían a Eichmann en La Cocha, en medio del frondoso monte tucumano? “Era un hombre muy bueno”, dice Julia Koppetsch, hija del militar alemán. “Si él se hubiera quedado aquí La Cocha habría progresado mucho”.
Las Estancias
Según Eduardo Vela, Eichmann era un operario común de la CAPRI. “Era un empleado técnico”, dice Vela. “Todo el mundo le decía ingeniero porque era común que llamaran de esa forma a los alemanes que entraban en esa época. Eichmann pasaba desapercibido al lado de otro alemán que trabajaba para la misma entidad llamado Klame. Klame, amigo y compañero de Eichmann, era de carácter extrovertido, hablaba con énfasis y le compraba café a mi padre”, dice Vela en su casa de Concepción.
Eichmann llegó a Las Estancias –a 160 kilómetros de la ciudad de San Miguel de Tucumán– contratado por CAPRI para realizar trabajos técnicos en un estudio hidrológico de los cerros de El Cochuna. Vela dice que Eichmann “era un hombre reservado, tímido, no hablaba mucho y estaba con su familia en una casa construida por la empresa. La casa está cerca de mi casa de veraneo en Las Estancias”, agrega Vela. Klement vivía recluido en la casa que le dio CAPRI y solía salir a cazar por el monte de El Cochuna con Klame y con Brizuela, un baquiano de la zona.
El objetivo de la empresa era estudiar el terreno para la futura construcción del dique El potrero. El dique nunca se terminó y los avatares del fracaso se parecen a los infortunios en la construcción del famoso dique El Cadillal. De hecho, Eichmann estuvo relacionado con la construcción del dique al final de su estadía en la provincia.
En Las Estancias, Klement vivía con su familia formada por su esposa y los tres hijos, Klaus, Horst y Dieter.
¿El lúcido ingeniero?
Los testimonios de los viejos pobladores de La Cocha y de Las Estancias, en el departamento Chicligasta, indican que Eichmann vivió en diferentes lugares de la provincia. Si bien existen documentos que certifican su estadía, no se sabe con certeza cuál fue el orden exacto del recorrido. Por eso el periplo conforma un rompecabezas difuso. Quizás por eso el paso de Eichmann ha despertado leyendas. Entre ellas, la que sostiene que Klement dirigió un insólito observatorio astronómico en el frondoso monte de La Cocha. La otra, no menos insólita, dice que Eichmann fue un lúcido ingeniero que conversó, de igual a igual, con gran conocimiento, con los profesores de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de Tucumán.
La Argentina recibió muchos prófugos nazis. En ese marco, Eichmann fue uno de los últimos en llegar. Tanto en la vida solitaria y aislada del monte tucumano como en los barrios polvorientos y marginales de Buenos Aires, supo valerse de la hospitalidad ingenua de los argentinos. Para él, la tranquila estadía en el país no solo significó una pausa de felicidad en la larga huida sino que también le permitió ver la cara de una nieta argentina. En las tierras hospitalarias de Buenos Aires, el nazi vio la sonrisa de una niña y, años antes, tomó mate entre los cerros, en medio del rojo horizonte de un dique inconcluso. Eichmann vivió tranquilo y apacible, lejos, muy lejos de los hornos y del gas fatal que eliminó a millones de judíos; lejos, muy lejos de la maquinaria burocrática que él había ideado y que llamó “la solución final”.
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Fabián Soberón - Escritor. Está trabajando en un libro sobre los años de Eichmann en Tucumán.