Arturo Álvarez Sosa y la poesía

La editorial de la Universidad Nacional de Tucumán (EDUNT) publicó El cuerpo cósmico. Poesía reunida, del poeta y periodista Arturo Álvarez Sosa.

Arturo Álvarez Sosa y la poesía
17 Enero 2021

En 2000 conocí personalmente a Arturo Álvarez Sosa. Él ya era un poeta con una trayectoria notable y yo coordinaba un café literario en la disquería All Music, en Tucumán, junto con el poeta y filósofo César Juárez.

En sus primeros libros, Álvarez Sosa había explorado formas poéticas canónicas, asociadas al metro y al lirismo erótico y voraz. En los libros posteriores, escribió enamorado de los múltiples saberes de las ciencias físicas y químicas.

En 2007, estuve en su casa junto con el equipo de una revista que hacíamos con María Cisneros, César Juárez, Denise León, Ingrid Placereano, Denisse Oliszewski y Lautaro Soberón. Arturo nos regaló su idea de la poesía y un conjunto de historias alrededor de la novela de su amigo, el escritor Hugo Foguet. Arturo dio pistas sobre los pormenores de la escritura de Pretérito perfecto, la novela de Foguet. Su testimonio quedó grabado en el documental Hugo Foguet. El latido de una ausencia (2007).

En esos días, me dijo una frase que me permitió ver de otro modo el oficio del poeta. Me pidió que escribiera sobre la palta del vecino o sobre el auto que circula cerca de mi casa y no sobre el amor o los grandes temas de la poesía universal. Si yo hacía eso, la escritura poética -el ancestral y difícil oficio de Homero- me resultaría más asequible. A esto ya lo había dicho Rilke en sus Cartas a un joven poeta pero Arturo lo dijo en el living de su casa y ese hecho aparentemente baladí tuvo un efecto poderoso en mi modo de entender la escritura poética.

En ese tiempo, Arturo ya escribía absorbido por el estro ligado a las supernovas, las estrellas y los neutrones. Cito unos versos que resumen, de algún modo, su afición por eso que llamamos ciencia -injustamente en singular- para ver cómo estos saberes se combinan con una indagación sobre el enigma del ser humano:

Luz de sombras

somos solo sombras

de un mundo que acontece en la

penumbra

cáliz de estrellas  

rápidas caníbales

al borde del fulgor

de las tinieblas

entre tus brazos

se disipa el miedo

la oscuridad que envuelve al

multiverso.

En Multiverso (1999), las medidas diversas de los versos (haikus de un singular misticismo científico o poemas extensos) y las aliteraciones promueven imágenes que aluden al amor, el abismo y la muerte. El estallido lírico y la sombra blanca que serpentea en las líneas verbales surgen de imágenes que apuntan a los secretos microscópicos de la naturaleza y de instantes que condensan un modo posible de humanidad.

Una mañana del último verano (2020), antes de la cuarentena, mi teléfono sonaba. Cuando quería atender, una voz difusa decía algo que no lograba descifrar.

Tras varios intentos, esa voz dijo su nombre y ahí pude entender que era la misma persona que, en una tarde de lluvia, me había dicho que la vecindad era beneficiosa para los versos. Era la misma voz que, en un departamento de la ciudad de Tucumán, me había dicho eso que otros habían anunciado como un teorema pero con el poder único que da la experiencia y la proximidad personal.

Arturo Álvarez Sosa no solo dedicó sus horas fructíferas a la poesía sino que asumió un arte ligado a un modo de vida que puede relacionarse con los filósofos de la antigüedad, esos que -como Parménides o Lucrecio- cultivaban a la vez el verso y la curiosidad por los arcanos del universo.

© LA GACETA

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