La muerte de Carlos Calvo clausura una era de la TV

El actor falleció a los 67 años. Representó como ninguno al seductor del barrio, que defendía los códigos de la amistad. El adiós de Ricardo Darín.

DUPLA EXITOSA. Pablo Rago y Carlos Calvo paralizaban al país con cada episodio de “Amigos son los amigos”, a inicios de la década de 1990.  DUPLA EXITOSA. Pablo Rago y Carlos Calvo paralizaban al país con cada episodio de “Amigos son los amigos”, a inicios de la década de 1990.

¿Puede el nombre de un programa definir a un artista? En el caso de Carlos Calvo, así fue. “Amigos son los amigos”, el inolvidable éxito de la televisión familiar argentina de los 90, fue mucho más que una comedia exitosa; fue el signo distintivo de su carácter, de su perfil, de cómo el público lo identificaba.

La producción hablaba de él y de lo que la gente veía que le transmitía desde la pantalla: el porteño simpático, seductor, entrador, que jamás iba a fallar en las malas. Los espectadores lo sentían cercano, ubicable a la vuelta de cualquier esquina, vecino y compañero, el tipo que estaba al alcance de la mano para dar una ayuda si es que se la necesitaba. 

Construyó un vínculo sentimental con la gente que se trasladó a la sala teatral, donde rompía la cuarta pared de cualquier ficción en el escenario para mirar a los ojos de alguien en la tercera fila y lanzarle una frase, entre pícara y cómplice.

La simbiosis entre el título de la serie y su persona fue tal que uno “era” el otro. Nunca se sabrá quién potenciaba más a quién. La compañía de Pablo Rago como su partener constituyó una dupla inigualable, donde la diferencia de edad jugaba a favor: era el tío simpático, el hermano mayor, el consejero necesario en una década donde gobernaba el menemismo y todo se relativizaba, donde los horizontes comenzaban a borrarse. 

Nadie puso nunca en duda que era una producción pasatista, pero lo que proyectaban iba más allá de cualquier trama.

El dolor causado por la muerte de Carlín, como era familiarmente conocido, ayer a los 67 años y luego de una década de caída libre en su salud (tras su segundo ACV, y agravada en los últimos meses), atravesó a la comunidad artística argentina y a quienes lo siguieron como actor.

El primer ACV, en 1999, le había dejado secuelas que pudo sortear parcialmente para volver a actuar, pero el siguiente, hace una década, prácticamente lo retiró de los escenarios. Su deceso fue por un paro cardiorrespiratorio. Había nacido el 21 de febrero de 1953 en San Antonio de Padua (provincia de Buenos Aires), y su segundo nombre, Andrés, no era real: se lo agregó un productor. Se casó una sola vez: fue con Carina Gallucci (él antes había sido pareja de Luisina Brando, María Noel, Elvia Andreoli y Adriana Salgueiro) y tuvieron dos hijos. Aunque estaba separados, ella lo acompañó hasta el final.

ÚLTIMA OBRA. Cuando protagonizaba “Taxi 2”, sufrió su segundo ACV. telam ÚLTIMA OBRA. Cuando protagonizaba “Taxi 2”, sufrió su segundo ACV. telam

Su formación era mucho más completa de lo que sus fans le pudieron exigir; iba más allá del mote de “galancito” que se ganó tempranamente (en los 80 integró el equipo de fútbol con ese nombre que recorrió el país con partidos a beneficio, e incluso jugó en Tucumán). Había estudiando con Agustín Alezzo y en 1973 integró el elenco que estrenó “La lección de anatomía”, de Carlos Mathus, que comenzaba con todos los artistas desnudos; con su casi 1,90 metro de altura, no pasó desapercibido. Debutó en televisión poco después, en Canal 11, con “La casa, el teatro y usted”, y nunca abandonó este medio.

Después de actuar en “Cumbres borrascosas”, con Rodolfo Bebán y Alicia Bruzzo, “Somos nosotros”, con Aída Luz, y “Profesión: ama de casa”, con Mariana Karr y Betiana Blum; le llegó su primer gran éxito popular como el hijo de Alberto de Mendoza en “El Rafa”. Era 1980 y acababan de comenzar las proyecciones en color. Ya entonces era reconocido como intérprete.

En el cine protagonizó una de las primeras películas argentinas que abordaron la homosexualidad: era 1985, y Enrique Dawi lo dirigió en la elogiada “Adiós, Roberto”, donde compartió cartel con Víctor Laplace.

Cinco años después llegó “Amigos...”, que alcanzó picos de 53 puntos de ráting y paralizaba el país todos los martes a la noche, día del estreno de cada capítulo. Algo impensable en estos tiempos de streaming y de maratones de todos los episodios juntos, uno tras otro y sin pausa. Su popularidad nunca decreció, pero tampoco pudo repetir el mismo éxito en programas posteriores como “El hacker”, “Los machos de América” o “Amo de casa”.

Con Ricardo Darín tuvo una sonada pelea, pero este lo despidió ayer por Twitter: “dejame que me muera un poco con vos”, escribió. “Pasamos tantas cosas juntos, tantas emociones... nos divertimos y nos peleamos como chicos tantos años. Aprendí mucho de vos. Que tengas un buen viaje querido amigo”, publicó Rago en Instagram. “Fuiste todo lo importante en mi vida, me enseñaste de chico a ser quien soy”, tuiteó el productor Javier Faroni, y Carlos Rottemberg escribió: “lo despedimos con un fuerte aplauso, el que tanto disfrutaba”.

Su partida clausura un estilo de la televisión nacional. Carlín personificó códigos de barrio que se perdieron y no volverán; su deceso tiene el significado de despedir una época. No se llora sólo al actor, sino a un tiempo social y a su representación en la pantalla. Se sepulta un pasado que, según exagera el dicho, siempre fue mejor.

Los éxitos de su carrera

“La lección de anatomía” (teatro, en 1973).

“Una libra de carne” (teatro, 1974).

“Equus” (teatro, 1976).

“La familia Súper Star” (televisión, 1976).

“El Rafa” (televisión, 1980-1982).

“Adiós, Roberto” (cine, 1985).

“Amigos con los amigos” (televisión 1990-1993).

“R.R.D.T.” (televisión, 1997 y 1998).

“Comodines” (cine, 1997).

“Mujeres de nadie” (televisión, 2008).

“Taxi” (teatro, 1985) y “Taxi 2” (2010).

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