Las especulaciones previas quedaron de lado. Al final, ninguno se guardó nada. Se olvidaron por un momento del objetivo central que es la Copa Libertadores y no les importó arriesgar más de la cuenta. No hubo suplentes. Pusieron lo mejor que tenían y brindaron un clásico caliente, cambiante y con muchas emociones. Boca golpeó rápido; River reaccionó y lo dio vuelta con dos cabezazos. Sobre el final llegó la igualdad que deja sabores y sensaciones diferentes. Un punto para cada uno y a esperar hasta la última fecha para saber cual de los dos estará en la final de la Copa Diego Maradona. Sin embargo, este resultado le devuelve la esperanza a Argentinos Juniors e Independiente, que se enfrentarán esta tarde antes de cruzarse con los punteros en el cierre de esta instancia.

Los 90 minutos demostraron que los superclásicos son como las finales: siempre hay que ganar. No importa la forma ni los medios. Tampoco si hay compromisos internacionales en el corto plazo. Cuando Boca y River se cruzan en alguna competencia oficial o en un amistoso, ninguno quiere perder porque la onda expansiva puede provocar algún daño en el futuro inmediato. Los protagonistas entendieron que si bien era importante ganar, no podían darse el lujo de perder.

Cuatro goles, dos expulsados y un marcador que fue cambiante. La roja a Campuzano desarticuló al local. La que le sacaron a Enzo Pérez le permitió reaccionar a Boca cuando parecía no encontrar la brújula. El oficio de Tevez sacó a su equipo del pozo y le sirvió en bandeja el empate a Villa.

Ahora sí. A descansar porque las semifinales de la Libertadores están a la vista. ¿El próximo superclásico será en Río de Janeiro el 30 de enero? Todo es posible.

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