El teatro que se construirá cuando reabran las salas

Sin precisiones sobre cómo volverá el público a los espectáculos escénicos presenciales en espacios cerrados, teatristas analizan los cambios que vendrán.

AL AIRE LIBRE. El patio de La Sodería aloja a espectadores y artistas con diferentes propuestas; la sala aún espera.  AL AIRE LIBRE. El patio de La Sodería aloja a espectadores y artistas con diferentes propuestas; la sala aún espera.

Como nunca antes entre las 7.700 millones de personas que habitan la tierra, haber sacado la última hoja del almanaque 2020 generó una cierta sensación de alivio. Para un sector específico, el vinculado a las artes escénicas, ese sentimiento se entremezcló con la expectativa creciente de poder volver a poblar los escenarios, luego de prácticamente un año de ausencia.

La falta de previsiones oficiales por parte del Comité Operativo de Emergencia (COE) de la Provincia del anuncio que salió de su propio seno de que se reabrirían las salas oficiales, con protocolos específicos, se profundiza en caso de los espacios independientes tucumanos, que no estarían contemplados en la resolución pendiente. La demora en formalizar las decisiones que se adoptan y la poca precisión de sus alcances generan más incertidumbre aún.

La ausencia de una normativa puntual dificulta (incluso impide) proyectar acciones. Los trascendidos no plasmados en texto hablan de que las exigencias no serán distintas de las que se piden para otra clase de reuniones de personas, a saber: extremar la higiene y la limpieza; limitar el aforo de expectadores, artistas y equipos técnicos; accesibilidad a alcohol en gel; simplificar ingresos y salidas; potenciar la ventilación del lugar y algunos más. Trascendió también la prohibición del uso de los splits de los aires acondicionados.

Pero hay que mirar más allá de lo estructural de cada lugar y adentrarse en el hecho artístico. En el año del coronavirus, las búsquedas se trasladaron forzadamente al espacio virtual. Internet se pobló de propuestas por streaming, en vivo o grabadas, que generaron una polémica acerca de la identidad de esas experiencias, entre quienes las reivindican como una nueva forma de hacer teatro y quienes las resignifican de otro modo, para bautizarlas de “arte pandémico”.

Más allá de lo nominal, lo atractivo es encarar este debate como el ejercicio de imaginación del teatro por venir, de la forma que sea, con opiniones y visiones de distintos especialistas tucumanos que auguran el futuro (ver “Una mirada...” y “El Estado...”).

Teresita Guardia apuesta a que en La Sodería (Juan Posse 1.141) se respire plenamente la convivencia entre artistas y público. Lo viene experimentando en el patio al aire libre, mientras la sala aguarda su turno. Sin descalificar las experiencias virtuales, las encuadra en “otro modo de expresión y de producción artística que de ningún modo podemos llamar teatro; en todo caso será clip, spot, video, corto, largo, lo que vos quieras; pero teatro, no”.

“El contagio (es la contaminación de energía) sucede si y sólo si hay presencia de al menos un espectador en el mismo espacio que el artista. Ese fluido energético entre actor/actriz y espectador/a, más el ámbito sonoro y lumínico que contiene a ambos, es un magma que se produce si es presencial: corazones latiendo al unísono en un mismo espacio/tiempo”, puntualiza.

Elencos reducidos

Distinta es la mirada de Sebastián Fernández, docente de la Licenciatura de Teatro de la UNT y creador de la escuela de teatro musical Chapeau. “El teatro por venir y sus estéticas sin dudas tendrá cambios significativos, derivados de la alteración de los pactos de expectación y de las consecuentes estrategias de teatralidad que los colectivos artísticos desarrollen para producir acontecimientos escénicos sin dejar de cumplir los protocolos sanitarios”.

“Muy posiblemente volvamos con elencos más reducidos, espectáculos más breves y se revitalicen las propuestas al aire libre en espacios públicos. Imagino la incorporación de cierta infraestructura tecnológica en la puesta en la escena, sobre todo en los teatros oficiales que poseen mejores posibilidades económicas, a fin de lograr espectáculos que no supongan la presencia permanente de muchos artistas”, resalta. Ejemplifica con la obra “Tina, el rumor de una Nación”, en la cual hay 30 personajes pero solo dos están a cargo de actores vivos y el resto son holografías, luces y sonido programados automáticamente.

Fernández ve al streaming como un complemento antes que una sustitución: “las transmisiones tendrían que programarse en todas las salas para mantener la actividad postemporada por medios alternativos y en plataformas específicas; podría ser una forma de lograr continuidad y accesibilidad a un proyecto cultural, y de ingresos para artistas que viven de la producción en temporadas que en Tucumán rara vez superan los dos meses”.

“La pandemia nos demostró lo vulnerables que nos encontrábamos ante situaciones que afectan la circulación y el encuentro presencial; no sólo hablo del virus, sino también de los paros de ómnibus, entre otros ejemplos. Debemos replantearnos seriamente nuestro salto digital, aprendiendo y capitalizando las experiencias novedosas en aislamiento, que no se restringen solo a la transmisión de obras sino también a contenidos como coloquios entre artistas y espectadores, escuelas de espectadores o el abordaje educativo; es material complementario que da espesor a la experiencia escénica”, concluye.

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